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La escuadra chilena durante la segunda expedición de Freire a Chiloé en 1826

La escuadra chilena durante la segunda expedición de Freire a Chiloé en 1826

Quintanilla y los chilotes: nueve años de resistencia heroica del último territorio español en Chile

La población chilota se dedicaba en su mayoría a la pesca y la agricultura, y pese a la enorme pobreza del territorio, se declaró unánimemente leal al Rey de España

El archipiélago de Chiloé es un conjunto de islas e islotes situados frente a la costa sur de Chile. El clima es frío y húmedo, con fuertes vientos y lluvia casi constante que riega los bosques que cubren las islas. Por su posición remota, los primeros españoles no llegaron hasta 1558 y a partir de entonces fueron poblando lentamente las islas, aunque siempre fueron consideradas un territorio pobre y aislado con pocos atractivos. Su única importancia era estratégica, ya que desde Chiloé se podía dominar la costa chilena y era un puesto clave para que los barcos que venían de España, tras doblar el Cabo de Hornos, pudiesen parar y repostar en su camino a los puertos de Valparaíso y El Callao.

Expedición de Almagro a Chile, pintura de Fray Pedro Subercaseaux

Expedición de Almagro a Chile, pintura de Fray Pedro Subercaseaux

Cuando estalló la guerra de la independencia en Chile, Chiloé tenían unos 40.000 habitantes. La población chilota se dedicaba en su mayoría a la pesca y la agricultura, y pese a la enorme pobreza del territorio, se declaró unánimemente leal al Rey de España. Esta fidelidad hizo que Chiloé se convirtiese en el gran bastión del realismo durante la guerra, sirviendo de base para las tropas españolas y contribuyendo con los mayores esfuerzos en armas, hombres y dinero a sostener la guerra contra los independentistas. De hecho, los chilotes fueron una parte fundamental de las tropas que permitieron la impresionante reconquista realista de Chile entre 1814 y 1817.

Chiloé se convirtió en el gran bastión del realismo durante la guerra, sirviendo de base para las tropas españolas

La llegada del ejército de Buenos Aires liderado por San Martín en 1817 cambió las tornas y produjo el derrumbe del dominio realista en todo Chile. Sin embargo, el archipiélago de Chiloé se mantenía leal a España y lideró una heroica resistencia, completamente aislado, durante nueve años. El responsable fue el gobernador español, el coronel Antonio Quintanilla.

Un quijote en Chiloé

Quintanilla había nacido en una familia de campesinos cántabros, pero muy joven emigró a Chile donde se dedicó al comercio marítimo. Al estallar la guerra de independencia, Quintanilla se alistó en el ejército realista, y pese a no tener experiencia militar, su valor y liderazgo le permitieron ascender hasta coronel como recompensa por sus heroicas acciones en batallas como Rancagua, Chacabuco o San Carlos, donde una bala le desfiguró la cara y le dejó parcialmente tuerto y sordo del oído izquierdo. Su fama de tenaz hizo que en 1817, cuando la resistencia realista en Chile colapsaba, se le diese el mando de Chiloé con órdenes de defender el estratégico archipiélago.

La batalla de Rancagua, librada entre el 1 y el 2 de octubre de 1814. Óleo de Pedro Subercaseaux

La batalla de Rancagua, librada entre el 1 y el 2 de octubre de 1814. Óleo de Pedro Subercaseaux

Al llegar a las islas, Quintanilla encontró un territorio casi desguarnecido y tuvo que subsistir sin ningún tipo de apoyo ni de España ni del virreinato del Perú, que no podían hacerle llegar refuerzos ni recursos. Estaba completamente solo, pero contaba con la lealtad incondicional de la población chilota. Bajo su mando, fortificaron varias posiciones, armaron e instruyeron una milicia local y construyeron una flotilla de lanchas corsarias.

En 1820, el gobierno chileno envió una expedición para someter las islas bajo las órdenes del famoso almirante y aventurero inglés Lord Cochrane, que acababa de conquistar en un intrépido golpe el puerto de Valdivia. Sin embargo, al desembarcar en Chiloé encontró la feroz resistencia de los hombres de Quintanilla, que le causaron numerosas bajas y le obligaron a huir. El gobierno chileno, visto el fracaso, ofreció a Quintanilla una rendición honrosa, pero fue rechazada.

En 1824 una nueva expedición desembarcó con mil ochocientos hombres, al mando de nada menos que el presidente de Chile, general Ramón Freire. La operación fue un nuevo desastre y Quintanilla los derrotó contundentemente, forzando al ejército chileno a emprender de nuevo la fuga. Poco después se producía la batalla de Ayacucho, que ponía fin a la última resistencia española en Perú. Chiloé estaba definitivamente solo.

La Batalla de Ayacucho, de Martín Tovar y Tovar. Librada el 9 de diciembre de 1824, marcó el fin de las guerras de independencia en Sudamérica

La Batalla de Ayacucho, de Martín Tovar y Tovar. Librada el 9 de diciembre de 1824, marcó el fin de las guerras de independencia en Sudamérica

En noviembre de 1825 Freire volvió al ataque, esta vez con una expedición mayor de casi tres mil hombres y cinco barcos. Los chiloenses, superados en número y sin posibilidad de auxilio ninguno, resistieron durante varias semanas de duros combates, pero finalmente, el 18 de enero de 1826, Quintanilla aceptó capitular. Por el Tratado de Tantauco, Chiloé pasaba a formar parte de la República de Chile y Quintanilla y todos sus oficiales y familias podían regresar a España honrosamente. Habían resistido sin ningún tipo de ayuda externa durante nueve años.

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