Segunda Parte
Tora, Tora, el ataque a Pearl Harbor: torpedos, bombas y proyectiles arrasaron la base norteamericana
Los estadounidenses perdieron 188 aviones, murieron 2.331 militares y 55 civiles y sufrieron 1.139 heridos. Esto le dio razones suficientes a Roosevelt para declarar una guerra abierta
El almirante Yamamoto, que había dicho «no es sabio el que gana la guerra, sino el que la evita», ideó un plan para destruir la flota estadounidense del Pacífico para ganar un tiempo que Japón usaría para conquistar el Asia sudoriental. Tokio no pretendía derrotar a EE.UU. (sabía que no podía), sino destruir su flota en el Pacífico para ponerle ante el hecho consumado de la hegemonía japonesa para cuando la hubiera reconstruido.
El ataque a Pearl Harbor
El complejo y audaz plan de ataque a Pearl Harbor de Yamamoto implicaba desplazar una enorme fuerza de portaaviones a miles de kilómetros sin ser descubierta.
La guerra del Lejano Oriente empezó a la 1:15 de la madrugada del 7 de diciembre de 1941, con un bombardeo naval para el desembarco en Malasia, y el ataque a Pearl Harbor siguió horas después; fue una sorpresa táctica total.
La ofensiva comenzó a las 7:48, hora local, y fue ejecutada por 353 cazas, bombarderos y torpederos desde seis portaaviones nipones. El capitán piloto Mitsuo Fuchida dio la orden de ataque desde su avión Nakajima B5N2: «¡Tora, Tora, Tora!». Comenzaba la operación Z invocando al tigre (tora). Los agresores volaron en dos oleadas. Fuchida disparó contra el acorazado Pennsilvania. Torpedos, bombas y proyectiles arrasaban la base norteamericana. El jefe del segundo grupo, Fusaka Lida, balanceó su avión Mitsubishi A6M «Zero» para avisar a sus pilotos; estaba sin combustible y efectuó un ataque kamikaze contra un hangar: ¡Banzai!
Resultaron dañados los ocho acorazados estadounidenses atracados en el puerto, y cuatro de ellos se hundieron, pero las aguas eran poco profundas. Posteriormente, dos fueron reflotados y cuatro reparados, lo que influyó en la guerra posterior. El ataque también hundió o dañó tres cruceros, tres destructores, un buque escuela y un minador. Los estadounidenses perdieron 188 aviones, murieron 2.331 militares y 55 civiles y sufrieron 1.139 heridos.
El vicealmirante Nagumo, comandante de la fuerza japonesa, carecía de carburante y no ordenó hacer una tercera oleada. Yamamoto le riñó por ello, pero él no iba a bordo del acorazado Nagato. Los portaaviones norteamericanos Enterprise, Lexington y Saratoga habían abandonado el puerto previamente y resultaron ilesos. Tampoco consiguieron los nipones destruir los depósitos de combustible ni los apostaderos de los submarinos estadounidenses.
Los japoneses perdieron 29 aviones y cinco minisubmarinos, además de sufrir 65 bajas entre muertos y heridos. La operación había durado tres horas. Los resultados, aunque aparentemente espectaculares, resultaron exiguos.
El secretario de Estado norteamericano, Cordell Hull, estaba al tanto del ataque a Pearl Harbor. Hacía un año que sus criptoanalistas descifraban las comunicaciones japonesas. También conocía previamente la declaración de guerra que los diplomáticos japoneses entregaron tarde por falta de personal. Acaso este conocimiento previo tuvo algo que ver en la apresurada salida previa de los tres portaaviones. El presidente Roosevelt tenía ya la justificación para hacer la guerra abierta.
Vae victis: ¡ay, de los vencidos!
Japón fue de victoria en victoria hasta la derrota final. En los cinco primeros meses de 1942, tomó Singapur y las Indias Orientales holandesas, echó a MacArthur de Filipinas, ocupó Corregidor y Mandalav. Fueron victorias baratas: un centenar de aviones, algunos destructores y 25.000 toneladas de la flota mercante japonesa. En junio de 1942, la Navy USA rompió los dientes a la Armada del Sol Naciente en la batalla de Midway. Los japoneses perdieron cuatro portaaviones, un crucero pesado, 248 aeronaves y la supremacía. El vicealmirante Nagumo se suicidó después.
En Estados Unidos 120.000 japoneses fueron internados en diez campos de concentración hasta 1946. Incluso los niños nipones adoptados por familias blancas fueron trasladados a los campos.
El 29 de agosto de 1945, tras arrojar dos bombas nucleares que llevaron a la rendición de Tokio, Washington nombra al general MacArthur gobernador de Japón. Condenó a 3.000 oficiales nipones a prisión y ejecutó a 920. Hasta 1945, Japón carecía de un sistema de leyes codificadas y reglamentadas y tampoco un código de derecho común supervisado por los jueces.
Comenzaban siete años de ocupación militar. Væ victis.