Fundado en 1910

Islas Malvinas

La problemática soberanía de las Islas Malvinas: una lucha entre españoles, franceses, argentinos y británicos

Empezó una larga disputa entre navegantes de estas naciones por la posesión del archipiélago hasta que los españoles decidieron ponerle fin y, para hacer valer sus derechos, fueron enviados barcos que acabaran con el dominio inglés

Posiblemente las islas Malvinas fueran descubiertas en el viaje de Magallanes en 1520. Pero hasta 1540, en la expedición de fray Francisco de Ribera, armada por el obispo de Plasencia, no se tomó posesión formal. Al estar despobladas, algunos barcos ingleses llegaron y creyeron haberlas descubierto, como Richard Hawkins en 1574 o John Davis en 1592. El holandés Sebald de Weert llegó en 1600 y las llamó Sebaldinas. Otro holandés, Jakob Le Maire confirmó su existencia en 1616.

Hay otros «descubrimientos» posteriores hasta que en 1690 una expedición británica comandada por el capitán John Strong navegó entre las dos islas principales bautizando el canal Falkland, que luego extendieron los británicos a todo el archipiélago. Las islas siguieron deshabitadas y visitadas por españoles, franceses, holandeses y británicos. Fueron los franceses los primeros en establecerse permanentemente a partir de 1764 y las llamaron islas Malouines debido a que eran marinos procedentes de Saint-Malo.

Primer mapa específico de las islas realizado por Andrés de San Martín en 1520

Empezó una larga disputa entre navegantes de estas naciones por la posesión del archipiélago hasta que los españoles decidieron ponerle fin y, para hacer valer sus derechos, fueron enviados barcos que acabaran con el dominio inglés. Francia abandonó el lugar pacíficamente pero, ante la inacción española, el británico John Byron arribó a las islas y fundó Port Egmont.

Los británicos entendieron que la acción española iba contra el honor nacional y reaccionó avivando el conflicto

Definitivamente, una flotilla al mando de Juan Ignacio de Madariaga partió de Montevideo el 11 de mayo de 1770 y procedió al desalojo después de la rendición británica y la destrucción de su fuerte. Los acontecimientos en Europa, como era habitual, entorpecieron la política americana. Los británicos entendieron que la acción española iba contra el honor nacional y reaccionó avivando el conflicto. Francia, aliada de España por el Pacto de Familia, no quiso entrar en guerra con Inglaterra y aconsejó a España que cediera un asentamiento inglés en la Gran Malvina.

Batalla de las Malvinas entre las fuerzas al mando de Juan Ignacio de Madariaga Aróstegui y las inglesas en junio de 1770. Grabado de la época

Y así se hizo, con una cláusula que decía: «a fin de que las cosas sean restablecidas en la Gran Malvina en el Puerto denominado Egmont exactamente al mismo estado en que se encontraban antes del 10 de junio de 1770, añadiendo algo muy importante que afectaba a la naturaleza de la cesión: no puede ni debe afectar, de ninguna forma, la cuestión del derecho anterior a la soberanía de las Islas Malvinas también llamadas Falkland».

Había una condición secreta en el acuerdo por la cual los británicos abandonarían la posición pacíficamente

Fue una acción simbólica porque había una condición secreta en el acuerdo por la cual los británicos abandonarían la posición pacíficamente. Así lo hicieron en 1774, pero dejando una placa diciendo que el Reino Unido mantenía su pretensión sobre las islas por derecho de descubridor. Dicha placa la retiraron los españoles y la llevaron a Buenos Aires. Allí la recobraron los ingleses en su intento de invasión de 1806. Este abandono británico fue considerado por España como la renuncia de Reino Unido a cualquier derecho y lo mantuvieron los argentinos, especialmente a partir de 1833 cuando Manuel Moreno, embajador argentino en Londres, lo consideró como un acto definitivo hecho con animus derelinquendi y no era un mero abandono de facto, episódico y rectificable, como escribía Camilo Barcia Trelles en El problema de las islas Malvinas (Madrid 1943).

La toma de posesión argentina de 1820 se conoció en el Reino Unido a través de los informes del célebre explorador británico James Weddell

Lord Palmerston, muy astutamente, replicó que el abandono británico se limitaba solo a Port Egmont y que la cuestión de la soberanía había quedado en situación de statu quo reconocido por España. Lo que era manifiestamente falso porque España tenía la posesión y ejercía la soberanía sin oposición hasta el abandono temporal obligado por la guerra.

En 1811, ya en plena guerra de independencia americana, la guarnición española de las islas fue retirada con destino a Montevideo. Nacida la República Argentina en los límites del antiguo Virreinato del Río de la Plata, la armada argentina tomó posesión de las islas en noviembre de 1820 mediante un acto formal del coronel de marina Jewett. Las consideraban suyas por «el derecho del primer ocupante, por el consentimiento de las principales potencias marítimas de Europa y por la adyacencia de estas islas al continente que formaba el Virreinato de Buenos Aires».

El Reino Unido reconoció al nuevo país en 1825, sin reservas. Sin embargo, en 1829 Reino Unido reclamó la soberanía y envió una expedición al mando de Vernet para posesionarse de las islas nuevamente. Ese mismo año, Argentina creó la Comandancia Política y Militar de las Malvinas. En 1832 el Reino Unido culminó cuando capitán Jonh Onslow desalojó a los argentinos y concluir en enero de 1833 desembarcando las fuerzas.

Llegados este punto, el problema estaba en determinar si las Malvinas pertenecían a España porque eran una posesión no integrada en el Virreinato, a Argentina por sucesión de Estados o al Reino Unido por sostener la soberanía en la posesión anterior, la prescripción y el respeto a la voluntad de la población colonial. El tema es complejo y hoy en día solo tiene una solución de facto. El contencioso se complicó al considerar que las islas Georgias y las Sandwich del Sur son pertenencias de las Malvinas. En 1965, la ONU trató de llegar a una solución salomónica sin compromiso: recomendó a Argentina y el Reino Unido que llegaran a un acuerdo que atendiese a los intereses de los habitantes. Comenzaron las largas negociaciones en las que ninguna de las partes cedió.

Desde entonces la cuestión ha vacilado entre el acercamiento diplomático, como la Declaración Conjunta de 1 de julio de 1971, y el mayor error argentino que fue la guerra de 1982, declarada por una Junta Militar en grave crisis política interna. La cuestión es muy parecida al contencioso español sobre Gibraltar. No sirve de nada el derecho internacional ni las resoluciones de la ONU a favor de la descolonización mientras Reino Unido mantenga una posición de fuerza basada en la consolidación de los hechos consumados. Si el origen fue ilegal y por la fuerza, se mantiene por el mismo principio de superioridad militar.

Quizás, andando el tiempo, las tornas cambien y España o Argentina logren ser muy superiores militarmente a una hipotética Inglaterra en decadencia total. No es probable. Lo importante es mantener las pretensiones con dignidad, no claudicar ante ventajas políticas y pensar que, ante todo, la paz es la mejor manera de vivir.