Los Nueve de la Fama: estos fueron los personajes que encarnaron el ideal caballeresco de la Europa medieval
Históricos, pero también legendarios. Estos personajes fueron conocidos por convertirse en el epítome del ideal caballeresco, representando valor, honor y virtud
Nueve fueron los caballeros que encarnaron las aspiraciones y virtudes de la Edad Media. Tal fue así, que el mismo Miguel de Cervantes puso en boca de su emblemático hidalgo Don Quijote lo siguiente: «Yo sé quién soy. Y sé que puedo ser no solo los dos que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia y aún todos los nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron se aventajarán las mías».
A lo que el caballero de la triste figura hacía referencia era una selección de figuras tanto históricas como legendarias, cuyo legado nos permite entender mejor cómo el valor, honor y deber influyeron en la construcción de la identidad cultural del momento. Una ventana al ideal de caballero que Alonso Quijano aspiraba a llegar.
Tradicionalmente, su origen se ha vinculado a un fragmento del poema francés Les voeux du paon (traducido al español como Los votos de Pavón), donde se agrupan por primera vez a estas figuras para exaltar sus hazañas y virtudes. Fue escrita por Jacques de Longuyon entre los años 1312 y 1313 para su patrón Thibaut de Bar, obispo de Lieja, y gracias a la traducción en múltiples lenguas, incluyendo el castellano, este canon caballeresco se extendió por toda Europa.
Aunque recientemente ha surgido una nueva hipótesis que asocia esta tradición al poema Van neghen den ten, atribuido al escritor flamenco Jacob van Maerlant y datado unos años antes de 1300.
Pero fuera cual fuese su origen, lo cierto es que esta clasificación se consolidó a mediados del siglo XIV, alcanzando popularidad entre el final de la Edad Media y el comienzo de la Moderna. Primero en los Países Bajos y poco tiempo después se fue extendiendo por las regiones centrales y occidentales de Europa hasta obtener gran importancia en las actuales Francia, Alemania e Inglaterra.
Por otro lado, aunque suelen dividirse según su religión (paganismo, judaísmo y cristianismo), estos héroes no suelen aparecer en el ámbito religioso, sino que se vincula más a contextos civiles asociados los gobiernos urbanos, la nobleza y la monarquía.
Así, los paladines de la Edad Media fueron los siguientes: la tríada de héroes paganos lo formaban Héctor de Troya, Alejandro Magno y Julio César. Por su parte, Josué, David y Judas Macabeo componen la tríada de héroes judíos o de tiempos del Antiguo Testamento. Y por último, la tríada de héroes cristianos donde figuran el rey Arturo, el emperador Carlomagno y el líder militar de la Primera Cruzada, Godofredo de Bouillon.
Según la investigadora Deirdre O'Siodhachain en su artículo sobre Los Nueve de la Fama explica que como grupo, todos representan las facetas del «guerrero perfecto» y, a excepción de Héctor, «son héroes conquistadores». También subraya que «todos aportaron gloria y honor a sus naciones y se destacaron por su destreza personal en las armas». Mientras que de forma individual, «cada uno mostró alguna cualidad sobresaliente en la caballería que, en combinación con su contexto histórico, los convirtió en ejemplos».
Representados ampliamente en esculturas, pinturas murales, tapices, grabados, vidrieras, orfebrería, etc., para identificar a los Nueve de la Fama es crucial la heráldica. Los emblemas que identifican tanto al príncipe troyano de la Ilíada de Homero que estuvo al frente de la defensa de Troya durante la guerra contra los aqueos, como al rey de los macedonios y gran conquistador de la Antigüedad, es el león sedente que sostiene un hacha o una espada. Para evitar confusión, al primero se le asocia con dos leones rampantes enfrentados.
Por su parte, Julio César como gran líder militar y político de la República de Roma, cuya dinastía daría lugar a la primera familia imperial romana, se le plasma con el emblema de un águila bicéfala.
Pasando a los héroes de tiempos del Antiguo Testamento, a Josué, que fue el sucesor de Moisés escogido por Yahvé para liderar a los israelitas y conquistar Canaán, la Tierra Prometida, se le identifica con el emblema de un dragón. Para David, rey de Israel, que unificó el reino y situó la capital en Jerusalén, se le representa con una lira, haciendo alusión a sus actividades musicales. Y por último, a Judas Macabeo, como líder militar de la revuelta judía conta la dinastía helenística de los Seléucidas se le representa con una o dos aves.
Se utilizan tres coronas de oro sobre campo de azur o gules en alusión a los tres reinos (Inglaterra, Escocia y Bretaña) del mítico rey Arturo, quien defendió Britania de la invasión de los sajones y descrito en la literatura como gran conquistar y ejemplo para los monarcas medievales europeos.
Para reconocer a Carlomagno, rey de los francos y los lombardos se le suele ir acompañado de un escudo partido con un águila bicéfala sobre campo de oro y flores de lis en oro sobre campo de azur, dos elementos que aluden tanto a la dignidad imperial como a la monarquía francesa. El último símbolo, correspondiente a Godofredo de Bouillon, líder militar de la Primera Cruzada que se convirtió en el guardián del Santo Sepulcro tras la conquista de Jerusalén, es la conocida como cruz del Santo Sepulcro.
Las Nueve de la Fama
Este canon de héroe medieval tuvo su reflejo femenino, un grupo de heroínas que, dependiendo la tradición que se siga, conformaban: Sínope, Hipólita, Melanipa, Lempedo, Pentesilea, Tomoris, Teuta, Semíramis y Deípile, según la tradición francesa, la más antigua y difundida desde finales del siglo XIV. Pero también existe la versión alemana que empezó a resonar en el siglo XV y, retomando la idea división por triadas, identifica a sus guerreras en: Lucrecia, Veturia y Virginia como heroínas paganas; Esther, Judith y Jael, como las tres judías y santa Elena, santa Brígida y santa Isabel de Hungría como las tres cristianas.