Fundado en 1910
Menú
Cerrar

Víctor Pradera©KORPA

Quién era Víctor Pradera, el diputado al que el alcalde socialista de Mislata le ha quitado la calle

La localidad de Mislata ha eliminado del callejero a varios asesinados durante la Guerra Civil, entre los que destacan el obispo de Barcelona, Monseñor Irurita o Víctor Pradera

Recientemente, el alcalde socialista de la localidad de Mislata ha eliminado del callejero a varios asesinados durante la Guerra Civil, entre los que destacan el obispo de Barcelona, Monseñor Irurita, sobre quien se pueden ilustrar con la obra de José Javier Echave-Sustaeta con el título Mons. Manuel Irurita, Obispo de Barcelona. Mártir por querer que Cristo reinara en su diócesis, y de Víctor Pradera, ingeniero, abogado, diputado, gran intelectual y en el momento de su asesinato miembro del Tribunal de Garantías Constitucionales, al cual vamos a conocer, y al que pueden profundizar en mi obra Víctor Pradera, un católico en la vida pública de principios de siglos (Madrid, BAC, 2000).

Antigua calle Víctor Pradera

Víctor Pradera nació en Pamplona el 19 de abril de 1872, pero desde muy joven su familia se estableció en San Sebastián, donde su padre fue promotor de nuevas viviendas. Estudió en la capital donostiarra y poco después en Burdeos donde aprendió el idioma, marchando a continuación a la Universidad de Deusto a preparar el ingreso en ingeniería. A pesar de que procedía de familia carlista, su vinculación con el tradicionalismo vino de su contacto con sus compañeros de la Universidad, Urquijo, Olazábal y Gaitán de Ayala. Después de estudiar para ingeniero de caminos, canales y puertos en Madrid volvió a Tolosa para hacerse cargo de una pequeña papelera. Sin embargo, los carlistas locales encontraron en Pradera el diputado idóneo para su distrito. Su nueva imagen se identificaba perfectamente con el carlismo innovador que el marqués de Cerralbo en el plano organizativo y Juan Vázquez de Mella en el ideológico habían establecido.

Su cartera parlamentaria duró dos legislativas, donde no pasó inadvertido ante su tenaz defensa del foralismo y de la vía política sobre la acción militar. Los liberales se sorprendieron al ver representando a un movimiento que consideraban arcaico, por un ingeniero de 27 años, que aprovechaba su tiempo libre en la capital para hacerse abogado. Cuando los gobiernos de la Restauración patrocinaron medidas anticlericales, el carlismo fue una de las fuerzas que defendió los derechos de la Iglesia y Pradera fue reconocido como uno de sus oradores más apasionados y significados. Después abandonó la carrera parlamentaria, dedicándose a sus negocios privados.

Sin embargo, en 1918, los carlistas pamploneses consideraron que Pradera debía representarles en el parlamento, como principal oponente del naciente nacionalismo vasco. Pradera se convirtió en uno de los principales intelectuales, que desde el foralismo y el tomismo acusó al nacionalismo vasco de ser un movimiento racista y alentar el separatismo apoyándose en un discurso extraño a las tradiciones vascas. No obstante, en 1919, el tribuno Juan Vázquez de Mella se enfrentó al pretendiente y cabeza de la familia, Don Jaime de Borbón, por la diferencia existente entre la germanofilia del primero y la francofilia del segundo. La disputa llegó a provocar una escisión, en la cual Víctor Pradera se vio integrado, por su fidelidad a su maestro, del 'mellismo' rebelde.

El carlismo siguió dividido hasta la proclamación de la II República. Sin embargo, el mellismo intentó aglutinar al resto de las fuerzas de derecha para formar un partido semejante al Zentrum alemán. Esta formación fue el Partido Social Popular que quedó agónico en su nacimiento ante el sorpresivo golpe de Estado del capitán general de Cataluña de 1923. Durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera, el jaimismo se mantuvo en la oposición por no ver en el nuevo régimen un instrumento de política tradicionalista y por el mantenimiento de la monarquía alfonsina.

El 'mellismo', a través de Pradera, por el contrario, intentó influir en el régimen para que adoptase medidas tradicionalistas, como la descentralización del país, aplicando el foralismo y la adopción del corporativismo como régimen representativo. Para entonces, Pradera va madurando como intelectual con obras de gran densidad de conocimientos. Su polivalencia le lleva, con Fernando el Católico y los falsarios de la historia, a defender la posición del rey católico en la anexión de Navarra a la corona española. Con Dios vuelve y los dioses se van, Pradera defiende desde el neotomismo de Mercier y Taparelli una visión católica de la economía que critica las escuelas marxista y liberal. Finalmente, en Al servicio de la Patria pone por escrito todas las críticas que tiene que hacer al régimen 'primorriverista', desde una oposición moderada.

Con la implantación de la II República, el carlismo vio cómo se reintegraban a sus filas integristas y mellistas. Pradera ocupó desde el principio un puesto dirigente en la Junta presidida por el conde de Rodezno. En 1931, rechazó formar parte de la candidatura derechista navarra por incluir a nacionalistas vascos en ella. Su actuación en mítines y su colaboración en prensa fue continua, especialmente en la revista Acción Española, máximo exponente intelectual del derechismo antirrepublicano. Como máximo ideólogo del carlismo, el nuevo líder carlista Manuel Fal Conde le nombró presidente del Consejo de Cultura, donde realizó un gran papel en el perfilamiento ideológico del carlismo en las páginas de su órgano Tradición. Pradera se convirtió en una persona célebre con su libro El Estado Nuevo, donde sistematizó la forma política del Estado enraizado al corporativismo católico inspirado en las encíclicas de León XIII, con el foralismo de Vázquez de Mella. Aparte, Pradera fue elegido vocal del Tribunal de Garantías Constitucionales, equivalente al actual Tribunal Constitucional.

El 18 de julio estalló la Guerra Civil. Pradera fue detenido en San Sebastián por orden del nacionalista vasco Telesforo de Monzón. Poco antes de ser tomada la ciudad por los nacionales, era asesinado junto a un hijo suyo y al lado de uno de sus mejores amigos, José María Urquijo, fundador del periódico La Gaceta del Norte, que había servido de modelo para hacer El Debate.