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Iósif Stalin en 1949

Iósif Stalin en 1949Foto: Bundesarchiv (Wikimedia Commons) / Edición: Paula Andrade

Dinastías y poder

La abominable vida familiar del dictador Stalin

El sucesor del Lenin al frente de la URSS dejó una herencia familiar tan desagradable como su legado político: su vida familiar es el resultado de la personalidad ególatra y autoritaria del tirano

Un hijo muerto en el frente ruso, otro alcohólico y una chica que reniega de su sangre para refugiarse en Estados Unidos. El paraíso capitalista que tanto había combatido el comunismo ideológico de su progenitor. Esta es la marca familiar de uno de los mayores dictadores del siglo XX. El sucesor del Lenin al frente de la URSS, hace ya un siglo, dejó una herencia familiar tan desagradable como su legado político. Su vida familiar es el resultado de la personalidad ególatra y autoritaria del tirano que impuso su voluntad durante más de cuatro décadas de historia.

Por su hijo mayor nunca mostró afecto. Se llamaba Yakov y lo había tenido con su primera mujer, una costurera que trabajó para el Ejército zarista, muerta de tifus poco después del nacimiento del bebé en 1907. Stalin era por entonces un revolucionario georgiano que atracaba bancos para beneficio del partido bolchevique. Pueden leer a Richard Pipes o a Orlando Figes para entender algo de la historia de la Revolución. El niño quedó al cuidado de una familiar, Nadezhda, con la que Stalin también se casó y convirtió en «madrastra». Con ella, su segunda esposa, tuvo otros dos vástagos, una chica y un chico, todos con tormentoso final.

Yakov se graduó como ingeniero e ingresó en el Ejército como oficial. Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial y la invasión alemana de la Unión Soviética, sirvió como teniente en el Ejército Rojo. Los nazis le capturaron en el verano de 1941 al norte de Bielorrusia, tras la batalla de Smolensk en el Frente Oriental. Después de pasar por varios campos de reclusión, terminó en Sachsenhausen, cerca de Berlín.

Su imagen se utilizó con fines de propaganda y parece que le ofrecieron como pieza de cambio por el mariscal alemán von Paulus, rendido en Stalingrado en 1943 y que estaba en manos soviéticas. Stalin se opuso. Yakov falleció pocas semanas después: unos dicen que por lanzarse contra unas alambradas electrificadas y otros que le dispararon los guardias del campo. Su padre no se inmutó al conocer su muerte.

Vasily y Svelana con su padre

Vasili y Svelana con su padre

El otro hijo varón de Stalin se llamaba Vasili. Tenía trece años cuando su madre se suicidó movida por la turbulenta relación que soportaba con el dirigente comunista. Oficialmente se habló de apendicitis. El joven ingresó en la escuela de aviación militar. Terminó la Segunda Guerra Mundial como general. Cuando su padre murió en 1953 fue acusado de realizar propaganda antisoviética. Se había convertido en la diana del poder despiadado de Beria, jefe de la temida NKVD.

Vasili tenía claros problemas con la bebida desde su juventud y murió en 1962 como consecuencia de un alcoholismo crónico. Unos meses antes, había hecho una visita al consulado de la República Popular China, por entonces en tensa diplomacia con el Soviet Supremo a causa de su diferente posicionamiento ante la crisis de los misiles en Cuba.

Svetlana con Serguéi Kírov y Stalin en 1934

Svetlana con Serguéi Kírov y Stalin en 1934

La única hija del dictador era Svetlana. La «princesa del Kremlin». Nacida en 1926, era muy pequeña cuando tuvo lugar la tragedia de su madre. Aparentemente era la predilecta de Stalin. Pero los amores de la joven nunca gustaban a su progenitor. Se casó en una primera unión sin el visto bueno de su padre y divorciada, volvió a hacerlo con un hijo de Zhdanov del que también se separó. Ya en vida de su padre se fue tensionando su relación con el sistema; pasó del estado ateo de Rusia, a la fe ortodoxa y se enamoró de nuevo, ahora de un intelectual indio con el que no pudo casarse ya que la ley no permitía uniones con extranjeros. Pero cuándo él murió consiguió un permiso para llevar las cenizas al Ganges con la idea de no volver a la URSS.

En 1967, pidió asilo político al embajador de Estados Unidos y se estableció en Nueva Jersey. Huía del «paraíso socialista», según parece, con ayuda de la CIA. Publicó su autobiografía, Rusia, mi padre y yo. Veinte cartas a un amigo, que causó muchísimo revuelo, pero le dio buenos beneficios económicos. Aunque su vida no se serenó y jamás dejó de ser una atormentada: amoríos, nuevo nombre de casada como Lana Peters y un fatal regreso a la URSS en 1984. Algunos dijeron que se arrepintió y otros que sus declaraciones renegando del mundo occidental fueron consecuencia de una mala traducción.

El caso es que volvió a Estados Unidos a mediados de la década de los noventa. A lo largo de su tumultuosa vida y sus cuatro uniones sentimentales, tuvo tres hijos. La menor, Olga, nacida en EE. UU. Svetlana falleció en 2011 en Wisconsin, como consecuencia de un cáncer de colon. Poco antes había hecho unas declaraciones criticando a Putin. Le acusaba de caer en el mismo «culto a la personalidad» que se había vivido durante el régimen comunista de su padre. ¿Fue o no una familia desgraciada?

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