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Retrato del general Menacho

El general Menacho y la defensa de Badajoz: se negó a rendirse ante los franceses al grito de «Viva la Patria»

En septiembre de 1810, se encargó de organizar su defensa frente a las tropas de Soult, muy superiores en número y armas. El general español fue «alto ejemplo de como se deben defender las plazas, sin más doctrina ni reglamento que morir con ellas y con ellas honrarse»

El 4 de abril de 1811, los franceses lograron abrir una brecha entre los baluartes de Santiago y San Juan en la ciudad de Badajoz. El general Menacho, mariscal de campo, gobernador militar y político de la ciudad y general en jefe de la guarnición, acudió al lugar para ponerse al frente de sus hombres, ordenar una salida de granaderos para tratar de destruir las baterías francesas y reorganizar la defensa en ese punto débil. Desde marzo, Soult pidió reiteradamente la capitulación de la plaza. Las negativas de Menacho fueron reiteradas.

El mariscal francés sabía que la toma de la ciudad iba a ser laboriosa y sangrienta. Arrecieron las embestidas galas comandadas por el duque de Dalmacia, y se resistía a todas desde la ciudad. Los paisanos se habían unido a la tropa. Menacho había sido herido anteriormente, estaba débil y dolorido, con el brazo izquierdo apoyado sobre el hombro del sargento de sus ordenanzas Giral, y el derecho sobre el bastón.

Trataban de impedir que España pasara a formar parte del Imperio francés y estuviera bajo el poder del Emperador Corso

Se afanó en dirigir las obras de fortificación y defensa para que los franceses no tuvieran más remedio que tomar la ciudad palmo a palmo. Cuando comprobaba como se abrían trincheras y troneras, una bala con metralla le alcanzó. Murió ese mismo día con la esperanza de que llegaran fuerzas hispano británicas desde Portugal para auxiliar a la ciudad. Mantuvo la moral alta de militares y paisanos porque, como señala Gómez Villafranca en Extremadura en la Guerra de la Independencia (Badajoz 1908), en esos casos «hacía falta un ánimo director como el de Menacho, de superior temple».

Hay momentos en que el mérito máximo de una persona es estar en su sitio y cumplir con su deber. A veces, como en la guerra, ese cumplimiento es extremo y las consecuencias también. En este aspecto, durante la Guerra de la Independencia, algunos militares españoles que luchaban contra Napoleón cumplieron con ese destino y lo pagaron con la muerte. Trataban de impedir que España pasara a formar parte del Imperio francés y estuviera bajo el poder del Emperador Corso.

A pesar de que el Rey impuesto fuera mejor que el Rey español y que algunas de las ideas avanzadas de Bonaparte fueran necesarias para el progreso. No era necesario, entendieron, someterse a la ligazón imperial para lograr el avance político, social y económico. Napoleón no lo tuvo fácil, se encontró con mucha resistencia en la península. Los españoles le cobraron cara su aventura.

Si en campo abierto necesitaron de la ayuda de Wellington, la defensa a muerte de las ciudades sitiadas supuso una serie de acciones heroicas. No pudieron mantenerlas, y el asalto final fue seguido de violencia y saqueo, pero dejaron la impronta del valor y la honradez. Son conocidos los casos de militares que sostuvieron el asedio hasta el final de las fuerzas como Palafox en Zaragoza o Álvarez de Castro en Gerona. Menos conocido, pero igual de importante, fue la defensa de Badajoz por el general Menacho.

Héroe de Badajoz

Rafael Menacho había nacido en Cádiz en 1766. Estuvo destinado en Ceuta cuando la ciudad estuvo sitiada por el sultán en 1791. Menacho protagonizó una acción épica cuando, al mando de su compañía, asaltó La Talanquera, el lugar dese donde las baterías marroquíes bombardeaban la ciudad española. Incendió luego El Serrallo y obligó a las fuerzas del sultán a retirarse a Tetuán. Luchó contra Francia y fue herido en Cataluña entre 1793 y 1795, contra Portugal en la Guerra de las Naranjas de 1802 y en el sitio de Gibraltar en 1805.

El inicio de la guerra contra Napoleón le cogió en Andalucía y estuvo en la vanguardia de Peña en Bailén, donde alcanzó el grado de coronel. Combatió también en Tarancón haciendo huir al mariscal Víctor aunque luego fueran derrotados en Uclés, en Medellín donde ascendió a general y en Mérida. Continuó en Extremadura combatiendo sin descanso.

Tuvo que entrar por la noche en Badajoz sitiada por los franceses y sin guarnición, para auxiliar al marqués de la Romana. El marqués lo destinó a Olivenza y desde allí se encaminó al sur. Estaba en Santa Olalla cuando los franceses tomaron Sevilla y tuvo que replegarse por Feria, donde fue sitiado. Venció al enemigo pero volvió a estar cercado en Salvatierra, sin víveres, y de donde salió valiéndose de una añagaza que confundió a los franceses. Pudo por fin llegar a Badajoz y entrado de noche, con su división, burlando a los sitiadores y provocando la aclamación popular. Todavía tuvo que combatir más al sur en las batallas de Cantalgallo y Jerez de los Caballeros.

En septiembre de 1810, se encargó de organizar su defensa frente a las tropas de Soult, muy superiores en número y armas. Era muy complicado oponerse a la potencia gala, pero lo intentó. En esa época, Badajoz conservaba unas largas murallas, unas árabes en la alcazaba y otras posteriores que resguardaban la ciudad y eran protegidas por baluartes y revellines. Estaban en muy buen estado. La alcazaba se conserva en la actualidad y el resto de murallas fue desapareciendo a partir de la Guerra Civil, aunque quedan algunos restos.

Una ciudad que recuerda al general que hace más de doscientos años la defendió de la invasión. «Alto ejemplo de como se deben defender las plazas…, sin más doctrina ni reglamento que morir con ellas y con ellas honrarse», escribió Emilio Cróquer en la Noticia genealógica y biográfica de Menacho (Cádiz 1912). Trágico destino de la obligación.