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Carlomagno corona a Luis el Piadoso

Picotazos de historia

La gran traición de las tropas de Luis I en el Campo de las Mentiras: abandonaron a su rey en plena batalla

En el 830 Lotario, Luis y Pipino se rebelaron contra su padre, Luis I, que fue abandonado por sus propios soldados tras correr el rumor de que todo aquel que fuese seguidor del rey sería excomulgado

En el año 771 d.C. Carlos fue consagrado como rey de los Francos. Este fue el pistoletazo de salida de una fulgurante y gloriosa carrera política y militar que haría que se acumulasen sobre su cabeza numerosas coronas y que remataría, en la Navidad del año 800, con la de emperador de occidente ceñida por el propio Papa. Carlos ya pasaría a ser conocido por todos y por la historia como Carlomagno o Carlos el Grande. Pues no hay duda alguna de que lo fue.

En el año 806 Carlomagno decidió legar su vasto imperio a sus hijos: Pipino, Carlos y Luis. Pero el diablo movió el rabo y en el año 810 fallecía Pipino y al año siguiente su hermano Carlos le siguió a la tumba. Con lo cual Luis –o Ludovico Pío en su versión latina– pasó a ser el único heredero. Fue coronado en el 813 y en enero del año siguiente falleció Carlomagno.

El reparto de los territorios del imperio

Conocido como «el Piadoso» por su afición a la vida religiosa, tuvo que enfrentarse muy pronto a problemas. Su sobrino Bernardo se sublevó reclamando los territorios en Italia que su abuelo había dejado a su padre Pipino (hijo ilegítimo de Carlomagno). No obstante, el joven fue detenido y como castigo le arrancaron los ojos. Pero la operación se llevó a cabo con calculada torpeza por lo que el infortunado fallecería pocos días después de la traumática operación.

Pasó el tiempo y Ludovico Pío, como era popularmente conocido, contrajo matrimonio y tuvo tres hijos varones a los que llamó Lotario, Pipino y Luis. Al igual que Carlomagno, Ludovico Pío repartió su imperio entre sus hijos, pero no creó reinos independientes sino subordinados a la persona del emperador y en el año 817 designó como tal a su hijo Lotario. Luis recibiría el reino de Baviera y Pipino el de la Aquitania.

Luis I el Piadoso, Emperador de Occidente. Pintura de J. J. Dassy

Tras la muerte de su esposa, la Reina Ermengarda, en el año 818 murió la Reina Ermengarda, pensó en un primer momento en ingresar a un convento; sin embargo, los miembros de su corte le quitaron tal idea de la cabeza. Para dar fuerza a sus argumentos le organizaron un matrimonio nuevo con una joven y guapa princesa bávara.

Cuando el Emperador Luis vio a Judith de Baviera se le olvidó la vena mística y en el 823 nació un hijo al que llamaron Carlos. Lógicamente, Judith quería que su hijo recibiera una parte del reino de su padre pero los territorios de éste ya habían sido repartidos y nadie estaba dispuesto a perder parte de lo que tenía por un –literalmente– recién llegado. En el 830 Lotario, Luis y Pipino se rebelaron contra su padre.

Guerra entre padre e hijos

La guerra entre padre e hijos sufrió los vaivenes clásicos en este tipo de enfrentamientos. En el 833 Ludovico Pío arrebató el gobierno de Aquitania a Pipino y se lo traspasó a su hijo Carlos. Esta medida se juzgó exagerada y permitió a Lotario conseguir el apoyo del Papa Gregorio IV para buscar una solución.

Con esta idea –al menos esa es la que tenía Gregorio IV– se reunieron cerca de la ciudad de Colmar, en Alsacia. Solo por si acaso cada uno se hizo acompañar por su ejército. Durante los preparativos a la reunión, los partidarios de Lotario se infiltraron en el campamento de Luis el Piadoso e hicieron correr el rumor de que el Papa apoyaba a los hijos de Luis y que los seguidores de éste serían excomulgados. Entonces esa era una amenaza que había que tomar muy en serio. Esa amenaza y la promesa de recompensas y dádivas hicieron que las deserciones en el campamento del emperador aumentaran hora a hora. Hasta que prácticamente se encontró solo y en manos de Lotario.

Ludovico Pío murió en el año 846, tras veintiséis años de conflictivo reinado. Tras su muerte, el gran imperio de Carlomagno se iría fragmentando cada vez más. Cuanto el lugar de Colmar donde acampó Ludovico y fue traicionado por los suyos, todavía hoy se le conoce como el Campo de las Mentiras.