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Ángel Ganivet

De cómo la pérdida de las últimas colonias españolas afectó a los intelectuales del 98: el caso de Ganivet

Fue trasladado a la entonces ciudad rusa de Riga, a donde llegó un agosto de 1898 y a finales de noviembre de ese mismo año el escritor y diplomático granadino se suicidaría tirándose a las heladas aguas del Dvina

Riga es una de las ciudades más espectaculares del norte de Europa, situada a las orillas de un Báltico agreste, de arenales inmensos, de dunas altas y ocres y de un mar grisáceo y encrespado. Esta ciudad, hanseática y milenaria, está rodeada de bosques de pinos y abedules y la atraviesa un río imponente partiéndola en dos: el Daugava para los letones y Dviná para los rusos. Desde Kipsala, oteando el norte, se puede ver en sus aguas el reflejo de las altivas torres de Vecriga. Esas mismas aguas en las que murió Ángel Ganivet en un noviembre de 1898.

Ganivet, cónsul de España y uno de los precursores de la generación del 98, es hoy un escritor relativamente olvidado y así como su obra tuvo bastante predicamento entre las elites de la España de principios del XX, (sobre todo su Idearium español, que acompañó a muchos intelectuales a la Guerra Civil y al exilio), actualmente su lectura es minoritaria y creo que interesa más su obra epistolar (resulta especialmente interesante su correspondencia con Unamuno) o su particular percepción antropológica y social de los países nórdicos (cartas finlandesas, hombres del Norte).

Ángel Ganivet: retratado por José Ruiz de Almodóvar

Cuando cerró, por falta de actividad, el Consulado de España en Helsinki, llamado en la época «Helsingfors», tal y como aún se denomina en sueco, (aunque Finlandia formaba entonces parte de la Rusia zarista), Ganivet fue trasladado a la, también entonces, ciudad rusa de Riga, a donde llegó un agosto de 1898 y en donde apenas viviría unos meses, ya que a finales de noviembre de ese mismo año el escritor y diplomático granadino se suicidaría tirándose a las heladas aguas del Dviná.

Sufre una seria depresión

Los últimos meses de Ganivet, así como su trágica muerte, están envueltos en cierto halo de misterio. La biografía de Antonio Gallego, Ángel Ganivet. El excéntrico del 98, aporta algunos datos interesantes, así como el artículo de Amanda Martínez en el Ideal. Está documentado que los meses que pasa en Riga sufre una seria depresión. Así se lo escribe en una carta a su amigo Navarro Ledesma. Acusa la pérdida del imperio colonial y el papel secundario que el nuevo orden político internacional reserva a España.

Pero también sufre ciertas angustias vitales en su vida personal. El cambio de ciudad, amores nórdicos de los que sale despechado, especialmente el de Masha Djakoffsky, su ambigua e insatisfecha relación con Amelia Roldán, de la que sospecha infidelidades y todo ello en la antesala del duro y frío invierno letón que se avecina. Su amigo y colega alemán advierte a la Embajada del empeoramiento de su salud mental y de sus manías persecutorias.

El día que se suicida, el cónsul Ganivet deja su casa en la orilla sur del Dviná y cruza, como cada día, el río en un ferry ya que el Consulado se encuentra en la orilla Norte (actualmente la Cancillería de la Embajada y la Residencia de Embajador están situadas de la misma manera).

Vista del río Dviná en Riga

Pero aquél no es un día cualquiera, era el día en el que su amante y madre de sus hijos, Amelia Roldán, llegaba a Riga. En mitad del trayecto Ganivet se lanzó al agua, los pasajeros dieron la voz de alarma y la tripulación consiguió subirlo a bordo aún con vida, con demasiada vida porque el granadino forcejeó y consiguió zafarse de sus salvadores para arrojarse nuevamente al río, del que ya fue rescatado sin vida.

Posiblemente sufrió una hipotermia, ya que a finales de noviembre la temperatura de las aguas es muy baja, empiezan a aparecer placas de hielo flotando y un mes más tarde el río se helará por completo. De hecho, algunos osados lo cruzan a pie y todas las primaveras, algunos pescadores mueren ahogados, pues al llegar el deshielo la capa se vuelve muy fina, pero ellos no se resisten a bajar al río, hacer sus agujeros en el hielo y tender el anzuelo mientras trasiegan una botella de vodka.

Ganivet fue enterrado en Riga un 3 de diciembre de 1898. En 1921 el periodista de El Imparcial, Enríquez Domínguez Rodiño localizó su tumba y desde su periódico impulsó el traslado de los restos mortales a Granada, su ciudad natal. En el trayecto se le rendirán homenajes en Irún, San Sebastián y Madrid.

Hoy, en Riga, todavía existe la casa en la que vivió Ganivet. Una bonita construcción de madera del XIX y una placa situada delante del jardín recuerda al de la generación del 98. También, en ocasiones, algunos hispanistas letones publican artículos sobre el escritor. Son los rescoldos de la inmortalidad que las frías aguas del Dviná nunca consiguieron apagar del todo.