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Cronista de IndiasAntonio Pérez Henares

Llegada al Pacífico desde el Darién

He embarcado en una expedición cuyo destino es Panamá. Se trata de recorrer los lugares por los que transitaron los grandes descubridores españoles, en especial seguir los pasos de Vasco Núñez de Balboa que por tierra y atravesando desde el Atlántico

Panamá

Entramos en el corazón del Darién. Desde Yaviza ya no hay carretera y la que llega hasta allá necesita de mucha paciencia, buenos riñones y que no haya llovido demasiado hasta para un todoterreno. Desde esa ultima población ya vamos por barca y por los ríos Tuira y Chucunaque hasta Santa María la Real.

En el viaje de ida vimos dos «lagartos» o sea dos cocodrilos, uno de ellos de buen tamaño, en la orilla. Desembarcado en Santa María la Real y con la inestimable ayuda de dos monjas salesianas cuya dedicación y trabajo superan cualquier admiración, Sor Viki y sor Elsa, y por sus buenos haceres y contactos seguir adentrándonos, pernoctando en hamacas, hasta alcanzar el rio Pirri y el poblado de la tribu Emberá que vive a sus orillas. Han sido días donde la hamaca colgada entre dos arboles o de los pilares de alguna de las construcciones indígenas, es la mejor suite y y el refugio mas seguro y mejor. Por cierto, el baño en las claras aguas del Pirre no lo iguala es mejor de los spa.

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La expedición de 138 muchachos y una treintena de adultos, ha ido siempre escoltada por militares de Senafront y comandos especializados. Esta zona es peligrosa y no por los migrantes que se juegan la vida intentando atravesar las junglas sino por los narcotraficantes que la intentan convertir en ruta de acceso de la droga y que no dudan en emplear sus armas para lograr que sus «porteadores» lleguen a su destino. Esa es la causa de la tensión que se percibe y en la que se constata un claro empeño del ejercito panameño de recuperar ese «tapón» que les protege.

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Tras tres días en la zona y realizar varias marchas por las trocha de la selva mas tupida reembarcamos de nuevo hacia Yaviza. Me admiran las larguísimas canoas, estrechas y ligeras canoas, que cargan enormes «plátanos macho», que hay que hervir o asar y ñames y otras pasajeros entre las poblaciones ribereñas.

Retornamos a Yaviza y desde allí, esta vez por carretera reencontramos la senda de Balboa y nosotros, mucho más fácilmente que ellos, nos acercamos al lugar desde donde divisó al fin el Pacifico para luego bajar hacia él. En el fuerte de Bocachica al que ascendimos al igual que otro cercano, el de San Lorenzo de la Palma no pude sustraerme como creo que muchos expedicionarios a la emoción de estar simplemente allí con el mar entonces para el mundo desconocido a sus pies y ante sus ojos.

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Cumpliendo mi cometido en la expedición y «armado» con mi novela-crónica «La Española» que relata toda aquella época y momentos eso si que trascendentales e históricos para la Humanidad, y no todas las pamplinas y memeces que nombramos cada días y hasta dos en el mismo, como tal, me va tocando algunas noches la explicación y recuerdo de aquello para los expedicionarios. Unas conferencias que por el lugar y el momento tienen un algo que pocas veces se sabe se va a volver a sentir.

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Escribo ahora, aprovechando haber conseguido volver a conectar tras varios días sin cobertura. Espero que a partir de ahora no resulte tan difícil. La primera parte de la expedición queda con ello completa pero queda mucho mas. Iremos ahora de nuevo hacia el Atlántico al encuentro de los míticos enclaves españoles de Portobelo, Nombre de Dios y el poderoso fuerte de San Lorenzo de Chagres.

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PD. De los mosquitos me he logrado en buena medida cuidar, pero la «coloradilla» con la que no contaba y que anda por el pasto y la hierba, si me ataco a mi y a muchos con saña. Las hermanas me dieron el diagnóstico y el remedio, friegas con un gel hidroalcohólico. Mano de santo fue.