Mujeriego, violento y teatrero: así era el joven Benito Mussolini

«Nací el 29 de julio de 1883 en Varano de los Costa, antiguo caserío situado en una pequeña colina de Dovia, aldea perteneciente al municipio de Predappio. Vine al mundo un domingo, a las dos de la tarde», así empieza la autobiografía que escribió Benito Mussolini durante su estancia en prisión cuando solo era un joven socialista. Lo que no cuenta el dictador italiano en sus memorias es que no habló durante los tres primeros años de su vida y los médicos dijeron que se debía a que era «retrasado mental». El diagnóstico estuvo equivocado, porque en sus numerosos discursos demostró un don para el teatro y la persuasión.

Sus padres, Rosa Maltoni y Alejandro Mussolini fueron como cualquier otros padres de la época. La madre fue maestra en diferentes centros y se preocupó de la educación de sus hijos, el padre ejerció como herrero y defendió los ideales obreros y marxistas que discurrían por la Europa de finales del siglo XIX. Alejandro Mussolini, estuvo muy involucrado en la vida política local organizando mítines y escribiendo artículos reivindicativos. Tal fue su pasión ideológica que cuando nacieron sus tres hijos les puso nombres de sus grandes ídolos revolucionarios. Benito se llamó así como homenaje a Benito Juárez, héroe de la independencia mexicana.

A los 11 años fue expulsado de los salesianos por cortar con una navaja a un compañero de curso durante una pelea

Sus hermanos Amilcare y Andrea tomaron el nombre de dos antiguos dirigentes socialistas italianos. Con este panorama en casa, Benito empezó sus estudios en el colegio de los salesianos de Faenza y, según recuerda él mismo en sus memorias, «era un golfillo, violento y duro. Muchas veces volvía a casa con la cabeza partida de una pedrada, pero sabía vengarme». No exageró. A los 11 años fue expulsado de los salesianos por cortar con una navaja a un compañero de curso durante una pelea. Continuó su formación en el colegio laico José Carducci de Forlimpopoli, en la Emilia-Romaña, del que le expulsaron dos veces, aunque después lo readmitieron.

El sueño suizo de Mussolini

En 1900 se inscribe en el Partido Socialista Italiano y empieza a compaginar su militancia con los estudios de magisterio, aunque su mayor diversión en aquel momento eran la fiesta y «el contacto con las muchachas de cabellos perfumados y de piel transparente de acres sudores», según afirma Mussolini. Sin embargo, la felicidad se trasformó en frustración porque nadie le contrataba como maestro, aunque al final consiguió un puesto en una escuela de un municipio cercano, pero lo dejó a los pocos meses.

Con mayores pretensiones decidió marcharse del país. En Suiza pasó dos años, trabajó como albañil y ejerció otros oficios para sobrevivir. Ingresó en la Universidad de Lausana, donde empezó a leer a Nietzsche y Schopenhauer. Además, estudió alemán y francés. En ese entorno universitario conoció a grandes intelectuales del momento y ganó la notoriedad que deseaba desde hace años. El 6 de abril de 1904 es denunciado por anarquista y lo expulsan del cantón de Ginebra. Con tan solo 21 años pasó de ser un maestro rural a un joven rebelde socialista. En 1906 retomó su profesión de maestro en varios pueblos a cambio de un mísero salario de 50 liras, y recuperó su vida de fiestas, mujeres y desfase. Tras una corta estancia en Francia estudió lengua y literatura francesa en la Universidad de Bolonia.

Del socialismo al fascismo

Los próximos cinco años de su vida los vivió intensamente entre mítines y manifestaciones, mientras escribía para panfletos socialistas. Con el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914, se abre una discusión entre la sociedad italiana y los socialistas sobre si la nación debe o no intervenir en la contienda. Mussolini empezó escribiendo proclamas de «Abajo la guerra», pero cambió de opinión muy rápidamente y defendió que Italia debía intervenir, como sucedió después. Este cambio de criterio personal de Mussolini provocó que lo expulsaran del Partido Socialista.

Con tan solo 21 años pasó de ser un maestro rural a un joven rebelde socialista

Lejos de amedrentarse, Benito fundó Il Popolo d'Italia, un nuevo periódico que le sirvió de altavoz para aumentar la movilización campesina y la defensa de la beligerancia de la guerra. Aunque parezca sorprendente, en 1917, Mussolini trabajó para el gobierno británico como agente del Mi5. Su misión secreta consistió en crear propaganda probélica, mientras portaba el uniforme militar italiano. Los británicos le pagaron 100 libras esterlinas a la semana, lo que equivaldría a unos 6.400 euros actuales.

Ese mismo año sufrió un accidente al explotarle un mortero y le dieron la baja. En casa le esperaba su segunda y nueva esposa, Rachele Guidi, con la que llegó a tener cuatro hijos. Tenía 34 años y ya se había forjado el carácter que mostraría años después como dictador.

Al finalizar la Gran Guerra, Mussolini se había convertido en el gran líder de un nacionalismo que poco tenía que ver con sus ideales socialistas iniciales. La situación de la nación era crítica, caminaba hacia una guerra civil que nadie deseaba y el gobierno liberal no tenía fuerza para contener una revolución ya fuese fascista o marxista. Como parte de su plan para fortalecer la nación, Mussolini creó en 1919 los Fasci di combattimento.

Dos años más tarde, obtuvo un escaño en el parlamento y afianzó sus ideales políticos con la creación del Partido Nacional Fascista. Con los socialistas prácticamente derrotados, movilizó a 25.000 camisas negras en la Marcha sobre Roma de 1922. Al día siguiente, Benito Mussolini se convirtió en primer ministro de la Italia. Había nacido una nueva nación fascista.