Cinco datos curiosos sobre la expedición Malaspina, la mayor navegación científica de la historia
Entre 2010 y 2011, los buques de investigación oceanográfica Hespérides y Sarmiento de Gamboa dieron la vuelta al mundo como parte del proyecto de investigación: Expedición Malaspina, que tenía como objetivo estudiar la biodiversidad y el cambio climático
El 30 de julio de 1789 comenzó un viaje científico y político alrededor del mundo sin precedentes: la expedición Malaspina, la mayor navegación científica de la historia. El objetivo de esta empresa era dar la vuelta al mundo para recopilar todos los datos que se pudieran de la fauna, la flora, la geografía, etnológica, lingüística y cartográficas del Imperio Español. Para ello pasaron por 35 puertos desde Buenos Aires a la Isla de Guam, pasando por Australia, Nueva España o Alaska en los más de cinco años que duró esta gigantesca misión.
La expedición Malaspina nació con el propósito de emular, en territorios españoles, las exploraciones que habían realizado James Cook y el francés Jean Francois Galaup, conde de La Pérouse unos años antes. Pero Malaspina y Bustamante, con sus hombres, superaron con creces a cualquier naturalista o explorador anterior. El 21 de septiembre de 1794, las corbetas Atrevida y Descubierta llegaron a Cádiz con el mayor botín científico y geopolítico jamás conseguido. Descubrieron más de 124 tipos de peces, 357 especies de aves, 36 cuadrúpedos y 21 anfibios desconocidos hasta entonces; y trajeron 14.000 muestras de plantas. Por si fuera poco, actualizaron la cartografía del Imperio con un nuevo mapa actualizado y redactaron varios informes sobre la situación geopolítica y económica de los territorios que atravesaron.
Entre la gloria y la deshonra
Alejandro Malaspina había nacido en Italia, pero a los 20 años ingresó como guardiamarina al servicio de la Corona Española. Como oficial de la Armada, estuvo al mando de varios buques antes de comandar la que sería la aventura de su vida. Al regresar a Cádiz, cinco años después, presentó un extenso informe al nuevo Rey, Carlos IV, y tanto el como el resto de la tripulación fueron tratados como auténticos héroes. Sin embargo, la situación política en España jugó en su contra, al enemistarse con Manuel Godoy, el valido real.
Tal fue la disputa entre ambos, que el 23 de noviembre de 1795, Malaspina fue arrestado en su casa de Madrid y encarcelado en el castillo de San Antón durante los siguientes diez años. Godoy acusó a Malaspina de vender unas islas que supuestamente había descubierto en el Pacífica, sin pruebas aparentes.
La fama de Malaspina era tal que fue liberado y desterrado a La Toscana gracias a la intervención de Napoleón. El Emperador intentó que el oficial español trabajase para él, pero Alejandro rechazó la oferta en varias ocasiones. Con una vida nueva en Italia, su tierra natal, los últimos años de su vida se dedicó a la política, hasta su fallecimiento en 1809.
Dos corbetas con nombre peculiar
A los detallados preparativos del viaje se sumó la necesidad de utilizar embarcaciones que tuvieran la resistencia y capacidad suficientes para atravesar el Atlántico, el Cabo de Hornos, el Pacífico, el Índico, entre otros lugares, y que pudieran soportar las inclemencias meteorológicas y climas más adversos.
Las dos corbetas de la expedición se construyeron en el Arsenal de la Carraca con maderas de gran calidad, calafateadas y recubiertas de cobre para aumentar la resistencia. En tan solo un año las corbetas estaban listos para navegar. Tenían poco más de 33 metros de eslora, 16 cañones y un diseño enfocado en la navegación transoceánica. A los buques les pusieron el nombre de Descubierta y Atrevida, una traducción de la Discovery y Resolution, naves que utilizó el capitán Cook en su tercer viaje. Además, encomendaron cada una de ellas a Santa Justa y Santa Rufina, respectivamente.
Una tripulación de marinos científicos
Bajo el mando de los comandantes Malaspina y Bustamante había 204 hombres, la mitad en cada buque. Como se trataba de una expedición científica, abundaban los naturalistas, botánicos, pintores, hidrógrafos y cartógrafos. A estos se sumaba un grupo de 14 oficiales astrónomos e hidrógrafos, dos guardiamarinas, dos capellanes, dos médicos cirujanos, oficiales de mar, brigadas, artilleros, carpinteros, calafates y grumetes, entre otros oficios.
El glaciar español de Alaska
Al sudoeste de Alaska se encuentra el mayor glaciar piedemonte (es decir, situado a los pies de una montaña) de la región, con casi 4.000 kilómetros cuadrados de extensión. Por supuesto, tiene nombre español: glaciar Malaspina. En 1791 la expedición alcanzó las costas de Alaska y llegaron hasta la bahía de Yakutat y el fiordo de Prince William. En ese punto descubrieron que el paso del Noroeste que conecta el Pacífico y Atlántico no se podía navegar.
La misión secreta de Malaspina
Las dos últimas décadas del siglo XVIII, la Corona española impulsó nueve expediciones de carácter científico a Río de la Plata, Perú, Chile, Nueva Granada, Cuba, entre otros. Detrás de ese interés botánico, geográfico o minero, siempre existió una estrategia política o militar. En el caso de la expedición mundial de Malaspina, los objetivos políticos eran secretos, de carácter reservado para unos pocos militares y la monarquía. Durante los cinco años de navegación los oficiales a bordo debían cartografiar en detalle las costas del Imperio, realizar informes sobre la situación de seguridad de los puertos españoles ante posibles ataques, delimitar rutas comerciales de navegación alternativas, la situación defensiva de las costas e investigar en qué estado se encontraban las posesiones inglesas en Australia, las portuguesas en Macao y las rusas en Alaska.