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Luis Felipe I, por Franz Xaver Winterhalter en 1841

La fallida conspiración francesa contra España para crear una monarquía en Buenos Aires

La propuesta consistía en establecer una monarquía en Buenos Aires en la persona del Luis Felipe, duque de Orleans, primo de los Borbones franceses

El debate entre monarquía o república estuvo muy presente entre los independentistas criollos que se alzaron contra España. Aunque muchos de ellos, por imitación del ejemplo de Estados Unidos o por su admiración a los jacobinos franceses, preferían repúblicas, algunos sectores consideraban que la opción monárquica garantizaría más estabilidad y moderación para sus nacientes países.

Esta misma opinión era compartida por muchos en Europa, que en 1815 se encontraba en plena Restauración de las viejas monarquías tras la derrota de Napoleón y temían una deriva republicana radical en América justo cuando los horrores de la Revolución parecían extinguidos en el Viejo Continente.

El diplomático británico Charles Vaughan, por ejemplo, consideraba en 1817 que la debilidad e inestabilidad de los jóvenes gobiernos hispanoamericanos se debía a su empeño a adaptar fórmulas republicanas cuando «quizá de todos los países del mundo, los menos adecuados para este sistema son los pueblos españoles de América».

El gobierno más estable de entre las repúblicas rebeldes era el de Buenos Aires, que llevaba independizado de facto de España desde 1810, aunque dividido en constantes luchas entre facciones. Entre los ricos criollos bonarenses, la idea de convertirse en monarquía tenía bastante aceptación, pero había dos vías enfrentadas: los generales San Martín y Belgrano eran probritánicos y prefería negociar con Londres, pero desde 1816 Buenos Aires estaba gobernada por el Director Supremo Juan Martín de Puyrredón, hijo de un comerciante francés y muy francófilo.

Mientras San Martín se encontraba dirigiendo su campaña contra los realistas de Chile y Perú, Puyrredón envió en secreto al canónigo Valentín Gómez a París, con una oferta para el gobierno francés. La propuesta consistía en establecer una monarquía en Buenos Aires en la persona del Luis Felipe, duque de Orleans, primo de los Borbones franceses.

Aunque Francia era aliada de España y su entonces rey, Luis XVIII, era tío de Fernando VIII, el primer ministro liberal francés, Decazes, no tuvo reparo en recibir a este emisario rebelde y discutir el plan en secreto. El gobierno francés creía que esta oportunidad le permitía afianzar sus intereses comerciales en la rica Buenos Aires y sustituir así la influencia británica en Sudamérica ante el inminente colapso del Imperio español.

El gobierno francés creía que esta oportunidad le permitía afianzar sus intereses comerciales en la rica Buenos Aires

Decazes rechazó la sugerencia de Orleans, de quien no se fiaba el gobierno francés por su conocida ambición (en 1830 apoyó la revolución contra sus primos y se proclamó rey). La propuesta del gabinete francés fue que se estableciese como rey de la nueva monarquía al Príncipe de Lucca, un sobrino de Fernando VII que pertenecía, por tanto, a la línea española de los Borbón, pero carecía de peso en Europa y sería, por tanto, fácilmente controlable.

Francia no consultó este plan con España, que todavía reclamaba la posesión de Buenos Aires, ni con Gran Bretaña. Para apoyarse, intentaron convencer a Rusia de que secundase el proyecto, pero el zar se negó por considerarlo una traición contra el Rey de España y obligó a los franceses a abandonar la idea. Sin apoyos internacionales, Francia no se atrevió a seguir adelante sola y envió de vuelta a Gómez con las manos vacías.

En 1820, una revolución en Buenos Aires hizo caer al gobierno del Directorio y Puyrredón tuvo que huir. Las nuevas autoridades descubrieron los papeles sobre la negociación secreta con Francia y la enviaron a Londres, donde fue publicada en prensa. Esto provocó una crisis por la indignación de los gobiernos inglés y español al saber que los franceses habían conspirado a sus espaldas con los rebeldes. La consecuencia indirecta fue que el gabinete británico, hasta entonces receloso de negociar con los rebeldes americanos, decidió acelerar el reconocimiento de la independencia de Buenos Aires por miedo a que la influencia francesa se le adelantase.