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Felipe II y María Tudor

La historia real de los Tudor: ¿estuvo Inglaterra gobernada por psicópatas?

Se puede afirmar sin ambages, que los cinco reyes de la dinastía Tudor fueron unos auténticos psicópatas, a pesar de la idealizada imagen que de ellos muestran las series y películas de hoy en día

En 2007, se estrenó la serie televisiva Los Tudor con un gran éxito de audiencia tanto en Inglaterra como en el resto del mundo. En ella se hizo un recorrido extenso, que no correcto, del reinado del segundo Tudor: Enrique VIII. El actor que lo encarnó, Jonathan Rhys-Meyers, logró darle el glamur con el que los ingleses siempre han sabido «vender» al monarca, al igual que las actrices que encarnaron a las distintas esposas de aquel. Así, la imagen que el espectador recibía era la de una Corte sexy, poderosa y peligrosa. Lo mismo había pasado ya en 1998 con la película Elizabeth, y se repetiría nueve años después con la continuación de esta, Elizabeth: la Edad de Oro; o Las Hermanas Bolena (2008), Wolf Hall (2015), y María, reina de Escocia (2018), por poner unos ejemplos más.

Llama la atención que, en todos y cada uno de esos trabajos filmográficos, además de distorsionar, cuando no inventar, como acaecieron realmente los hechos, siempre se muestra a los monarcas ingleses como si se tratara de los más poderosos y ricos de Occidente. Sin embargo, en aquella época, por mucho que intenten obviarlo, Inglaterra no pasaba de ser un país situado en la periferia de Europa, y muy empobrecido después de que perdiera la Guerra de los Cien Años contra Francia en 1453, y sufriera el azote de las guerras civiles, conocidas como «de las dos rosas», entre 1455 y 1485. No extraña, por tanto que, aunque el divorcio de Catalina de Aragón fue la principal de las razones, Enrique VIII se atreviera a romper con Roma por su deseo de arrebatar las propiedades de la Iglesia de Inglaterra para luego venderlas al mejor postor.

Pero hay un hecho muy perturbador que no se recoge en ninguna de aquellas series o películas, y es la sed de sangre que caracterizó a toda la dinastía Tudor. No sólo de esposas o nobles, sino también de un elevado número de vasallos ejecutados a raíz de las incesantes rebeliones que hubo en la isla desde la llegada al trono de Enrique VII (1485) hasta la desaparición de Isabel I (1603). Ni la católica María Tudor, hija de Enrique VIII y de Catalina de Aragón y esposa, aunque fugaz, de Felipe II, se libró de este. El séptimo Enrique terminó sin miramientos con todos los intentos de desplazarle del poder por parte de otros candidatos a la Corona inglesa, tuvieran o no derechos a la misma. Así ajustició a Eduardo Plantagenet junto a Perkin Warbeck. Pero peor fue la forma en la que acabó con la rebelión de Cornualles, donde unos 8.000 hombres opuestos a que los impuestos siguieran aumentando se enfrentaron al ejército real, que ejecutó a 2.000 de ellos (1497).

Enrique VIII, a su vez, además de ser famoso por poner fin a la vida de dos de sus seis esposas −Ana Bolena y Catherine Howard−, o por hacer decapitar a aquellos nobles o clérigos que se oponían o no cumplían sus deseos −Thomas More o Thomas Cromwell entre otros−, debería serlo por la forma en que reprimió las rebeliones que estallaron durante su reinado, sobre todo aquellas que tuvieron que ver con los cambios religiosos ordenados por él mismo.

La más conocida de estas fue el Pilgrimage of Grace (la Peregrinación de Gracia), que se dio en el norte de Inglaterra entre 1536 y 1537 y que resultó en la ejecución por órdenes reales de más de 200 nobles, miembros de la gentle y clérigos. La cifra total de asesinados por orden de Enrique VIII durante todo su reinado ha llegado a cifrarse en unos 57.000.

Durante el reinado de su heredero, el joven Eduardo VI, aún menor de edad, pero manejado por sus regentes, se optó por imponer el anglicanismo de una manera aún más dura. El primer foco rebelde se dio en Lincolnshire, y meses más tarde estalló la rebelión del Prayer Book (el Libro de Oraciones) en 1549. Más de 5.500 personas perecieron en la contienda. Ese mismo año, la rebelión de Kett, en contra de los cierres que algunos nobles estaban practicando en los campos comunales, puso de nuevo en jaque al gobierno protestante, que atajó la insurrección con la muerte de unas 3.500 almas.

La crisis sucesoria tras el fallecimiento de Eduardo VI, provocó tanto el intento de coronación de Lady Jane Grey, como la rebelión de Wyatt (1554) en contra del matrimonio de María Tudor con el extranjero y católico Felipe II (el adjetivo «extranjero» lo emplearon los rebeldes, si se usó o no de una manera xenófoba lo dejo al criterio del lector). En total, la apodada Bloody Mary (sangrienta María), ordenó ajusticiar a unos 150 rebeldes. A estos habría que sumar la muerte de 283 protestantes que se negaron a volver al seno de la Iglesia de Roma una vez que María intentó suprimir el protestantismo en Inglaterra. Es irónico el mote que los anglicanos pusieron a la reina cuando comparamos el número de ejecuciones que ella ordenó con los de su padre o hermanastro.

Por último, habría que hablar del reinado de Isabel I, siendo el levantamiento del Norte (1569) la rebelión más numerosa. Otra vez las gentes del norte de Inglaterra se levantaron en defensa de la antigua religión con el apoyo de numerosos nobles, pero volvieron a ser derrotados por el ejército realista. Se ha calculado que la revuelta fue reprimida con la ejecución de unas 1.300 personas.

Durante el reinado de los Tudor, a todos los ejecutados en Inglaterra habría que sumar un gran número de ajusticiados en Irlanda, donde la férrea gobernación protestante en contra de los gaélicos provocó la muerte directa e indirectamente de miles de habitantes, llegando su cenit macabro con la Guerra de los Nueve Años (1594-1603).

Por tanto, se puede afirmar sin ambages que los cinco reyes de la dinastía Tudor fueron unos auténticos psicópatas, a pesar de la idealizada imagen que de ellos muestran las series y películas de hoy en día. Aunque, y para más inri, la historiografía inglesa más recalcitrante aún opina que el sádico era Felipe II.

Para saber más:

  • John Guy, María Estuardo, la Reina mártir, Barcelona, 2007.
  • María Jesús Pérez Martín, María Tudor, la gran Reina desconocida, Madrid, 2018.
  • Alison Weir, Enrique VIII, el Rey y la Corte, Barcelona, 2003.

  • Eduardo De Mesa es doctor en Historia y coordinador del Instituto CEU de Estudios Históricos