El ataque a Pearl Harbor: los 90 minutos que desataron la guerra en el Pacífico
«Tengo el honor de ser, con alta consideración Señor, su obediente servidor, Winston S. Churchill», así terminó la carta de declaración de guerra a Japón el premier, y justificó su estilo diciendo que «cuando tienes que matar a un hombre no cuesta nada ser educado»
A las siete y cuarenta y ocho minutos de la mañana, el cielo de Pearl Harbor se llenó, por sorpresa, de más de un centenar de aviones japoneses que empezaron a lanzar bombas contra los buques estadounidenses que estaban fondeados. Era 7 de diciembre de 1941, «una fecha que permanecerá en la infamia porque Estados Unidos de América fue atacada repentina y deliberadamente por fuerzas navales y aéreas del Imperio de Japón», afirmó Franklin D. Roosevelt en su discurso frente al Congreso al día siguiente.
El ataque conmocionó a la opinión pública norteamericana, pero la reacción del gobierno no se hizo esperar y el presidente de Estados Unidos pidió al Congreso «que declare […] el estado de guerra entre Estados Unidos y el Imperio japonés».
«Es necesario poner de manifiesto que la distancia desde Japón hasta Hawai evidencia que el ataque fue deliberadamente planeado muchos días, e incluso semanas, atrás». De hecho, Yamamoto y el capitán naval Minoru Genda, llevaban meses planificando un ataque, porque Japón y Hawái están separadas por 6.500 kilómetros, lo que hacía imposible un ataque directo desde el país nipón.
Su misión consistía en destruir un aeródromo cercano y la base aérea
Aunque pueda parecer imposible, la flota imperial japonesa formada por seis portaviones, 14 destructores, ocho petroleros y 28 submarinos navegó durante semanas hacía Pearl Harbor sin que los aviones de reconocimiento norteamericanos o ingleses los detectasen. La primera oleada que atacó Hawái la componía una formación de unos 180 aviones Mitsubishi A6M «Zero». Por supuesto, los radares norteamericanos detectaron su presencia a varias millas de distancia, pero creyeron que eran seis bombarderos que habían salido de la base para un vuelo rutinario.
La primera oleada no solo atacó los buques, su misión consistía en destruir un aeródromo cercano y la base aérea, y al mismo tiempo varios submarinos japoneses torpedearon a los cruceros norteamericanos, que eran un blanco fácil. Todo esto sucedió en cuestión de minutos, y siendo domingo la mayoría de los marinos estaban descansando. Mientras las dotaciones de los buques intentaban derribar los aviones japoneses, empezó una segunda oleada formada por casi 200 aviones.
90 minutos de destrucción
El vicealmirante Chūichi Nagumo, que estaba al mando de la operación, ordenó la retirada de sus fuerzas una vez acabó esa segunda oleada. La misión había sido un éxito a pesar de los 29 aviones que perdieron. Los norteamericanos habían sufrido más de 2.400 bajas y más de mil heridos. La mitad de los muertos del ataque pertenecían a la dotación de un solo acorazado, el USS Arizona, que explotó y se hundió junto a la costa al ser alcanzado su depósito de municiones por un proyectil japonés. El USS Oklahoma sufrió un destino similar y acabó destrozado.
Los japoneses dañaron unos 18 buques de guerra y casi la mitad de los aviones norteamericanos terminaron destruidos
En total, los japoneses dañaron unos 18 buques de guerra y casi la mitad de los aviones norteamericanos terminaron destruidos. Solo 8 aviones de un total de 402 lograron despegar durante la batalla para enfrentarse al enemigo. La flota del Pacífico había quedado seriamente diezmada, pero aún contaba con los tres portaviones destinados en la región, que estaban lejos de Hawái.
La estrategia militar japonesa para dominar el Pacífico había comenzado, pero «me temo que hemos despertado a un gigante dormido que debe estar lleno de venganza» dijo el almirante Isoroku Yamamoto a su Estado Mayor tras la batalla en Pearl Harbor.
Una reflexión que tomó forma en el discurso ante el Congreso del presidente norteamericano el día después del ataque: «he ordenado que se tomen todas las medidas para nuestra defensa. No importa el tiempo que nos tome superar esta invasión premeditada, el pueblo estadounidense con su legítimo poderío triunfará hasta conseguir la victoria absoluta […] no sólo nos defenderemos hasta el final sino que nos aseguraremos de que esta forma de traición no nos vuelva a poner en peligro nunca más. Con confianza en nuestras fuerzas armadas –con la ilimitada determinación de nuestro pueblo– obtendremos el inevitable triunfo, con la ayuda de Dios».
Pocos minutos después de iniciarse la operación japonesa en Pearl Harbor, el gobierno japonés lanzó también un ataque general contra la isla de Midway y otras ciudades y regiones en Malasia, Hong Kong, Guam, las islas Filipinas, la isla de Wake. Además, enviaron un ultimátum al reino de Tailandia para que permitieran desplegarse a sus tropas por territorio tailandés, y las dos horas iniciaron un desembarco masivo que provocó enfrentamientos armadas entre ambos ejércitos.
Ante estos ataques Australia, Filipinas, Gran Bretaña, el gobierno neerlandés en el exilio, Canadá y Nueva Zelanda declararon la guerra a Japón. También lo hicieron otros países que poco tenían que ver con el conflicto como Costa Rica, El Salvador y Republica Dominicana. Japón había iniciado una guerra global en el Pacífico de un día para otro.