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Esta fotografía, tomada por Alfonso Sánchez Portela el 14 de abril de 1931, muestra la proclamación de la Segunda República Española en la Puerta del Sol de Madrid

Esta fotografía, tomada el 14 de abril de 1931, muestra la proclamación de la Segunda República en la Puerta del Sol

¿El 18 de julio de 1936 fue un golpe fascista, monárquico o republicano?

La realidad es más compleja y muy diferente, como se mostrará a continuación

Una visión muy extendida y simplista del «alzamiento» del 18 de julio ha considerado que fue un golpe promovido por un núcleo de militares fascistas, apoyados o empujados por ciertas élites económicas y eclesiásticas, si bien la realidad es más compleja y muy diferente, como se mostrará a continuación.

El 17 de julio de 1936, se iniciaba en Melilla la rebelión de las fuerzas del Ejército de África contra el Gobierno del Frente Popular, continuando el día 18 con la sublevación de otras unidades militares en distintas provincias españolas. La sublevación parcial del Ejército, y el fracaso de la misma en muchas de las guarniciones declaradas en rebeldía, rompió España en dos mitades y condujo a la Guerra Civil.

Como es sa bido, en 1932, Sanjurjo, con el apoyo de sectores monárquicos, había intentado un golpe de Estado militar contra el Gobierno de Azaña, cuyo rápido fracaso convenció a la República y a la cúpula militar de la inviabilidad de un golpe monárquico. El triunfo electoral de las derechas en 1933 trajo un Gobierno de centroderecha liderado por Lerroux, líder del Partido Radical (de carácter liberal, laico y republicano), que sufrió un intento de golpe de estado revolucionario en octubre de 1934, organizado por el PSOE.

En febrero de 1936, unas elecciones fraudulentas, denunciadas por el propio presidente de la República, Alcalá-Zamora (Le Journal de Geneve del 17 de enero de 1937), trajeron un Gobierno del Frente Popular de izquierdas, el cual tardó poco en destituir, anticonstitucionalmente, a Alcalá-Zamora como presidente. Finalmente, una primavera violenta, con cientos de muertos por ambos lados, culminó con el asesinato de Calvo Sotelo, el 13 de julio, por miembros de las fuerzas de orden público afines al Frente Popular, así como con el intento de asesinato de Gil Robles y Goicoechea, lideres de otros sectores de la derecha.

Las constantes amenazas de Largo Caballero (líder del PSOE) invitando abiertamente a la guerra civil («si triunfan las derechas … tendremos que ir a la Guerra Civil declarada», «la democracia es incompatible con el socialismo…» etc ), junto a algunos movimientos de agentes de Stalin en España, así como los amenazantes desfiles sindicales de mayo de 1936, hicieron creíbles los rumores, probablemente infundados, de un nuevo golpe revolucionario del PSOE en el seno del Gobierno del Frente Popular.

Esta situación provocó que grandes sectores de la derecha se sintieran amenazados por el régimen republicano, así como que ciertos políticos y militares republicanos, de centro y de derecha, próximos a Lerroux y Alcalá-Zamora, temieran verse arrollados por los sectores más radicales del Frente Popular.

Los monárquicos partidarios de Alfonso XIII llevaban conspirando contra la República desde sus inicios, incluso llegando a realizar, junto a los carlistas, un acuerdo con Mussolini en 1934 para su apoyo en caso de un golpe armado. A pesar de la importancia que algunos historiadores quieran dar a estos acuerdos, los lideres directos del golpe de 1936 no estaban en la órbita fascista ni trataron directamente con Mussolini durante su preparación.

Por su parte, los carlistas, que llevaban armándose y entrenándose desde la llegada de la República para combatirla, también habían participado en los acuerdos con Mussolini en el año 1934, como reconoce Antonio Lizarza, jefe de las milicias tradicionalistas (Lizarza, 1969). En cualquier caso, más allá de Navarra, los carlistas tenían escasa capacidad de movilización. Los militares sublevados, necesitaron pactar con ellos antes del golpe, no obteniendo el compromiso de su participación hasta el 15 de julio, tras una dura negociación. Los carlistas colaborarían, aceptando que el golpe mantuviese una república, pero con el compromiso de reponer la bandera rojigualda y la revisión de la legislación en materia religiosa, según relata Félix Maíz, secretario del general Mola, quien participó directamente en las negociaciones (Maíz, 1952 y 1977).

Voluntarios carlistas en la plaza del Castillo de Pamplona el 19 de julio de 1936

Voluntarios carlistas en la plaza del Castillo de Pamplona el 19 de julio de 1936

En cualquier caso, como indicó en las Cortes, el propio diputado monárquico, José Calvo-Sotelo, el 16 de junio: «No creo (…) que exista actualmente en el Ejército (…) un solo militar dispuesto a sublevarse en favor de la Monarquía y en contra de la República» (Diario de sesiones del 16 de junio de 1936).

Las derechas católicas y adaptadas al régimen (CEDA), en conexión con algunas autoridades eclesiásticas, no participaron en ninguna conspiración directamente, pero su líder, Gil Robles, manifestó en el parlamento la posible reacción de las masas derechistas: «La mitad de la nación, no se resigna implacablemente a morir (…) si no puede defenderse por un camino, se defenderá por otro...» (Diario de Sesiones del 15 de abril de 1936). Posteriormente, antes del 18 de julio, le hizo llegar a Mola los fondos sobrantes de la campaña electoral de febrero de 1936 (Gil-Robles, 1968; Maíz, 1976). Lerroux, tampoco participó en la conspiración, pero no dudó en apoyarla abiertamente (Lerroux, 1937).

