Eulalia de Borbón, la infanta que protagonizó el primer divorcio en la Familia Real española
La Infanta Eulalia, inconformista y fuertemente feminista para la época, tras cuatro años de matrimonio con Antonio de Orleans, tomaría una decisión controvertida y revolucionaria: el divorcio
«Fue la más rebelde de las hijas de Isabel II. Inconformista y fuertemente feminista para la época, llevó una vida desordenada que la distanció de su sobrino el Rey Alfonso XIII». Con estas palabras describe, Cristina Barreiro, autora de Las hijas de Isabel II. Y verdaderamente fue así.
Nació el 12 de febrero 1864 en el Palacio Real de Madrid, pero cuatro años más tarde, la familia real se vería azotada por la revolución de La Gloriosa obligándoles al exilio en París. Aquí se educaría, junto con sus hermanas, en el prestigiosos Colegio del Sagrado Corazón. París vería crecer a una niña risueña y espabilada con un gran interés por la cultura, sobre todo, la literatura.
Tras la restauración de los Borbones en el trono español en la persona de Alfonso XII, las Infantas regresaban a Madrid en 1876. La entonces adolescente Eulalia apareció como la más guapa de las tres hermanas del Rey. Era rubia, esbelta carismática, apasionada e inquieta, pero acostumbrada a la libertad de la ciudad francesa comenzó a sentir cierto inconformismo ante la rigidez protocolaria de palacio.
Con el nuevo modelo político ideado por Cánovas con el que se intentó dar estabilidad a la Monarquía Parlamentaria, era necesario orquestar buenos casamientos que sirviesen a la Corona. Por lo que, en 1885, al caer enfermo de tuberculosis, Alfonso XII, le rogará a Eulalia que diese su consentimiento y su mano a su primo carnal, el príncipe e infante Antonio de Orleans, futuro duque de Galliera.
En 1886, Eulalia obedecería los deseos de su moribundo hermano –Alfonso fallecería el 25 de noviembre de 1885– y contraería matrimonio con su primo. «Eulalia tenía aspiraciones más ambiciosas. Quería experimentar, complacerse y vivir. Sabía que, de algún modo, ese matrimonio la ataba para siempre», nos relata la profesora Barreiro en Las hijas de Isabel II.
La mala relación entre Antonio y Eulalia comenzó a notarse muy pronto debido a las diferencias de carácter y personalidad. A pesar de la falta de amor en este matrimonio no deseado tuvieron dos hijos: Alfonso de Orleans (1886-1975) y Luis Fernando de Orleans (1888-1945). El matrimonio viajó por toda Europa, fueron embajadores de la Familia Real Española en el jubileo de oro de la reina Victoria de Gran Bretaña, celebrado en 1887 en Londres. La Reina Regente, María Cristina de Habsburgo, les envió en misión extraordinaria a Cuba y a Estados Unidos con ocasión de la Celebración de la Exposición Universal de Chicago, siendo los primeros miembros de la Familia Real española en pisar oficialmente el continente americano.
Sin embargo, más allá de esos viajes protocolarios, la pareja real pasó por un matrimonio tormentoso: Don Antonio comenzaba una larga relación sentimental con una campesina andaluza, Carmen Jiménez Flores. El duque de Galliera, aficionado al juego, los festejos y a las cortesanas de la época, terminó por destrozar el matrimonio. Eulalia se sintió humillada por el comportamiento de su esposo y por el gesto de su sobrino, Alfonso XIII, al conceder un título a la amante de Antonio. Pronto, en los mentideros de Madrid se empezó a hablar de las relaciones extramatrimoniales de la Infanta. Para colmo, el estallido de la Guerra de Cuba de 1898 puso de manifiesto el carácter pusilánime de Antonio al fingir enfermedad para evitar luchar al frente. Don Antonio se desvinculó para siempre del Ejército y de todas sus responsabilidades como miembro de hecho de la Casa Real de España.
Cansada de todo, la Infanta Eulalia se trasladó a París para vivir junto a su madre en 1900 y tiempo después anunciaría su deseo de separarse. Una decisión controvertida y revolucionaria para la época. Sería en 1911 cuando lo haría legalmente, suponiendo esto el primer divorcio en la Familia Real española. Y a partir de entonces se avivaría la faceta de viajera de la Infanta, visitando las Cortes europeas como invitada ilustre.
Reivindicó el papel de la mujer en la vida pública y familiar. Fue inconformista, insolente y una abanderada del feminismo de su tiempo. El mismo año de su divorcio publicó en París su libro Au fil de la vie, que fue duramente calificado por la prensa conservadora española de «inmoral, escandaloso y atentatorio contra la religión, la monarquía, las buenas costumbres y el orden establecido». Un libro en el que la Infanta defiende la dignidad de la mujer y el divorcio por lo que su sobrino y Rey prohibiría su entrada a España.
En 1922 regresaría a España. Años más tarde, en 1935 saldría a la luz las Memorias de la Infanta Eulalia de Borbón de un gran interés, a pesar de contener algunos errores históricos pues no fueron escritas íntegramente por ella. A partir de 1936 su residencia será San Sebastián e Irún. Continuará escribiendo libros y en 1946 publicará Para la mujer en el que expresa, nuevamente, su preocupación por el papel de la mujer en la sociedad. Y tres años más tarde publicaría sus Cartas a Isabel II. Mi viaje a Cuba y Estados Unidos, que posteriormente sería relevante para entender el separatismo de Cuba.
Enfrascada en la escritura y el recuerdo de sus viajes, en 1957 sufriría un grave accidente doméstico que la dejaría en una silla de ruedas. Y un año después la inquieta, revolucionaria y apasionada Infanta, fallecía con 94 años.