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Fragata Santiago. Versión de Gordon Miller

Fragata Santiago. Versión de Gordon Miller

Cuando España se extendía hasta Canadá

Las instrucciones del virrey eran las de entablar relaciones amistosas con los nativos y reafirmar la soberanía española del territorio frente a rusos e ingleses

Uno de los primeros europeos en explorar las tierras nororientales del continente americano fue el francés Jacques Cartier, tierras que el mismo bautizó como Canadá, por la palabra iroquesa «kanata» que significa «aldea» pero que tomó erróneamente por el nombre del lugar. Se cuenta que cuando el francés visitó a alguna de las tribus de la región se sorprendió que estos le saludasen en vasco. Posiblemente sea una anécdota cierta porque vascos, gallegos y bretones llevaban pescando en aguas de Terranova desde el siglo XIV, más de cien años antes que Colón llegase a las Bahamas. Pero, aunque existieron estos contactos, las grandes exploraciones hispanas en territorio canadiense tuvieron lugar en el lado del Pacífico.

En realidad, el noroeste americano fue explorado tardíamente por los europeos. Se antojaba, entonces, un territorio agreste y hostil. De lluvias sempiternas en su parte más meridional y de hielos y penumbras invernales en el norte. Muy peligroso para la navegación por su multitud de islas, deltas y bajíos traicioneros. Tierras habitadas por los Mowachahts y otras tribus sobre las que en época del virreinato de la Nueva España no se tenía mucha información. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII van a tener lugar numerosas expediciones a los territorios de la actual Columbia Británica.

Contacto de los Haida con Juan Pérez (19 de julio de 1774). Obra de Mark Richard Myers

Contacto de los Haida con Juan Pérez (19 de julio de 1774). Obra de Mark Richard Myers

El primer europeo fue Juan José Pérez Hernández en 1774 al mando de la fragata Santiago en una misión de exploración que debería alcanzar la actual Córdova en Alaska, (nombrada así por una expedición posterior de Salvador Fidalgo en 1790). Las instrucciones del virrey eran las de entablar relaciones amistosas con los nativos y reafirmar la soberanía española del territorio frente a rusos e ingleses, ya que se sospechaba que los primeros pretendían avanzar hacia el sur desde Alaska y los segundos pretendían ocupar la costa de un territorio que ya controlaban al norte de Nueva España. Aunque Pérez nunca llegó a Alaska, si alcanzó Nutca, una isla situada en la costa occidental de la actual isla de Vancouver.

A esta primera expedición seguiría al año siguiente otra con dos naves. La Santiago, en esta ocasión al mando del teniente Bruno de Heceta y la Sonora al mando de Juan Francisco de la Bodega y Quadra. Tras un grave incidente con los nativos a la altura del actual estado de Washington, en donde masacraron a parte de la tripulación que había bajado a tierra en busca de agua, Heceta decidió regresar, pero Bodega continuó decidido a completar la misión y ya en 1779 regresaría de nuevo bordeando la costa hasta Alaska, cartografiándola y completando la reclamación española de los territorios.

Fragata 'Santiago' y goleta 'Sonora'. Españoles tomando posesión de la bahía de Trinidad, junio de 1775. Obra de Caleb Whitbeck

Fragata 'Santiago' y goleta 'Sonora'. Españoles tomando posesión de la bahía de Trinidad, junio de 1775. Obra de Caleb Whitbeck

En 1789 Esteban José Martínez, al mando de dos naves, tomó posesión de la Bahía de Nutka, integrándola en el Virreinato de Nueva España. Martínez apresó algunos navíos ingleses y construyó el Fuerte de San Miguel y el Baluarte de San Rafael. En 1790, se enviará a dicho fuerte a la primera compañía franca de voluntarios de Cataluña, coincidiendo, por cierto, con el viaje de Malaspina y de Alcalá Galiano. Como anécdota se puede señalar que en los dibujos de la expedición relativos a estos territorios aparecen retratados muchos de estos voluntarios portando la típica barretina.

En 1792 Bodega volvió a viajar a Nutca para negociar in situ con el capitán británico George Vancouver. Por cierto, que la buena sintonía entre ambos los llevó a bautizar de forma conjunta la «isla de Quadra y Vancouver», aunque posteriormente la compañía cartográfica de la Bahía de Hudson eliminó el Quadra para que no sirviese de recordatorio que los españoles estuvieron primero en la zona.

Las negociaciones de Bodega fueron, además, torpedeadas desde Madrid que quería evitar cualquier conflicto con los británicos por unos territorios tan remotos. En realidad, se llegaron a firmar tres convenciones de Nutca. La primera, dos años antes, entre el secretario de estado Floridablanca y el plenipotenciario inglés Lord Fitz-Herbert. Una segunda en 1793 relativa a indemnizaciones por apresamientos de barcos británicos y una última, más salomónica, en 1794 que permitía el libre acceso a ambas naciones, pero restringía establecimientos permanentes, por lo que, en 1795, con el abandono del Fuerte de San Miguel España concluía su voluntariosa pero corta presencia en Canadá, aunque mantenía sus derechos históricos adquiridos.

En la práctica supuso, en realidad, una cesión territorial al Reino Unido, ya que las guerras napoleónicas primero y las de la independencia de los países hispanoamericanos, después, hicieron inviable continuar con las expediciones o con posteriores reclamaciones territoriales. Por el tratado Adam-Onís de 1819 Estados Unidos entendió que adquiría los derechos españoles lo que, a la postre, le serviría para negociar ventajosamente su frontera noroccidental con los británicos.

Grabado de un puesto fortificado español en la entrada de Nutca

Grabado de un puesto fortificado español en la entrada de NutcaRed Digital de Colecciones de Museos de España

Aunque ésta es hoy una historia poco conocida, las aportaciones españolas a la exploración de la actual Columbia Británica fueron fundamentales. A pesar de ese afán adanista de los anglosajones de aquella época de renombrar enclaves o accidentes geográficos bautizados por españoles, todavía unos cuantos se mantienen en la actualidad.

Los fondos cartográficos españoles que posee el Museo Naval de Madrid son extensísimos y de un enorme valor histórico y junto a ellos colecciones, grabados, legados documentales y etnográficos de esta aventura y que se conservan en la Biblioteca Nacional, el Museo de América o el Archivo General de Indias, entre otros. Algunos de estos dibujos se pueden contemplar en el precioso catálogo de la Exposición del Museo etnológico de Barcelona: Nootka. Regreso a una historia olvidada. Historia, que, sin duda, merece ser rescatada.

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