Si atendemos a los sectores fascistas, en sentido estricto y no peyorativo, el partido más próximo ideológicamente al fascismo era la Falange, que había sido ilegalizada el 13 de marzo de 1936, siendo detenidos sus principales líderes, incluido José Antonio Primo de Rivera. Esto imposibilitaba su liderazgo en ningún golpe y dificultaba su participación en la preparación. En abril de 1936, la Junta de Mando de Falange enviaba una circular a sus afiliados donde expresamente se les ordenaba no participar en ninguna conspiración, por el temor a que dicho golpe se orientara hacia la monarquía o hacia algún régimen de tipo conservador; si bien, posteriormente, el general Mola logró su compromiso.

Los falangistas, al igual que los monárquicos, pretendían un movimiento dirigido por políticos al que se adherirían los militares, sin embargo, Mola tenía claro que sería un golpe realizado y dirigido por militares. Había muy pocos militares de alta graduación próximos a Falange, esencialmente, Muñoz Grandes y Yagüe, que aún no eran generales.

El profesor Ángel Viñas insiste en el «vector fascista» del golpe de 1936, en base a las conversaciones de sectores monárquicos con Mussolini y ciertos documentos que supuestamente demostrarían los acuerdos para el envío de armas antes del 18 de julio (con datación incorrecta como ha demostrado el historiador Lucas Molina), sin embargo, no consta ningún contacto directo con Mussolini de los principales organizadores del golpe, los cuales además carecían de filiación fascista o similar.

En contra de las teorías de Viñas, tal y como indicó el historiador Guillermo Cabanellas, vinculado al PSOE e hijo de uno de los generales sublevados: «Ni Hitler ni Mussolini participaron apoyando la sublevación del 18 de julio» (G. Cabanellas, 1977), otra cosa es lo que sucedería semanas después de iniciada la guerra.

En marzo de 1936, algunos generales, entre ellos varios monárquicos y retirados o sin mando en tropa, efectuaron reuniones presididas por Rodríguez del Barrio (en representación del exiliado Sanjurjo) que no condujeron a nada relevante e, incluso, los propios generales Mola y Franco, presentes en alguna de las reuniones, se desmarcaron de los planes presentados. Franco pidió simplemente estar informado y Mola consideró el plan un desatino (Cabanellas, 1977).

El general español Emilio Mola

El general Emilio Mola, cerebro y «director» de la conspiración del 18 de julio

Un intento de algunos de estos militares fue desbaratado por el Gobierno en abril, siendo confinados Varela y Orgaz, renunciando finalmente a seguir con sus planes en mayo. Por lo tanto, la conspiración del 18 de julio la inició el general Mola, desde Navarra. Ya el 13 de abril, se entrevistaron Mola y Queipo de Llano (participante en una sublevación republicana contra Alfonso XIII en 1930) que había sido el jefe del Cuarto Militar del presidente Alcalá-Zamora. Ambos generales eran ajenos a la trama anterior, acordando en una segunda reunión que Mola llevase la dirección, además de tratar de involucrar al general Cabanellas, sólidamente republicano (había sido diputado por el partido republicano de Lerroux, además de masón). Miguel Cabanellas, que era el mejor situado en el escalafón entre los participantes el 18 de julio y el único con mando en una División Orgánica (la de Aragón), se comprometió en el golpe tras entrevistarse con Mola.

Estos tres convencidos republicanos, Mola, Queipo y Cabanellas constituyeron el principal núcleo de la conspiración que emergería el 18 de julio. Por lo tanto, no es de extrañar que Mola, en su programa de gobierno, manifestara: «El Directorio se comprometerá, durante su gestión, a no cambiar el régimen republicano». Mola expresamente también mantenía antes sus interlocutores y en sus escritos, que se mantendría la separación de la Iglesia y el Estado, así como que se respetarían lo avances sociales generados durante el periodo republicano (Maíz, 1952 y 1976).

Mola, siendo consciente de la necesidad de contar con el mayor número de militares, contactó a través de intermediarios con el exiliado Sanjurjo para involucrarle en el plan y que asumiera la presidencia del directorio militar que se formaría. También tanteó a Franco, del que también obtuvo su aprobación, aunque sin comprometer su involucración. Franco no confirmó su participación hasta después del asesinato de Calvo Sotelo, dos días antes del golpe. Franco, desde el punto de vista profesional, tenía poco que ganar en un directorio militar al ser el penúltimo en el escalafón de los generales de división, sin embargo, tenía mucho que perder al tener una brillante carrera y ser el más joven. Como buen gallego, mantuvo su indefinición hasta el 15 de julio e, incluso, avisó al presidente del Consejo de Ministros del riesgo de un golpe militar.

Queipo de Llano, a la derecha junto al general Cabanellas (izda.) y Francsico Franco

Queipo de Llano, a la derecha junto al general Cabanellas (izda.) y Francsico FrancoEFE

Se puede concluir que el golpe del 18 de julio fue preparado, organizado y liderado, por militares republicanos, con el objetivo inicial de crear una «dictadura republicana» que finalizara con el problema de orden público, frenase cualquier posible proceso revolucionario y acabara con la presidencia de Azaña y el Gobierno del Frente Popular, considerado ilegítimo por dichos militares. Si bien involucraron y sumaron, de forma complementaria, a las otras tramas militares y conspiraciones de signo monárquico, carlista y falangista, algunas de las cuales habían tenido contactos con los fascistas italianos, además de contar indirectamente con el apoyo de la mayoría de los partidos ajenos al Frente Popular.

Como dato final, curioso y revelador, añadir que el «abanderado de la Republica», el teniente Pedro Mohino, que enarboló la bandera tricolor durante la proclamación de la República en medio de la Puerta del Sol el 14 de abril de 1931, también se sublevó en Alcalá de Henares contra el Gobierno del Frente Popular el 19 de julio de 1936, fracasando y siendo fusilado a las pocas semanas.

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