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La batalla de Constantino y Licinio, de Rubens, hacia el siglo XVII

La batalla de Constantino y Licinio, de Rubens, hacia el siglo XVII

La batalla que proclamó a Constantino como único emperador del Imperio

Constantino y Licinio se enfrentaron en la contienda de Crisópolis hace exactamente 1700 años. A partir de ese día, Constantino aseguraría su dinastía como heredera del Imperio romano

Tal día como hoy, hace 17 siglos —el 18 de septiembre de 324—, Constantino unificó el Imperio bajo su mando tras vencer al último cogobernante de la Tetrarquía: Licinio. Este sistema de gobierno, instaurado por Diocleciano entre los años 284 y 285, pretendía evitar los pronunciamientos militares que habían sido recurrentes en el siglo III y proteger al Imperio de las continuas guerras fronterizas. Sin embargo, no lo consiguió.

Idas y venidas de la Tetrarquía

La Tetrarquía, formada por dos casas gobernantes (la joviana, asociada a Júpiter, y la hercúlea, protegida por Hércules), incluía cuatro gobernantes: un augusto y un césar para Oriente y otro augusto y césar para Occidente. Este sistema buscaba la unidad entre los tetrarcas y establecer una sucesión basada en méritos, no en lazos dinásticos. Sin embargo, pronto surgieron alianzas matrimoniales que debilitaron el sistema: Constancio Cloro, padre de Constantino, se casó con Teodora, hija de Maximiano —augusto de Occidente—, mientras que el césar Galerio, protegido de Diocleciano —augusto de Oriente—, se desposó con Valeria, la hija de este.

En el 306, la estabilidad de la Tetrarquía se rompió tras la muerte de Constancio Cloro, cuando su hijo Constantino fue proclamado augusto por el ejército en York, algo que no le correspondía, pues había de ser el gobierno colegiado quien asignara un nuevo césar. Desde entonces, hubo un caos de dirigentes y usurpadores, llegando en el 308 a haber cinco augustos y solo un césar, lo que evidenció el fracaso del sistema de Diocleciano.

Constantino y Licinio: alianza y rivalidad

Constantino, quien sería el futuro emperador único del Imperio, comenzó a consolidar su poder eliminando a varios cogobernantes y usurpadores. Primero fue su suegro Maximiano, que tras abdicar en el año 305 intentó recuperar el poder. Luego, en la famosa batalla del Puente Milvio en el 312, Constantino derrotó a Majencio, su cuñado y hermano de Fausta, quien se había proclamado augusto y fijado su residencia en Roma, asegurando así el dominio de Constantino sobre Occidente.

Batalla entre Constantino y Majencio. Obra de Pieter Lastman

Batalla entre Constantino y Majencio. Obra de Pieter Lastman

Tras estos acontecimientos, en el 313 quedaron tres augustos: Constantino en Occidente y Licinio y Maximino Daya en Oriente. Ese mismo año, Constantino y Licinio se reunieron en Milán, donde se establecieron los «Acuerdos de Milán», comúnmente llamado «Edicto de Milán», que reconocía por primera vez la libertad religiosa para paganos y cristianos. Durante el encuentro, Licinio también contrajo matrimonio con Constancia, medio hermana de Constantino, consolidando la alianza entre ambos. Poco después, Licinio derrotó a Maximino Daya, quedando solo dos augustos: él y Constantino. Comienza una diarquía que dura poco más de una década.

La concordia establecida entre Constantino y Licinio en el 313 empezó a deteriorarse en el 316, lo que provocó una primera guerra civil que terminó en enero de 317 con la victoria de Constantino en la batalla del Campo Ardiense. Tras la contienda, ambos augustos firmaron un tratado de paz en Sérdica, el 1 de marzo de 317, y elevaron a sus hijos, Crispo, Constantino II y Licinio II, al rango de césares, creando dos dinastías imperiales entrelazadas: la liciniana y la constantiniana.

A pesar de esta paz, las ambiciones de ambos dirigentes hicieron inevitable el conflicto. Con la Tetrarquía ya desaparecida y los hijos de los augustos como herederos, cualquier disputa política amenazaba con destruir la frágil paz. Y ese momento no tardaría en llegar.

