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Retrato del general Francisco de Miranda por Georges Rouget.

¿Apoyó Gran Bretaña la independencia de la América española?

Los estrechos lazos entre los líderes de las independencias y Gran Bretaña han llevado a afirmar que la disolución del Imperio español fue un plan británico, organizado secretamente desde Londres y ejecutado a través de sus agentes hispanoamericanos

España y Gran Bretaña fueron durante tres siglos enconados rivales por el control de América y las grandes rutas atlánticas. Por ello, era lógico que cuando estallaron los primeros movimientos independentistas en la América española, mirasen hacia Londres como su principal protector. Los británicos habían intentado en numerosas ocasiones arrebatar a España parte de su vasto imperio, aunque la mayoría de las ocasiones se saldaron en estrepitosos fracasos como el de Cartagena de Indias de 1741, el de Puerto Rico de 1797 o el de Buenos Aires de 1806-1807.

Francisco de Miranda, llamado «El Precursor», el primer gran líder independentista hispanoamericano, fijó su residencia en Londres en 1798 y estableció buenas relaciones con el gobierno británico. A su alrededor se creó una activa red de expatriados hispanos entre los que encontramos a Bolívar, San Martín u O'Higgins, que frecuentemente contaron con el apoyo de prominentes políticos británicos como Sir Thomas Maitland, Nicholas Vansittart o Henry Dundas. Estos estrechos lazos entre los líderes de las independencias y Gran Bretaña han llevado a muchos a afirmar que la disolución del Imperio Español fue un plan británico, organizado secretamente desde Londres y ejecutado a través de sus agentes hispanoamericanos. ¿Pero qué hay de cierto en ello?

La verdad histórica, como tantas veces, se resiste a las explicaciones fáciles. Es cierto que existió un lobby británico que, entre 1797 y 1808, aprovechando la alianza de España con Francia en las guerras revolucionarias, presentó varios planes para hacerse con el control total o parcial de la América española. El más famoso de ellos fue el Plan Maitland, descubierto por Rodolfo Terragno, aunque existieron varios más.

Estos proyectos, presentados siempre por individuos conectados con la red de Miranda, contaban con que una intervención militar inglesa sería respaldada por los independentistas criollos y podría derrumbar rápidamente el dominio español. En 1806, los británicos lanzaron la fallida invasión de Buenos Aires a la vez que ayudaban a una expedición privada de Miranda contra Caracas, pero ambas acabaron en desastre y demostraron que la población local se mantenía leal a España.

La prioridad de la política británica no era acabar con el Imperio español, sino detener a la poderosa Francia de Napoleón

El fracaso de estos intentos y, sobre todo, la ocupación napoleónica de España en 1808, hicieron que Londres abandonase definitivamente todos sus planes contra la América española. La prioridad de la política británica no era acabar con el Imperio español, sino detener a la poderosa Francia de Napoleón, y al convertirse España en un aliado clave, el gabinete británico prefirió priorizar las buenas relaciones con ella por encima de cualquier ambición imperial en América. Así, un ejército que a las órdenes del futuro Duque de Wellington se estaba preparando para un nuevo ataque a Hispanoamérica pasó en cambio a desembarcar en España como auxilio contra los franceses.

En 1810, cuando los independentistas criollos aprovecharon el caos para sublevarse contra España, enviaron repetidas peticiones de ayuda a Londres, pero fueron rechazadas por el gobierno británico. La diplomacia británica se proclamó neutral en la guerra entre España y sus posesiones americanas, y se ofreció como mediadora para alcanzar un acuerdo entre ambas partes que permitiese a Madrid mantener el control de América a cambio de concesiones de autonomía a los rebeldes.

Esta oferta, sin embargo, no era desinteresada, pues la condición de partida asumía que se diese libertad a Gran Bretaña para comerciar con la América española, propuesta que fue rechazada. Durante los siguientes catorce años, el gabinete británico se mantuvo estrictamente neutral, rechazando tanto las peticiones de ayuda de los rebeldes como las reclamaciones de España para que tomase un papel más activo como aliada que en teoría era.

Ahora bien, aunque oficialmente el gobierno británico nunca tomó parte en la guerra, ello no impidió que muchos británicos a título particular prestasen apoyo a los ejércitos de Bolívar y San Martín, tanto en hombres como en armas y dinero. Por eso, si bien no hubo nunca un apoyo director de Gran Bretaña, esta ayuda informal fue vital para el triunfo final de las independencias.