Dinastías y poder
¿Dónde ha veraneado la realeza a lo largo de la Historia?
Otro lugar de esparcimiento para la realeza europea fueron las costas de Normandía, donde, por ejemplo, había fijado su residencia la Reina María Cristina de Nápoles una vez que la Gloriosa echó, a su hija, a ella y a los Borbones, de España
Sol, playa y montaña. Hoy puede parecer lo más demandado por los integrantes de las dinastías reales. Siempre que sean espacios exclusivos y alejados de los flashes. El resto, lo de la pizzería o el arroz en Palma parece puro posado. Pero no siempre fue así. La Emperatriz Sissi odiaba Viena y se escapaba a Corfú cada vez que sufría una de sus crisis de melancolía. Era una excéntrica. Como todos los Wittelsbach de su familia. También le gustaba Ginebra, donde en 1898 moriría en el hotel Beau-Rivage como consecuencia de las heridas de un atentado anarquista.
La Reina Victoria de Inglaterra, disfrutaba en Osborne House, la casa que había comprado con el príncipe Alberto al comienzo de su matrimonio frente a la costa de Southampton. Luego se pasó a Balmoral, en Escocia, donde nacieron algunos de sus nietos, entre ellos la Reina de España, Victoria Eugenia. Pero lo que de verdad le gustaba era la Costa Azul, sobre todo cuando empezó la vejez y comenzaron los achaques de reuma. La humedad de Londres la machacaba. Nos la imaginamos con su vestido negro y su toca blanca, diminuta, muy bajita. Pero había sido ágil y pasaba más de un tercio del año fuera de los territorios del Imperio que un día dominó.
El hotel Cimiez era el favorito de la Reina Victoria de Inglaterra. Había acudido por primera vez con su marido y desde entonces no había meses de noviembre a mayo, en los que la soberana no visitase aquel lugar. Situado sobre la colina y con una imponente fachada en estilo Belle Epoque, ofrecía una vista panorámica de la ciudad de Niza. En sus parques, junto a plantas tropicales, se encontraban las canchas de bádminton y croquet, deportes a los que la alta sociedad era aficionada.
El Cimiez –hoy transformado en apartamentos de lujo– ofrecía todo tipo de comodidades y resultaba de un confort extraordinario. La Reina Victoria solía pasar largas temporadas en aquel fabuloso paraje, lo que, decía, le ayudaba a aliviar su ánimo de las lluvias londinenses y reconfortaba las dolencias de su cuerpo. Aquí coincidía con parte de la colonia rusa que, aunque también mantenía residencias de ocio en Crimea, con clima más suave que San Petersburgo, tenía chateau abierto en la Costa Azul.
El de los Yusupov o de la intrigante Anastasia Miijailovna, eran bastante conocidos. Otro lugar de esparcimiento para la realeza europea fueron las costas de Normandía, donde, por ejemplo, había fijado su residencia la reina María Cristina de Nápoles una vez que la Gloriosa echó, a su hija, a ella y a los Borbones, de España. Aquí pasaba largas semanas la infanta Eulalia, invitada, casi siempre por los duques de Sesto, ella, Sofía Troubetzkoy, de ascendencia rusa. Otra cosa era la temporada de esquí en St. Morritz donde los hoteles Palace, el Margna y el Carlton se llevaban la palma.
¿Y qué decir de Biarritz? Sus costas en el sur de Francia se habían convertido en el destino favorito de la Emperatriz Eugenia de Montijo. La granadina pasaba los meses de junio a agosto en Du Palais, hoy convertido en lujosísimo hotel, con Napoleón III. Era uno de los destinos más chic para la realeza, aristócratas y nobles y también para esa nueva burguesía que tocaba el cielo en el último tercio del XIX.
Los Borbones españoles pasaron de El Escorial, Aranjuez y La Granja, a destinos veraniegos más frescos y bañados por el mar. Pero hasta los tiempos del Romanticismo, lo de la playa, no se veía bien. Isabel II eligió las costas del norte, en Lequeitio. Su nuera, María Cristina de Habsburgo, esposa y viuda de Alfonso XII se inclinó también por San Sebastián, en concreto por el Palacio de Miramar, en el que su hijo pasó parte de los veranos juveniles. No fue hasta comienzos del siglo XX, 1913, cuando Alfonso XIII y su esposa Victoria Eugenia, se inclinaron por Santander y el Palacio de la Magdalena, en la actualidad propiedad del Ayuntamiento.
Franco, que no era nada royal pero que mandaba en España, decidió volver a su Galicia natal, al polémico Pazo de Meirás. No en El Ferrol, entonces del Caudillo, sino a escasos kilómetros de La Coruña. El resto del verano lo pasaba en las playas de San Sebastián, alojado en el Palacio de Ayete. El Azor nunca faltaba. Lo de Mallorca es muy reciente. Fue en los años de la transición cuando se ofreció a los entonces jóvenes monarcas don Juan Carlos y doña Sofía un lugar en el que disfrutar del ocio estival. Hubo muchas propuestas y terminaron aceptando Marivent. Por ahí desfilaron los parientes griegos y hasta el entonces príncipe Carlos con lady Di. ¿Qué habrá sido del Fortuna? Ahora Felipe y Letizia solo van para la foto y el resto, lo desconocemos. Es parte de su privacidad. Lo de Sangenjo –Sanxenxo me gusta poco– y las regatas, de momento, no sabemos lo que durará…