A la izquierda: busto de Licinio; a la derecha: cabeza del Coloso de Constantino, actualmente en el Palacio de los Conservadores de Roma

A la izquierda: busto de Licinio; a la derecha: cabeza del Coloso de Constantino, actualmente en el Palacio de los Conservadores de Roma

Crisópolis: el enfrentamiento decisivo en la historia del Imperio romano

El conflicto entre ambos augustos se desencadenó a raíz del enfrentamiento de Constantino contra el pueblo sármata en el 323. Al entrar Constantino en territorio liciniano durante esta contienda, produjo el descontento de Licinio y el acto que hizo que la tensión entre ambos quedara patente.

Un año después, en la primavera del 324, Constantino permaneció en Tesalónica, su base de operaciones militares, preparando lo que sería la segunda guerra civil contra Licinio. Construyó un puerto en esta ciudad que daba al mar Egeo, y allí formó una gran flota. La puso bajo las órdenes de su hijo Crispo, ya experimentado por haber combatido en la zona del Rin desde el 317.

A finales de junio de 324, las tropas de Constantino partieron de Tesalónica y, el 3 de julio, se enfrentaron a Licinio en la batalla de Adrianópolis. La victoria de Constantino obligó a Licinio a retirarse hacia Bizancio. Constantino sitió la ciudad, estableciendo un cerco en el sector occidental, ya que el oriental estaba frente al mar. Este asedio se prolongó desde julio hasta septiembre.

Para gestionar la zona oriental de la ciudad, Constantino envió a su hijo Crispo al Propóntides, con el objetivo de controlar al enemigo. Licinio respondió enviando a su almirante Amando —también conocido como Abanto—, para proteger la línea marítima de la península. En un enfrentamiento naval en la boca del Helesponto, Crispo derrotó a Amando cerca de Galípoli, lo que permitió enviar más suministros a las tropas terrestres de Constantino.

El 18 de septiembre se enfrentaron en Crisópolis, donde Constantino obtuvo la victoria decisiva

Con esta victoria naval, Licinio se vio forzado a cruzar el Bósforo y refugiarse en Calcedonia, en la provincia de Bitinia. Allí, nombró a Martiniano como nuevo césar —su propio hijo, Licinio II, aún era muy joven para participar en las batallas—. Parte de las tropas licinianas se dirigieron a Lámpsaco para impedir que Constantino cruzara el Helesponto, mientras Licinio permanecía en Calcedonia.

Sin embargo, Constantino sorprendió a Licinio al construir ligeros navíos que le permitieron alcanzar Bitinia y desembarcar. Al enterarse de la incursión, Licinio mandó llamar a Martiniano para que se uniera a él para combatir a las tropas constantinianas. El 18 de septiembre se enfrentaron en Crisópolis, donde Constantino obtuvo la victoria decisiva.

Ante su derrota, Licinio huyó a Nicomedia, donde su esposa Constancia acudió al campamento de Constantino para implorar por la vida de su marido. Aunque Constantino accedió a las súplicas de su hermana y garantizó la vida de Licinio y su hijo, continuó el asedio a Nicomedia para forzar la abdicación de Licinio. El 19 de septiembre, Licinio entregó la púrpura a Constantino y fue enviado a Tesalónica, donde permaneció hasta que Constantino ordenó su ejecución en la primavera de 325, ya fuera por traición, ya fuera por evitar una posible reconquista del poder por su parte. Para evitar que el joven Licinio II vengara la muerte de su padre también mandó ejecutarlo.

La victoria de Constantino en Crisópolis marcó no solo el fin de Licinio, sino también del sistema tetrárquico instaurado por Diocleciano. Con su poder consolidado, Constantino emprendió un ambicioso proyecto: la construcción de una nueva capital imperial que rivalizara con Roma. En noviembre de 324, sobre las ruinas de la antigua Bizancio, fundó Constantinopla. Con el tiempo, esta ciudad no solo se convirtió en la capital del Imperio Romano de Oriente, sino que también fue conocida como la «Segunda Roma», eclipsando progresivamente a la propia Roma.

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