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Hitler (extremo derecho, sentado) con sus compañeros del Regimiento de Infantería de Reserva 16 de Baviera

Hitler (extremo derecho, sentado) con sus compañeros del Regimiento de Infantería de Reserva 16 de BavieraBundesarchiv / Wikimedia Commons

Desmontando el mito de Hitler en la Gran Guerra: no fue un héroe, sino «un cerdo de la retaguardia»

Su vanagloriada trayectoria en la contienda de 1914 a 1918 fue una elaborada fabricación del régimen nazi. Sus compañeros se referían a él como etappenschwein, es decir, «un cerdo de la retaguardia»

La Primera Guerra Mundial estalló cuando Adolf Hitler tenía 25 años. Sin estudios (había abandonado el colegio a los 16 años) y con un trabajo malo, la única opción que le quedaba era alistarse como voluntario. «El 3 de agosto de 1914 presenté una solicitud directa ante el Rey Luis III de Baviera, con la petición de ser incorporado a un regimiento bávaro», escribió en su Mein Kampf. Se sabe que su petición fue aceptada y se unió al Regimiento 16 de Infantería de Reserva o Regimiento List.

En sus memorias, el dictador alemán recuerda su participación en el Somme –la que sería una de las batallas más sangrientas de la Gran Guerra– en 1916 hasta caer herido por una granada por lo que sería trasladado a la retaguardia hasta «finales de 1917», indica. Entonces se reincorporó a su antigua unidad. A pesar de describir sus peripecias en la Primera Guerra Mundial de forma general y sin detallar, deja entrever (y más tarde afirmaría) que su labor era en primera línea de combate.

Caricatura de Hitler (3º por la izquierda) 1914-1915

Caricatura de Hitler (3º por la izquierda) 1914-1915

Según recoge en su Mein Kampf, en una ocasión quedó ciego por gases venenosos. Aquel incidente ocurrió en 1918 en una colina cerca de Ypres. Hitler descansaba en un búnker cuando las tropas inglesas lanzaron gas mostaza en el interior de la fortificación: «Al amanecer, fui presa de terribles dolores». Fue trasladado al hospital militar donde le comunicarían el 11 de noviembre la noticia del armisticio mientras estaba recuperándose. Gracias a esta actitud de «guerrero impávido» obtuvo dos cruces de hierro, la condecoración más importante del Ejército alemán.

Esta narrativa se convertiría en una parte imprescindible de su propaganda para engrandecer su imagen: un soldado aguerrido dispuesto a morir por su país. Su leyenda se fue consolidando en el imaginario alemán de tal manera que incluso libros infantiles de 1935 describían al canciller de la Alemania nazi como «el soldado más valiente de cada batalla», que fue «condecorado por ser siempre tan valiente y obediente» en combate.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad: la misión que desempeñó Hitler en la Gran Guerra fue de mensajero llevando documentos y partes desde y hasta los distintos batallones; a pesar de no ser tarea fácil, en muy pocas ocasiones se vio involucrado en primera línea ni combatió en las trincheras tal y como él mismo dejaba entrever.

Convertir una mentira en un hecho histórico

Durante años, nadie cuestionó nunca los méritos de los que se vanagloriaba el antiguo cabo del Regimiento 16 de Infantería hasta que el historiador Thomas Weber de la Universidad de Aberdeen publicó en 2012 una obra titulada La primera guerra de Hitler en la que desvela datos novedosos en la biografía del dictador alemán.

La visión que aporta Weber tras acceder a documentos y cartas originales del Regimiento List nos muestran a un Hitler totalmente diferente: fue un soldado raso, y no cabo. Solitario y anodino, no demostró ninguna capacidad de liderazgo: «Nunca fue ascendido porque ningún oficial vio en él dotes de mando», asegura el historiador en su obra La primera guerra de Hitler. En las páginas de esta obra nos describe a un Hitler encargado de tareas de retaguardia, rechazado por los soldados del frente: sus compañeros se referían a él como «etappenschwein», es decir, «un cerdo de la retaguardia».

Hitler (extremo izquierdo de la fila inferior) posa con otros soldados alemanes y su perro Fuchsl

Hitler (extremo izquierdo de la fila inferior) posa con otros soldados alemanes y su perro Fuchsl

Con un 70 % de material inédito, la investigación que lleva a cabo Weber tumba mitos creados y exagerados por el dirigente nazi: su papel como «valiente, intrépido y extraordinario» soldado e incluso «la camaradería que vivió en las trincheras» fue algo que el Partido Nazi utilizó desde el principio para «extender su influencia más allá de la extrema derecha», aseguró el historiador. El poder de tergiversación de los nazis fue tal que consiguieron convertir en hecho histórico la idea de que la brutalidad del conflicto influyó en el desarrollo de su ideario político, que acabaría radicalizándose por el sentimiento de que Alemania fue humillada por los aliados con el Tratado de Versalles.

Lo cierto es que «Hitler era un elemento atípico en el regimiento al que pertenecía y realmente no sufrió una radicalización por la guerra», subrayó Weber, convencido de que la Primera Guerra Mundial era su «auténtico talón de Aquiles» y que los nazis temieron durante mucho tiempo que esta narrativa de «héroe de la Gran Guerra» se derrumbase.

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