De ser sus primeros aliados a sus socios menos fiables: la insurrección del pueblo eslovaco contra los nazis
El 29 de agosto de 1944 unos 60.000 soldados se levantaron contra los nazis. A ese levantamiento se le conoce como Insurrección Nacional Eslovaca
«El 29 de agosto la emisora de Banská Bystrica anunció a todo el mundo que en Eslovaquia había estallado la resistencia armada contra el gobierno colaboracionista, empezando así una lucha a muerte. La orden era proceder hacia el paso de Dukla, por las montañas de los Cárpatos, en dirección a la ciudad de Presou». Estas palabras son de Ludvik Svabodo, coronel del Ejército checoslovaco y, posteriormente, general de las Fuerzas Armadas.
El 29 de agosto de 1944 unos 60.000 soldados se levantaron contra los nazis. A ese levantamiento se le conoce como Insurrección Nacional Eslovaca. El gobierno checo se encontraba, como consecuencia de la guerra, exiliado en Londres. Al ejército antes nombrado debemos añadir 12.000 partisanos. Además, Moscú les entregó 396 toneladas de material militar y 1.200 soldados. A esto hay que sumar el material sanitario entregado por los ingleses y las 24 toneladas de material militar de los Estados Unidos.
Los nazis creían que en un par de días acabarían con la insurrección, pero no fue así. Tardaron dos meses en sofocarlo, pero la guerrilla continuó combatiendo a las fuerzas de ocupación hasta la llegada del Ejército Rojo en 1945. Gracias a ello, al terminar la guerra estuvieron al lado de los vencedores. Con respecto a este levantamiento hay voces a favor y contrarias. Para unos es un acto heroico, mientras que para otros es una traición.
A las 9:00 horas de la mañana del 29 de agosto de 1944, se puso en marcha la insurrección cuando un grupo de oficiales liderados por el general Ján Golian puso bajo arresto al jefe del Estado Mayor del Ejército Eslovaco. Acto seguido y con la máxima rapidez para evitar una reacción desde el Palacio Presidencial, la guarnición del Ejército eslovaco en Zilina se sublevó con más de 1.000 soldados al frente del comandante Jozef Dobrovodsky que sacaron a las calles cuatro tanques. A estos se unieron guerrilleros aislados y voluntarios galos del Partido Comunista Francés.
El presidente Jozef Tiso se puso en contacto con el Gobierno de Berlín para autorizar la entrada del Ejército Alemán. La llegada de este ejército tuvo lugar el 31 de agosto, por Kosice, por la frontera con Polonia y el Grupo Ohler por el Valle de Váh. Aunque durante el avance inicial un tanque eslovaco Marder III consiguió destruir tres tanques Panzer IV, al final los alemanes destrozaron al blindado y rindieron a las guarniciones sublevadas de Poprad y Levoca.
El 3 de septiembre de 1942, los nazis ocuparon la estratégica ciudad de Spisská Nová Vis, donde como venganza por la sublevación un total de 275 personas fueron ejecutadas, 110 ciudadanos deportados a campos de trabajo y 44 pueblos incendiados por las Waffen-SS. La mañana del 4 de septiembre, los alemanes tomaron Vrútky. A partir del 10 de septiembre se intensificó la batalla con la llegada de 21 cazas La-5 de la Fuerza Aérea Checoslovaca, que durante un raid sorpresa sobre el Aeródromo de Piestany destruyeron 10 aviones alemanes aparcados en la pista y dañaron a otros 10.
Durante el mes de septiembre los rebeldes del Ejército Eslovaco perdieron el control de Sucany y el Bajo Tatras, pero lo compensaron apoderándose del Valle de Hornád, el Monte Javorina y Podlesok que cayó en sus manos el día 24. El declive irreversible para los sublevados comenzó el 25 de septiembre cuando tropas alemanas tomaron el estratégico nudo de San Miguel de Turiec, provocando gran cantidad de bajas. El asedio a Banská Bystrica, último bastión rebelde, comenzó el 27 de octubre de 1944 con muy pocas expectativas para los sitiados, ya que todos sabían que se enfrentaban a la destrucción de su causa. De ahí que finalizara el 28 de octubre, después de negociar la rendición.
Aquel levantamiento supuso una sucesión de crímenes por parte de los dos bandos enfrentados. En 211 fosas comunes fueron asesinados 5.304 prisioneros. De ellos, 3.000 por el ejército alemán y el resto por el ejército eslovaco. Al campo de concentración de Mathausen deportaron a 15.000 soldados. Fueron arrasadas por las SS 93 aldeas, asesinando a la mayoría de sus habitantes. Los húngaros de la Cruz Flechada fusilaron 530 cautivos y 800 quedaron como prisioneros. Los rebeldes eslovacos asesinaron a 2.000 compatriotas acusados de fascistas, Asimismo, los pogromos racistas contra las minorías alemanas de los volksdeutsche, pues 2.000 germanos étnicos fueron masacrados, entre ellos 187 varones tiroteados en una fosa común durante la Matanza de Sklené.
La Junta Nacional Eslovaca sufrió 50.000 bajas entre muertos, heridos y desaparecidos, incluyendo 12.000 prisioneros. Por lo que respecta al material de guerra perdieron 48 tanques, 2 trenes blindados y 15 aviones. Les capturaron 80 cañones, 600 vehículos, un tren blindado y 2.800.000.000 coronas de oro del tesoro bancario de Bratislava. El ejército alemán y sus aliados sufrieron 10.000 bajas entre muertos y heridos sumando alemanes, eslovacos gubernamentales, húngaros, ucranianos o azerís, además de unas pérdidas materiales de tres tanques destruidos y 24 aviones derribados.