70 años del armisticio de Panmunjom: la paz que nunca llegó a Corea
Durante la guerra de Corea desaparecieron en combate muchos militares, entre ellos 7.500 estadounidenses de los que no se sabe nada siete décadas después
No habrá paz para los coreanos. Aunque los combates terminaron hace 70 años, la paz nunca llegó a la península de Corea. El 27 de julio de 1953 los delegados de Corea del Norte, China y la ONU, liderada por EEUU, se reunieron en Panmunjom, en el paralelo 38, para firmar un armisticio que marcaba el fin de la Guerra de Corea. Un texto en el que no se incluía ningún punto sobre la paz entre ambos bandos, pero sí la creación de una zona desmilitarizada de 4 kilómetros a cada lado del paralelo 38, la frontera que separaba –y separa– ambas coreas desde 1948. La clave está en que Corea del Sur no participó en los acuerdos y se negó a firmar el armisticio porque apostaba por la unificación. 70 años después la situación no ha cambiado mucho, pero ¿Cómo empezó todo? ¿De quién es la culpa?
En 1910 los japoneses invadieron corea y formó parte del Imperio nipón hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945. Las potencias vencedoras se repartieron la península en 1948, como hicieron en Alemania. La URSS entró por el norte, los norteamericanos por el sur, y dividieron la península con una frontera en el famoso paralelo 38. La recién creada Organización de las Naciones Unidas pretendía convertir la antigua colonia japonesa en un único país, y para ello convocó unas elecciones en el norte y en el sur, pero los resultados demostraron la gran división ideológica que habían construido al separar el territorio en dos.
En consecuencia, en septiembre de 1948, con el apoyo de los soviéticos, el norcoreano Kim il-Sung creó la República Democrática de Corea, y pocos meses después se constituyó Corea del Sur con Syngman Rhee como primer presidente apoyado por los países occidentales. Se estaban formando los mimbres de uno de los primeros conflictos de la Guerra fría, que acabaría en tragedia para los coreanos. Dos años después, el 25 de junio de 1950, unas 100.000 tropas norcoreanas, apoyadas por los soviéticos, atravesaron el paralelo 38 con la intención de invadir el sur.
La agresión fue condenada de inmediato por el consejo de seguridad de la ONU y 15 países liderados por los norteamericanos movilizaron un contingente formado por militares de Reino Unido, Francia, Luxemburgo, Países Bajos, Bélgica, Grecia, Canadá, Turquía, Filipinas, Imperio Etíope, Australia, Nueva Zelanda, Unión sudafricana, Tailandia y Colombia, para enviarlas a la península de Corea.
La guerra que dividió a un país
El ejército de la ONU y el norteamericano se enfrentaban a una situación compleja, porque los norcoreanos habían avanzado muy rápido y tenían acorralados a los surcoreanos en la región de Pusan, en la esquina sureste del país. Al mando del general MacArthur, el ejército norteamericano realizó un desembarco cerca del paralelo 38, en Incheon, mientras las tropas de la ONU ofrecieron apoyo a las surcoreanas y consiguieron avanzar hasta Seúl con poca resistencia, para encontrarse con los norteamericanos en la frontera.
Una vez recuperado el territorio de Corea del Sur, los norteamericanos continuaron por el norte y se detuvieron a unos 50 kilómetros de la frontera entre Corea y China. Esta situación no gustó nada a la República Popular que lideraba Mao Zedong, porque lo consideraban una amenaza real a su soberanía. Con esta escusa, el 19 de octubre de 1950 casi medio millón de soldados del Ejército Popular de Liberación, al mando del general Peng Dehuai, entraron en Corea e hicieron retroceder al ejército de la ONU hasta el paralelo 38.
En los tres años que duró la guerra casi tres millones de soldados chinos estuvieron destinados en Corea. El panorama había cambiado para los norteamericanos, ahora se enfrentaban a una fuerza que podía determinar el futuro de la contienda. Las disputas militares se mezclaron con la política cuando Truman destituyó a MacArthur porque había criticado su gobierno públicamente. Mientras, en la península de corea, la batalla se centró en Seúl, y los chinos consiguieron tomar la ciudad por dos meses, hasta que los surcoreanos la recuperaron.
La guerra había llegado a un punto muerto, ninguno de los dos bandos conseguía imponerse. La URSS, que había participado en la guerra apoyando a Kim il-Sung con armamento y logística, propuso la suspensión de las hostilidades entre ambos bandos, es decir, un armisticio. Las negociaciones entre chinos, americanos y norcoreanos empezaron en 1951, pero el texto no se materializó hasta su firma el verano de 1953, aunque sus consecuencias son visibles.
Corea regresó a la situación de 1948 con la implantación de una zona desmilitarizada en torno al paralelo, pero las consecuencias inmediatas de la guerra de corea fueron los muertos y desaparecidos. Corea del Sur perdió a unos 800.000 soldados, y su vecino del norte casi a un millón y medio; China tuvo unas 500.000 bajas y 54.000 soldados americanos murieron. A esto hay que sumar los desaparecidos en combate, de los que no se ha sabido nada durante décadas por la ruptura de las relaciones diplomáticas entre los dos coreas.
El norte se convirtió en un estado comunista respaldado por la URSS, y Corea del Sur pasó por varios gobiernos autoritarios hasta que se conformó como una estado democrático y capitalista, casi a finales de la década de los 80. Desde entonces, han vivido momentos de tensión y las relaciones amistosas en los últimos 70 años se pueden contar con cuentagotas. El acercamiento más importante entre ambas naciones sucedió el 27 de abril de 2018, con una cumbre entre el presidente surcoreano Moon Jae In y Kim Jong-un, el dictador y líder supremo de Corea del Norte. Las conversaciones entre ambos países dieron lugar a la Declaración de Panmunjom, en la que se comprometían a buscar un futuro pacífico y unido para los coreanos.
La imagen del abrazo que se dieron Moon Jae In y Kin Jong-un paseando por el recinto de la Casa de la Paz fue un espejismo, porque choca con la realidad actual de las agresiones y lanzamientos de misiles norcoreanos, lo que reafirma, si cabe, que conseguir la paz o la unificación es una quimera que lleva siete décadas en el imaginario internacional.