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Boecio, venerable filósofo y mártir

Picotazos de historia

Boecio, el último filósofo romano

El tiempo de reclusión fue muy provechoso para Boecio pues escribió la más famosa de sus obras y la que más notoriedad le han dado 'La Consolación de la Filosofía'

Con su permiso quisiera continuar con los tiempos del Rey Teodorico de los ostrogodos y hablarles de un funcionario que tuvo este monarca. El personaje del que quiero hablarles fue miembro de lo que se consideraba las familias de bien en aquel entonces. Emparentado con todas las familias antiguas y aristocráticas, tuvo acceso a una educación privilegiada de la que hizo buen uso. El joven se llamaba Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio y hoy lo conocemos como el filósofo Boecio o como san Severino Boecio (circa 475 – 524/6).

El joven Boecio aparece por primera vez en las crónicas en el año 502 cuando se le menciona como autor de varios tratados sobre geometría, geografía, astronomía, música y aritmética. Semejante cerebrito era de lo más aprovechable y Teodorico lo hizo llamar para formar parte del consejo de su corte donde hizo carrera.

En el año 507 es nombrado patricio y dos años después cónsul, por lo que después de sus dos años en el cargo pasó a ocupar asiento permanente en el senado (o parodia del mismo) que mantenía el monarca germano. En la madurez se fue inclinando cada vez más hacia los estudios de teología, materia que iba adquiriendo cada vez mayor importancia debido a que Teodorico y sus ostrogodos profesaban la fe arriana –doctrina declarada herética en el Concilio de Nicea– frente a la corriente Atanasista seguida por el imperio romano de oriente y la población de la península italiana (el llamado Credo de Nicea).

La despedida de Boecio de su familia por Jean-Victor SchnetzDidier Descouens / Wikimedia Commons

En el año 522 Boecio fue elevado a la categoría y empleo de Magister Officiorum, uno de los más altos cargos de la administración. Es en estas funciones y como senador vitalicio que intervino para frenar una acusación injusta que se realizó contra un ex cónsul como él y que sería el motivo de su caída.

Es el año 523 cuando el refendario (un cargo parecido a un Fiscal general del Estado en la administración de Teodorico) Cipriano acusó al ex cónsul Cecina Decio Fausto Albino de mantener una correspondencia traicionera con el Emperador Justino I (tío del Emperador Justiniano). El momento era delicado ya que los arrianos eran perseguidos en oriente y los católicos nicenos en el reino de Teodorico buscaban afirmar lazos con Constantinopla.

Asediado por estos problemas no es de extrañar que Teodorico empezara a volverse un poco paranoico en relación con la religión. Boecio tomó partido por el ex cónsul injustamente acusado y públicamente lo defendió en el senado. «La acusación es falsa –afirmó– pero si Albino hizo eso también yo y todo el senado lo hemos hecho de común acuerdo». Lógicamente, agarrándose a esta declaración, el refendario Cipriano no tardó veinticuatro horas en acusar al propio Boecio y en presentar tres testigos falsos. Teodorico mostró una actitud ambigua. Por un lado recluyó a Boecio en una finca de su propiedad, donde permanecería prisionero durante un año, y por otro ordenó la ejecución de su suegro acusado de «preparar una revolución». El tiempo de reclusión fue muy provechoso para Boecio pues escribió la más famosa de sus obras y la que más notoriedad le han dado La Consolación de la Filosofía. En esta obra Boecio trata de la predestinación, el libre albedrío, el determinismo, la justicia, etc. Se considera como la mejor obra carcelaria jamás escrita.

De su cómoda reclusión fue trasladado a lóbrega mazmorra en los calabozos imperiales de Rávena, donde fue torturado durante la «inquisitio» que se llevó a cabo. Se negó a dar nombres, ni quiso acusar a otras personas como le conminaban. Al final fue muerto a palos.

Inmediatamente la comunidad cristiana, seguidora del rito de Nicea, reconoció a Boecio como uno de los suyos y lo declaró mártir y santo. Lo de mártir se cree que se debió más a una convicción popular de lo injusto de su condena que a una heroica defensa de sus creencias religiosas, ya que en esos tiempos se tendía a confundir los conceptos de muerte injusta y martirio.