Rommel, el general alemán que se ganó el respeto de Churchill y la enemistad del nazismo
Fue el mariscal de campo más joven de la historia de Alemania y se ganó el respeto de los Aliados por sus capacidades y su honor como oficial durante la Segunda Guerra Mundial
El 15 de noviembre de 1881 nació Johannes Erwin Eugen Rommel, quién sería uno de los grandes generales alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. De él dijo el primer ministro Winston Churchill que era «un audaz y hábil enemigo», pero debo decir que, pese a los estragos de la guerra, es «un gran general». Encumbrado por los suyos y respetado por sus enemigos por su caballerosidad en la batalla, fue un ferviente seguidor de Hitler, hasta que comprendió que estaba luchando por un criminal alejado del honor militar que Rommel defendía.
De una familia burguesa de luteranos, el joven Johannes no tenía tradición castrense, es más, su padre era profesor de matemáticas en Heidenheimen, en la región de Württemberg, donde vivían. Nunca fue un estudiante modelo, aunque destacó desde temprana edad por su fortaleza física. Cuando terminó la escuela quiso estudiar una ingeniería, pero su padre se lo prohibió y decidió ingresar en el Ejército alemán, donde podría fraguarse una carrera de prestigio.
Fue condecorado, pero esta vez con la Pour le Mérite, una de las mayores condecoraciones alemanas reservadas hasta entonces solo a generales
Durante su formación militar ingresó en la Escuela Militar de Danzig, donde estuvo dedicado plenamente a su formación militar, aunque encontró tiempo suficiente para conocer a Lucie Maria Molin, su futura esposa. Tras licenciarse empezó una exitosa carrera al ascender rápidamente de cabo a sargento. Al estallar la Primera Guerra Mundial participó con su regimiento en la región de Argonne donde ascendió a teniente por sus actos de valor. Por sus acciones en las trincheras consiguió ganarse el respeto de sus hombres y en 1915 le concedieron la Cruz de Hierro de primera clase.
Al año siguiente aprovechó un permiso para casarse con Lucie y a su vuelta fue enviado al frente italiano, donde demostró gran audacia en los combates de Longarone y otras regiones. De nuevo fue condecorado, pero esta vez con la Pour le Mérite, una de las mayores condecoraciones alemanas reservadas hasta entonces solo a generales.
«Sudar ahorra sangre»
Tras la Gran Guerra, Rommel fue uno de tantos otros alemanes que se sintió defraudado con la firma del armisticio entre su país y Francia. Durante la postguerra pasó los siguientes nueve años en Stuttgart, viviendo una vida tranquila junto a su esposa y criando a su hijo Manfred. En 1932 fue nombrado comandante y trabajó como instructor en la Escuela Militar de Dresde. Rommel era un militar tradicional, de carrera y con unos códigos de estrategia y ética de guerra. Sus adiestramientos se hicieron famosos porque exigía a sus hombres una gran resistencia física, enfrentándolos a caminatas y adiestramiento continuo. Él mismo afirmaba que «sudar ahorra sangre».
Esta actitud fue apreciada por Hitler, pero despreciada por los líderes militares del partido nazi, que además se burlaban de su acento suabo. A pesar de todo, el experimentado militar continuó ocupando cargos de responsabilidad como la dirección de la Academia Militar de Weiner-Neustadt, en Austria. Durante esta etapa publicó su libro sobre estrategia militar: Ataques de infantería (Infanterie greift an), que gustó mucho a Hitler. Tanto es así que lo nombró comandante en jefe de su batallón de escolta durante sus visitas a Austria.
Desde entonces y con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, la fama de Rommel aumentó por su destreza en el mando de la 7ª División Panzer. En 1941 se haría cargo de los Afrika Korps, donde pasaría a los libros de historia como el «Zorro del desierto», pero eso ya es otra historia.