Picotazos de historia
Cuando el primer ministro británico tuvo que pedir un préstamo a Rothschild para construir el canal de Suez
La apertura del canal supuso un considerable ahorro de tiempo y de combustible para el comercio y transporte de Europa a Asia/India pero tardó unos años en alcanzar los índices de rentabilidad calculados por sus inversores.
En 1854 el jedive de Egipto –Said, cuarto hijo de Muhamad Alí– concedió a un visionario joven, de nombre conde Ferdinand de Lesseps y que actuaba a favor de una empresa francesa que había creado para ello, el derecho a construir y explotar un canal que atravesara los 193 kilómetros que separaban el istmo de Suez, uniendo así a la ciudad portuaria del Mar Rojo con Puerto Said en el Mediterráneo.
En 1859 se iniciaron los trabajos de construcción que se alargarían durante diez años. A las ocho y media de la mañana del 17 de noviembre de 1869, a bordo del yate imperial Aigle, y acompañando a la Emperatriz Eugenia de Francia, Lesseps inauguró la gran obra de su vida. Verdi escribiría la ópera Aida para los actos de inauguración que, debido a la guerra franco-prusiana de 1870, se pospusieron a la víspera de navidad de 1871.
La apertura del canal supuso un considerable ahorro de tiempo y de combustible para el comercio y transporte de Europa a Asia/India pero tardó unos años en alcanzar los índices de rentabilidad calculados por sus inversores.
En noviembre de 1875, el jedive de Egipto Ismail Pachá (1830 – 1895), se encontraba ahogado en deudas. En su desesperación pone en venta el paquete de acciones que posee de la Compañía del Canal de Suez. El total de las acciones estaba repartido de la siguiente manera: un 50% del accionariado está en manos de las personas que formaron la empresa (grupo francés), un 40% aproximadamente en manos del jedive de Egipto y el resto repartido entre diferentes inversores turcos y egipcios. El lote del jedive lo componen 177.642 acciones y pide por ellas la cifra de cuatro millones de libras.
El primer ministro británico, Benjamín Disraeli, futuro conde de Beaconfield, es rápidamente informado de la oferta de venta de las acciones y actuó con la mayor celeridad para adquirirlas. Su secretario personal Montagu Lowry Corry disfrutaría mucho contando la historia.
«Me presenté en las oficinas de Lionel Rothschild y cuando me encontré ante su presencia le comuniqué que el primer ministro necesitaba cuatro millones de libras.
–'¿Para cuándo?', me preguntó. 'Mañana', fue mi respuesta. Rothschild tomó una uva de un racimo que estaba en un plato sobre su mesa, la comió, escupió el pellejo y me preguntó. –'¿Cuál es la garantía?'. –'El gobierno de Su Majestad', sentenció. –'Los tendrá usted', aseguró él».
Esa noche los cajeros del Banco de Inglaterra trabajaron a destajo para contar y empaquetar los cuatro millones de libras esterlinas que Lionel Rothschild exigió que se hicieran efectivos, de sus fondos, para el gobierno británico.
Disraeli ganó por la mano, gracias al dinero de Rothschild, y consiguió el paquete de acciones. Al hacerlo no conseguía el control del canal ni de la compañía pero sí impidió que Francia lo obtuviera y controlara un canal que se había convertido en un importantísimo valor estratégico.