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«Desembarco de Alhucemas», por José Moreno Carbonero

Alhucemas, el primer desembarco anfibio y combinado de la historia militar

La operación estaba planificada para el 7 de septiembre, pero tuvieron que retrasarlo 24 horas debido a las malas condiciones meteorológicas, lo mismo que sucedería en Normandía casi dos décadas después

Las 8:20 de la mañana del 8 de septiembre de 1925, frente la Bahía de Alhucemas comenzaron los primeros cañonazos desde los destructores y acorazados franceses y españoles, a los que se suma el ruido de los aviones que volaban hacia las posiciones rifeñas para neutralizarlas. Mientras, en el agua, la primera oleada de legionarios, regulares y tropas indígenas avanzaban hacia la costa. Había comenzado el primer desembarco anfibio y combinado de la historia militar: el desembarco de Alhucemas, en el que España se jugaba la victoria o la derrota en la guerra del Rif.

Nunca fue un ataque sorpresa para los rifeños. Abd el-Krim estuvo informado en todo momento por sus espías y sabía que España estaba diseñando un despliegue de grandes dimensiones, pero desconocía cuándo ni dónde se produciría. Durante la mañana se produjeron dos oleadas. Las Banderas del Tercio de la Legión, los tabores de Regulares y tropas indígenas fueron las primeras en subir desde los buques a las barcazas K –las mismas embarcaciones que se utilizaron en Galípoli y que España compró a los ingleses para esta misión–.

Las primeras tropas del Ejército avanzaron hasta cierto punto remolcadas por los torpederos y después continuaron de manera independiente, pero quedaron varadas a 50 metros de la costa. Esto fue un problema porque muy pocos soldados de Tierra sabían nadar, pero al momento los legionarios y regulares saltaron al agua y avanzaron mientras el agua les llegaba al cuello. En la playa, las fuerzas rifeñas les estaban esperando y los legionarios tuvieron que ascender por los acantilados esquivando una lluvia de balas y proyectiles, algunos de ellos provenientes de fuego amigo desde los buques.

El general Saro con el general Sanjurjo en la playa de la Cebadilla, donde se efectuó el desembarcoRevista ilistrada La Esfera 1925

El despliegue fue rápido a pesar de las dificultades, y Primo de Rivera envió un mensaje al rey por la radio del acorazado Alfonso XIII: «A las doce las tropas han puesto pie en la bahía de Cebadilla. A las doce y media han coronado la posición, tras breve preparación de fuego y sin gran resistencia». El primer ataque había desplegado a unos 13.000 hombres en las playas de Ixdain y Cebadilla, por la tarde continuó el desembarco logístico y el avance en tierra de las unidades. A principios de octubre la guerra había terminado.

La operación fue un éxito para ser la primera vez se hacía, pero no fue cosa del azar, llevaba tiempo preparándose. El plan del desembarco suponía una triple novedad. Primero, el mando conjunto debía coordinar la fuerza naval, de infantería y aviación; segundo, era la primera vez en la historia que los carros de combate se desplegarían sobre la playa como parte de un ataque anfibio; y tercero, era una operación conjunta entre España y Francia. Meses antes del desembarco, Primo de Rivera ya estaba diseñando una estrategia militar para acabar con el «Problema de Marruecos», aunque a partir de agosto de 1925 contó con el apoyo del general Philippe Pétain, el «héroe de Verdún» y un gran estratega que terminó siendo considerado un traidor durante la ocupación nazi posterior.

El 21 de agosto de ese mismo año se reunieron en Algeciras los Estados Mayores de cada país para tratar el asunto, y ocho días después Pétain y Rivera se reunieron en Tetuán. Ahora tocaba trasformar la estrategia en acción militar. La derrota no era una opción y España destinó todo su potencial bélico sobre la Bahía de Alhucemas. De hecho, es fundamental conocer los datos del despliegue para comprender la importancia de esta batalla en la historia militar.

La primera batalla anfibia en datos

Por su lado, Primo de Rivera asumió el mando supremo, y contó con el general Sanjurjo para dirigir las fuerzas terrestres, que se dividían en dos brigadas. La brigada de Ceuta estaba al mando del general Leopoldo Saro Marín, al que se le encomendó el objetivo de llegar al Morro Nuevo –una de las zonas limítrofes de Alhucemas– después de desembarcar en la playa de Cebadilla. Bajo su mando tuvo a los coroneles Francisco Franco, Miguel Campins y Martín González, cada uno comandaba una columna. Después, en la Brigada de Melilla el general Fernández Pérez tenía bajo su mando al coronel Félix Vera Valdés y Manuel Doded, el responsable del desembarco de más de 13.000 hombres al día siguiente y un gran estratega que llegó a ser jefe de planes en África años después.

Al mando de la flota estaba el vicealmirante Francisco Yolif, que contaba con la 2ª Escuadra de las fuerzas navales del Norte de África, comandadas por el contralmirante Guerra Goyena que dará apoyo a la Brigada Ceuta con los acorazados Alfonso XIII, con una capacidad de fuego de 8 cañones de 305 milímetros (con un alcance de 30 kilómetros) y otros 20 cañones de 102 mm.

Desembarco de Alhucemas en la parte del Guerra del Rif

También desplegaron al Jaime I y al portahidroaviones Dédalo, que portaba un globo aerostático para reconocimiento. Por si fuera poco, la escuadrilla estaba formada por cuatro cruceros, dos destructores, siete cañoneras, seis torpederos, 11 guardacostas, cuatro remolcadores, cuatro Aljibes, 24 mercantes de transporte y tres vapores que cumplieron las funciones de buque hospital.

Por supuesto, fueron fundamentales las 26 barcazas tipo K que se emplearon para el desembarco de tropas. Por su parte, los franceses al mando del almirante Hallier aportaron el acorazado París, que tenía una potencia de fuego de 12 cañones de 305 mm, 22 cañones de 138 mm y cuatro tubos lanzatorpedos de 450 mm, los cruceros Metz y Strasbourg, dos torpederos y algún buque menor.

No podemos olvidar a la fuerza aérea, que por aquellos años pertenecía al Ejército de Tierra, concretamente a la sección de Aviación militar. Al mando del general Soriano, la misión de las tres escuadras que participaron atosigando a los enemigos los días antes y durante la batalla con aviones bombarderos de clase Savoie e hidroaviones bombarderos de clase Macchi M-18AR. Además, participaron en labores de reconocimiento con un dirigible y aviones Junkers F-13 que cedió la Cruz Roja. Los franceses desplegaron dos enormes Farman Goliath.