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Militares españoles en un blocao, 1921

La Guerra de Marruecos en primera persona o las crónicas del periodista Francisco Peris Mencheta

Los mejores diarios de España enviaron a buenos periodistas para informar de los acontecimientos que conocían desde la plaza, alguno de ellos escribiría luego libros que ayudan a los historiadores a desentrañarlos

En las campañas contemporáneas de España en Marruecos la asistencia organizada y numerosa de corresponsales de guerra se vio por primera vez en la Guerra de Melilla de 1893. El interés del público, la ilustración gráfica de los periódicos y la facilidad de las comunicaciones mediante el telégrafo propiciaron esta novedad. Los mejores diarios de España enviaron a buenos periodistas para informar de los acontecimientos que conocían desde la plaza, alguno de ellos escribiría luego libros que ayudan a los historiadores a desentrañarlos.

La Vanguardia mandó a Boada y Romeu, Francisco Hernández Mir escribía para El Porvenir de Sevilla, Ramón García Rodrigo Nocedal lo hacía para El Siglo Futuro, El Liberal destacó desde Madrid a Ángel Mínguez y desde Málaga a Antonio Rodríguez Lázaro, siempre bajo la supervisión de Rodrigo Soriano, Heraldo de Madrid tenía en Melilla a Domingo Blanco y El Tiempo de Cádiz informaba a través de su director Guillermo Rancés. Y, sin ser exhaustivo, también otros periódicos y revistas –El Globo, La Época, La Ilustración Ibérica–, llenaron la ciudad española de informadores.

Pero esta profusión de enviados tuvo un antecedente en la Guerra de África de 1859-60. En esa época los periódicos se limitaban a ofrecer los partes de guerra y las opiniones de militares y políticos. En todo caso, ilustraban las noticias con dibujos como los de Iriarte. Pero, por primera vez, acudieron escritores al escenario bélico acompañando a las tropas. Hay que decir que eran más narradores que periodistas.

En concreto, Pedro Antonio de Alarcón y Núñez de Arce. El primero consiguió que su amigo, y también escritor, el general Ros de Olano lo agregara a su cuartel general. Alarcón no escribía para periódicos, sino que publicaba semanalmente unas entregas que se vendieron con gran éxito. Era un entusiasta del ejército, pero narraba con detalle, con profusión de datos y con estilo de novelista. Se llevó una cámara fotográfica y una imprenta.

De esa primera cámara en Marruecos no se conservan las placas, se estropearon en los viajes. Con la imprenta editó, a partir del 1 de marzo de 1860, El Eco de Tetuán que se considera el primer periódico marroquí. Núñez de Arce fue agregado al estado mayor de O’Donnell como enviado de La Iberia. Sus crónicas no son especialmente buenas, se paseó por el territorio sin profundidad. Lo suyo era la poesía.

Primera entrevista del general O'Donnell con los parlamentarios de Tetuán. Dibujo de De Alarcón en su Diario de un testigo de la guerra de África

A estos dos literatos se les unió un periodista de raza que no tenía intención de novelar, quizás el primer verdadero corresponsal, un informador puro, el valenciano Francisco Peris Mencheta. El otro verdadero periodista fue Juan Pérez Calvo que escribía para La Discusión. Tenía Peris, cuando comenzó la guerra, 15 años. Era un picapedrero que trabajaba en un taller, pero muy aficionado a la escritura. Mandaba sus crónicas a los periódicos locales que se las iban publicando hasta que dio el primer paso como redactor y pudo abandonar su trabajo manual.

Peris, además de ser un buen periodista vocacional, fue un visionario. Se las arregló para quedar encuadrado, como Núñez de Arce, en el estado mayor de O’Donnell y empezó a mandar sus crónicas, aprovechando los correos militares y pasando por la censura. Pero no lo hacía para un solo periódico sino que, y ahí está la novedad, las mandaba a varios diarios: El Mercantil, El Cosmopolita y El Popular de Valencia y La Correspondencia de España de Madrid.

Desgraciadamente, poco se sabe de estas andanzas y, en general, de la vida del periodista. No hay una biografía que recoja su itinerario en la vida y en la prensa. Se conoce algo más de su existencia posterior, pero casi nada de su aventura africana. Peris, a diferencia de muchos colegas, no escribía sobre sí mismo, no dejó notas biográficas ni diarios y no se entretuvo en redactar unas memorias. Solo concebía el periodismo como información. Era un noticiero, un reportero de sencillas palabras que se limitaba a contar los hechos. No tenía ínfulas literarias y solo dejó un libro narrando su viaje a la inauguración del canal de Panamá: De Madrid a Panamá (Madrid 1886).

Francisco Peris Mencheta. Fotografía de Antoni EsplugasWikimedia Commons

Carlos García Anné, autor de una breve semblanza biográfica publicada en el Anuario de la Asociación de la Prensa de Barcelona en 1931, solo hace una referencia a su paso por África. Evidentemente ni él, ni la viuda ni los colegas de Peris con los que habló, supieron decirle mucho de aquella temprana experiencia. Por otra parte, al escribir para diarios de escasa difusión, las notas se perdieron en la historia. Nunca los recopiló a la manera, por ejemplo, de Núñez de Arce y tampoco se hallan en las hemerotecas. Hay que añadir que, al tratarse de un corresponsal que informaba de los hechos, sus artículos de esa etapa carecerían de firma.

Las enseñanzas de esta experiencia de mandar la misma crónica a varias publicaciones las aprovecharía más tarde para ejercer de corresponsal en la Tercera Guerra Carlista. En esa etapa alcanzó la fama y el éxito. Era redactor de La Correspondencia de España, pero sus relatos de la campaña se enviaban a varios periódicos más. Con una gran capacidad de trabajo y una vida austera, entendió los nuevos caminos del periodismo y, en 1876, fundó la primera agencia de prensa española, la Agencia Mencheta. Seguía el modelo de Reuters y se anticipó a la francesa Havas. Quizás le hubiera adelantado Fabra que, en 1865, hizo algo parecido pero mediante una gran red de corresponsales en toda España.

Peris tuvo una larga vida como periodista y empresario. En 1882 fundó La Correspondencia de Valencia, en 1888 (aprovechando la llegada de la Exposición Universal) El Noticiero Universal en Barcelona y en 1893 El Noticiero Sevillano. Ya propietario y director de El Noticiero Universal, se dio cuenta de que el Diario de Barcelona vendía casi toda la tirada haciendo llegar muy temprano los ejemplares a las casas de los suscriptores y lo mismo haría después La Vanguardia.

Para poder competir, su diario era vespertino y acercaba las noticias del día mientras que los competidores solo las del día anterior. Además, se le ocurrió la genial idea de introducir los quioscos de prensa siguiendo el modelo de Paris. Ya existían este tipo de instalaciones para la venta de diversos productor, pero Peris montó el primero que se dedicaba en exclusiva a vender prensa. Entusiasta de la idea, plantó cuatro en Las Ramblas y fue todo un éxito. Falleció en Barcelona el 23 de agosto de 1916.