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Atentado de la calle del CorreoEFE

50 años

Así fue el atentado de la calle del Correo, la primera matanza indiscriminada de ETA

El 13 de septiembre de 1974, hace 50 años, la banda terrorista perpetró su primer atentado indiscriminado sobre población civil. La acción segó la vida de trece personas y dejó más de setenta heridos

La potente bomba, reforzada con metralla, hizo explosión en torno a las 14:30 h en la cafetería Rolando, situada en el número 4 de la calle del Correo de Madrid. Se trataba de un establecimiento hostelero localizado muy cerca de la Real Casa de Correos, donde en aquel entonces estaba ubicada la Dirección General de Seguridad (DGS). El edificio, situado en la parte meridional de la Puerta del Sol, hoy en día es la sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid.

El atentado

Dos terroristas colocaron un artefacto explosivo, compuesto por unos treinta kilos de dinamita, tuercas que actuaron como metralla y un temporizador, en los aseos de la cafetería. Su objetivo era asesinar el mayor número posible de miembros de las fuerzas de seguridad del Estado, ya que, debido a su proximidad a la DGS, el establecimiento era frecuentado por policías. De hecho, el artefacto fue programado para que hiciese explosión durante la hora del almuerzo, esperando que el comedor estuviese abarrotado de policías. Sin embargo, como en tantas otras ocasiones, el comando etarra decidió obviar que se trataba de un establecimiento público al que cualquier persona podía acceder. Y, además, estaba situado en pleno centro de Madrid, lugar frecuentado por turistas.

La deflagración mató a once personas. Hubo más de setenta heridos, algunos de los cuales sufrieron severas mutilaciones. Poco más de dos semanas después del atentado falleció Gerardo García Pérez a consecuencia de las secuelas físicas. Y el 11 de enero de 1977 murió el inspector jefe Félix Ayuso Pinel, único policía de la macabra lista de víctimas mortales. De esta forma, el balance final fue de trece muertos. Fue la acción terrorista más sangrienta de ETA hasta junio de 1987, cuando se perpetró el atentado de Hipercor en Barcelona. En esta ocasión asesinaron a 21 personas, hiriendo a otras 45.

Entre los muertos a consecuencia del indiscriminado atentado de la calle del Correo se encontraba la pareja formada por María Jesús Arcos Tirado y Antonio Alonso Palacín, ambos, naturales de la provincia de Zaragoza, habían contraído matrimonio seis días antes y estaban en plena luna de miel. Él era mecánico y ella trabajaba como telefonista en Alhama de Aragón.

Personal de seguridad y bomberos introducen a una persona herida en una ambulancia tras el atentado terroristaEFE

Los etarras también acabaron con la vida de otro matrimonio, el formado por María Josefina Pérez Martínez y Baldomero Barral Fernández, panadero de profesión. Los dos eran naturales de La Coruña y estaban visitando Madrid. La pareja tenía dos hijos, el mayor de tan solo tres años.

Otra de las víctimas fue María Ángeles Rey Martínez, una estudiante burgalesa de 20 años que se había desplazado a Madrid para presentarse al examen de una asignatura que tenía pendiente. Ese fatídico día estaba comiendo en la cafetería con unas compañeras.

La reivindicación

En su momento ETA no reivindicó la matanza temiendo el enorme descrédito que tendría entre sus acólitos. Más aún cuando, a nivel internacional, querían venderse como víctimas de una desmedida represión. Tendrían que hacer malabares para justificar que el atentado era parte de una sesuda estrategia de lucha contra la dictadura. Aunque, de hecho, no sería la primera ocasión en que la organización terrorista no reconociese una de sus «acciones». En marzo de 1973, tres jóvenes gallegos desaparecieron en la localidad de San Juan de Luz (Francia) y sus cuerpos nunca aparecieron. Se da prácticamente por seguro que fueron secuestrados, torturados y asesinados por miembros de la organización criminal.

En el caso del atentado de la calle del Correo, era necesario enmascarar la autoría. Así que, en un principio, los terroristas utilizaron el manido recurso de responsabilizar a la extrema derecha. Y al Régimen, claro. Lo habitual en determinados círculos. Sin embargo, el desmentido inicial de los etarras no tuvo credibilidad alguna, ni siquiera entre los suyos. Así que, tras un prolongado silencio, ETA hizo público un ambiguo comunicado en el que se veía a decir que la cafetería era frecuentada por agentes y altos mandos de la DGS. Además, según la organización terrorista, se trataba de un importante centro de contacto y conexión entre la policía y sus redes de confidentes, colaboracionistas y soplones.

Lo cierto es que el atentado abrió una fractura interna en ETA de la que nunca llegaría a recuperarse. La organización terrorista se desgajó en una rama político-militar, los «poli-milis», y una militar, los «milis». La primera se disolvería con el paso de los años. La segunda, minoritaria y más radical, continuó con la lucha armada.

ETA no asumió la autoría del atentado de la calle del Correo hasta abril de 2018. Habían trascurrido prácticamente 44 años. Los autores materiales de la matanza se beneficiaron de la amnistía que se concedió en 1977. Nunca han sido juzgados.