Fundado en 1910

Españoles en el Colorado por Augusto Ferrer-Dalmau

Tras la huella hispana (II)

¿Queda todavía legado español en Norteamérica?

La gran expansión de España en el continente se produce en Norteamérica, con la conquista del Imperio mexica por parte de Hernán Cortes, al tiempo que Magallanes y Elcano culminaran la primera circunnavegación terrestre

Tras el Caribe y Centroamérica, la gran expansión de España en el continente se produce en Norteamérica, con la conquista del Imperio mexica por parte de Hernán Cortes, al tiempo que Magallanes y Elcano culminaran la primera circunnavegación terrestre. España, en su momento de mayor apogeo, extenderá su dominio continental, desde tierra de fuego hasta los territorios de Nutka y Alaska y desde Florida hasta Oregón.

En Canadá los vascos e incluso los gallegos faenaron durante siglos en aguas de Terranova y parece ser cierta la anécdota que, cuando el explorador Jacques Cartier llegó a la zona en el siglo XVI, los indios le saludaron en vasco. También hay constancia de asentamientos españoles en la actual Columbia Británica, en donde existen bastantes topónimos en castellano, así como dos pecios en sus aguas. Uno hundido en 1694 y otro en 1725.

En Estados Unidos el legado español es muy relevante, no en vano gran parte de ese país perteneció durante 300 años al virreinato de la Nueva España

En Estados Unidos el legado español es muy relevante, no en vano gran parte de ese país perteneció durante 300 años al virreinato de la Nueva España. (España mantuvo en algún momento la soberanía sobre alrededor de 26 estados de los actuales Estados Unidos). Incluso la moneda y su símbolo tienen origen español. Han sido numerosísimas las expediciones y gestas llevadas a cabo por los españoles en este territorio, muchas intencionadamente soslayadas por británicos y estadounidenses.

Podemos citar, entre otros, a Cabeza de Vaca, Pineda, Coronado, Hernando de Soto, Oñate o Junípero Serra. Es por ello que gran número de ciudades y muchos estados mantienen nombre español. También, en la propia independencia de los Estados Unidos, España tendrá un papel esencial y españoles como Bernardo de Gálvez, vencedor en Pensacola y a quien se le debe el nombre de varias ciudades y accidentes geográficos, tiene un retrato en el capitolio y es ciudadano honorario de Estados Unidos.

Hoy en día y debido a la pujanza hispana, la lengua y la cultura siguen muy presentes. Alrededor de 60 millones de personas se definen como hispanos, el 20 % de la población, de los cuales unos 45 millones utilizan el castellano como lengua materna. Importantes políticos, actores, cantantes, deportistas, periodistas y personajes públicos, en general, son de origen hispano. Algunos de los cuales defienden, con vehemencia, el idioma y las raíces históricas hispanas en EE. UU.

En este artículo, además de a México, me referiré a los estados de Florida y California, ya que, en relación con Texas, Nuevo México, Colorado, Wyoming y Montana me remito al artículo que se publicó el pasado mes de agosto sobre la Luisiana española.

Florida

Aunque había sido descubierta previamente por los españoles, la primera gran expedición en el territorio de este estado, y en la que es bautizada con este nombre, es la de Ponce de León y la búsqueda de las fuentes de la «eterna juventud». En 1556 Menéndez de Avilés funda San Agustín de la Florida, la primera ciudad europea en el actual Estados Unidos. Curiosamente una costumbre tan americana como «el día de acción de gracias» la celebró por primera vez, el propio Avilés con los indios saturiwa, en San Agustín en 1565, 56 años antes que la de los ingleses en Massachusetts. Por último, podemos recordar la historia de Fuerte Mosé, defendido por milicias de afroamericanos liberados por los españoles en la Florida a la que llegaban huyendo de la esclavitud a la que estaban sometidos por los ingleses.

California

Desde la conquista del Imperio mexica y la creación de la Nueva España, Cortés impulsará la exploración de la costa del Pacífico. De hecho, el actual golfo de California fue llamado originariamente «Mar de Cortés», nombre por el que también se le sigue conociendo. A partir de entonces se sucedieron expediciones, como las de Ulloa, la de Rodríguez Cabrillo o la de Sebastián Vizcaíno.

