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El Revenge, buque insignia de Drake en 1589, en el momento de su captura por parte de la Armada Española

El Revenge, buque insignia de Drake en 1589, en el momento de su captura por parte de la Armada Española

Picotazos de historia

La Contraarmada, el desastre de la flota británica que no cuentan en el Reino Unido

El ataque inglés duró del 4 al 9 de mayo y resultó ser un fracaso que se saldó con la pérdida de 1.500 vidas del lado inglés junto con tres buques y cuatro barcazas

La llamada Grande y Felicísima Armada o Gran Armada (1588), a la que los ingleses bautizaron como Armada Invencible para darse más bombo, fue una expedición marítima realizada en el contexto de la guerra angloespañola de 1585-1604. La flota española se componía de 137 barcos y, entre tropa y marinería, se calcula que debía llevar a unas 26.000 personas a bordo. Pues bien, ya saben todos ustedes lo que aconteció. En un trabajo que publicó en la década de los noventa, el historiador inglés Geoffrey Parker demostró que la operación era logísticamente demasiado complicada para ese tiempo y que estaba abocada al fracaso.

Así es, la operación fue un fracaso, pero no el desastre que nos han querido vender desde Inglaterra. De la flota española —122 barcos llegaron al canal de la Mancha— se perdieron 35 junto con unas 8.000 y pico vidas. Por su parte, los ingleses tuvieron unos 6.000 muertos, principalmente por enfermedad y envenenamiento alimenticio. No perdieron ninguna nave.

Crecidos por el triunfo, los ingleses decidieron organizar una flota de invasión con el objeto de aprovechar la ventaja obtenida tras el fracaso de la Armada Española. Se pretendían tres cosas: destruir los restos de la Armada Española en los puertos del norte donde estaban siendo reparados y aprovisionados; tomar Lisboa y proclamar allí a un pretendiente portugués a la corona lusa, creando así un conflicto dentro de la península que distrajese fondos y tropas de otros sitios y, por último, capturar las islas Azores para utilizarlas como punto y base de interceptación de las Flotas de Indias.

Para conseguir estos propósitos contaban con una flota compuesta por un número de naves de diferente tipo —entre 160 y 200, ya que las cifras varían al recibir refuerzos y alejar navíos—, con unas 25.000 a 35.000 personas a bordo. El mando de la escuadra se entregó a Francis Drake, individuo que había tenido un notable éxito como pirata y que se había atribuido el mérito de la derrota de la Armada Española, aunque su actuación había sido muy puesta en entredicho. Las tropas embarcadas estarían bajo el mando del capaz general John Norreys, como comandante de la parte militar de la campaña. Se da la curiosa circunstancia que el abuelo de este general había sido ejecutado por orden de Enrique VIII, acusado de poner los cuernos a la real persona y zumbarse a la reina Ana Bolena.

La flota inglesa partió del puerto de Plymouth el 13 de abril de 1589 y Drake decidió, como primera actuación, atacar a la ciudad de La Coruña; posiblemente debido a una falsa información de que en los almacenes del puerto había abundantes avíos y bastimentos para la Armada Española, amén de una abundante caja para el abono de las soldadas de la marinería y otros pagos. El ataque inglés duró del 4 al 9 de mayo y resultó ser un fracaso que se saldó con la pérdida de 1.500 vidas del lado inglés junto con tres buques y cuatro barcazas.

Drake continuó la navegación rumbo a Lisboa y en el camino desembarcó a las tropas inglesas, bajo el mando de John Norreys, en la población de Peniche, a 75 kilómetros al norte de Lisboa. El intento de tomar la capital lisboeta fue otro fracaso debido a la falta de coordinación entre el ejército y la armada, y un furibundo Norreys tuvo que dar orden de reembarcar, mientras echaba pestes por la pasividad de la flota mandada por Drake.

La armada inglesa, que había capturado una flotilla de barcos mercantes de la liga hanseática —pues tenía que presentar algún aspecto positivo de la, de momento, desastrosa campaña—, puso rumbo a las Azores; siendo hostigada en todo instante por las naves de Don Martín de Padilla y Manrique, conde de Santa Gadea, que al menos se cobró cuatro barcos y hundió otros tantos. Incapaz, Drake, de alcanzar las Azores debido a los vientos contrarios, desechó continuar con la empresa y puso rumbo a la villa pesquera de Vigo, donde arribó el 25 de junio de ese año de 1589.

Río Tajo, con el castillo de San Jorge en el centro, artista desconocido (1572)

Río Tajo, con el castillo de San Jorge en el centro, artista desconocido (1572)

Vigo era, por aquel entonces, una pequeña villa de apenas 600 habitantes, pero opuso una feroz resistencia. Tanta que retrasó a los ingleses, permitiendo la llegada de las milicias bajo el mando de Don Luis Sarmiento, conde Gondomar y famoso diplomático, quien ahorcó a 200 de los invasores — «no por ingleses sino por piratas»—. Los ingleses reembarcaron con el rabo entre las piernas, dando por concluida la aventura y poniendo rumbo hacia Inglaterra.

La llamada Contraarmada fue un desastre sin paliativos, al punto que no volvió a hablarse del asunto. Las pérdidas de naves varían según las fuentes —entre 60 y 80— no así las de la marinería y tropas: todos están de acuerdo que falleció por enfermedad y guerra la mitad, quedando el resto tan maltrecho que apenas eran útiles tres hombres de cada diez.

En Plymouth, los supervivientes se amotinaron al serles comunicado que la paga por sus sufrimientos consistiría en cinco chelines. La Corona, que había perdido la friolera de 160.000 libras en este mal negocio, no estaba para tonterías, por lo que dio orden de ejecutar a los cabecillas de la revuelta. Y así concluyo este hecho de armas del que los ingleses no les hablarán a ustedes jamás, pues prefirieron poner un denso olvido sobre el asunto.

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