La construcción de presidios o fuertes y la importante labor evangelizadora de eclesiásticos como fray Junípero Serra y la fundación de ciudades como Nuestra Señora la Reina de los Ángeles del río Porciúncula, (la actual «L.A.» para los estadounidenses) y San José, por Felipe de Neve o San Francisco por José Joaquín Moraga. Por cierto, que en los escudos de muchas ciudades estadounidenses abundan los motivos de origen español. Por último, y para concluir con Estados Unidos, conviene recordar que otros dos grandes símbolos del país como los caballos y los vaqueros tienen origen andaluz. De hecho, la pretendida conquista del far west nunca fue tal.

El lejano oeste ya había sido conquistado y pacificado por España y sus dragones de cuera, siglos antes de que el séptimo de caballería iniciase sus guerras indias para quedarse con un territorio que la corona siempre les había respetado a las poblaciones autóctonas. En la actualidad y en general, el pasado hispano del país es bastante ignorado por el estadounidense medio, aunque esto también varía de unos estados a otros. No obstante, grandes intelectuales anglosajones han reivindicado ese pasado español de Estados Unidos, como William H. Prescott, Walt Whitman, Charles Fletcher Lummis, Washington Irving o Carrie Gibson, entre otros.

México

El caso de México es muy especial y complejo. Hoy en día el mexicano medio tiene una relación de amor-odio con su pasado hispano. Gran parte de esos prejuicios son debidos, a mi juicio, por una extraordinaria mitificación que se hizo, tras el proceso de independencia, de su pasado precolombino, por ser la cultura mexica entonces la más importante de Mesoamérica, de tal manera que los españoles serían los destructores de esa gran cultura.

En este relato no se dice, sin embargo, que la cultura mexica era también una cultura de terror con sus episodios de sacrificios humanos (entre 20.000 a 30.000 anuales tirando por lo bajo) y canibalismo. Que los mexicas solo controlaban un cuarto del actual territorio de los actuales Estados Unidos de México y que Cortés tomó Tenochtitlan con 850 españoles, pero con más de 135.000 guerreros de pueblos opuestos a ese régimen de terror o que se cambiaron de bando, todos ellos tan ascendientes del mexicano actual como los propios mexicas.

Tampoco se dice que frente a los abusos de algunos españoles, la legislación de la corona fue la más avanzada de su época en el campo del derecho de gentes, que se cristianizó en nahuatl a la población cambiando una religión cruel y bárbara por otra que predica la moral, la misericordia y el amor al prójimo, (por cierto que la segunda gramática del planeta después de la castellana es la del nahuatl), que se fomentó el mestizaje y que en el virreinato de la Nueva España antes de la independencia, con algunas variaciones en función de las áreas, más de un 50 % de la población era indígena, más de un 20 %, mestiza, alrededor de un 16 % española y solo un 0,2 % esclava. (Actualmente las estadísticas más generosas no pasan del 19 % de población indígena en los territorios mexicanos del virreinato y de entre un 1 a un 2 % en los territorios arrebatados a un México independiente por Estados Unidos). Como decía Carlos Fuentes: «España es la única potencia de los siglos XVI, XVII y XVIII que le da un estatuto a los conquistados, a los aborígenes».

Tampoco se suele recordar, como dice el escritor mexicano Juan Miguel Zunzunegui que «el oro que nos robaron está en las catedrales, los retablos y obras de arte, las universidades, las escuelas, los hospitales y las ciudades que nos dejaron los españoles». Tampoco se recuerda que la ciudad del México en los siglos XVII y XVIII era una de las más adelantadas, ricas y cosmopolitas de todo el planeta, con una renta per cápita más alta que la de las colonias inglesas del nordeste y en donde se produce una explosión de artistas, escritores, arquitectos y científicos sin parangón. En definitiva, conviene recordar todo esto porque, frente a los discursos negrolegendarios, la realidad es que México tiene muchas razones para sentirse orgulloso de su periodo novohispano.