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Alejandro I de Rusia y Fernando VII

Alejandro I de Rusia y Fernando VII

Cuando Rusia intentó salvar el Imperio español en América

De todos los monarcas europeos, el zar fue el que más decididamente se volcó en intentar apoyar la tambaleante causa española

Durante las guerras de independencia de la América española, tanto los realistas como los rebeldes intentaron atraer el apoyo de potencias extranjeras. Los esfuerzos de las nacientes repúblicas se centraron en Gran Bretaña y Estados Unidos. España, por su parte, encontró un improbable aliado en el zar Alejandro I de Rusia. De todos los monarcas europeos, el zar fue el que más decididamente se volcó en intentar apoyar la tambaleante causa española.

¿A qué se debía este apoyo ruso? Por un lado, hay que entenderlo en el marco de la rivalidad que existía entre Rusia y Gran Bretaña al acabar las Guerras Napoleónicas y que se extendería durante casi todo el siglo XIX. Rusos y británicos habían salido reforzados de su victoria sobre Napoleón y eran las dos mayores potencias del momento.

Gran Bretaña controlaba los mares y el comercio, mientras que Rusia tenía el mayor imperio terrestre y el ejército más grande del mundo. La desconfianza entre ambos les llevó a librar una especie de partida de ajedrez global en la que cada uno buscaba limitar la expansión del otro, lo que los ingleses llamaron «el Gran Juego». En este contexto, Rusia entendió que la independencia de territorios del Imperio Español solo aumentarían la influencia británica en América y se decidió por ello a apoyar a España.

Por otro lado, la figura del zar Alejandro I también tuvo mucho que ver. Profundamente idealista, Alejandro abrazó en su juventud ideas progresistas y liberales, pero durante la guerra con Napoleón tuvo una profunda experiencia de conversión religiosa y evolucionó cada vez más hacia un cristianismo conservador. Por ello, rechazaba todo movimiento revolucionario como los de las repúblicas hispanoamericanas y creó la Santa Alianza, una liga de monarcas cristianos dedicada a mantener la paz y unidad de Europa. Fernando VII apeló a estas ideas del zar para conseguir que le ayudase a luchar contra los rebeldes americanos.

El encargado de asegurar la estrecha conexión entre Alejandro y Fernando VII fue el intrigante embajador ruso en Madrid, Dimitri Tatischev. Hombre carismático y habilidoso, consiguió convertirse en una de las personas más influyentes de la Corte española y trabajó siempre para mantener a España próxima a los intereses rusos y alejada de los británicos.

El caso más sonado en el que se vio envuelto Tatischev fue la venta de una escuadra de barcos rusos a España con la que poder transportar tropas a América, que se hizo de forma secreta e irregular y terminó fracasando por la mala adaptación de los barcos rusos a las cálidas aguas del sur. El escándalo fue mayúsculo y fue utilizado posteriormente con mucho éxito por los liberales para criticar a la Administración de Fernando VII.

Rusia respaldó las reivindicaciones españolas y pidió que se estableciese un boicot comercial de todos los reinos de Europa a los gobiernos rebeldes de América

Pero más allá de este negocio, la ayuda rusa se dio en otros muchos casos. Los diplomáticos del zar se esforzaron por defender los derechos de España sobre América y conseguir apoyo entre otros países. Así, en las conferencias que se celebraron en París entre 1817 y 1818 Rusia respaldó las reivindicaciones españolas y pidió que se estableciese un boicot comercial de todos los reinos de Europa a los gobiernos rebeldes de América. Alejandro I también intentó que Fernando VII fuese invitado al Congreso de Aquisgrán, donde se reunirían las grandes potencias, para defender sus derechos. Además, los diplomáticos rusos facilitaron información útil a sus colegas españoles para ayudarles en las negociaciones.

Toda esta ayuda, sin embargo, se encontró con la oposición británica. Por mucha buena voluntad que Rusia pudiera tener, el control británico de los mares hacía imposible dar ninguna ayuda militar directa. Sus esfuerzos diplomáticos, aunque insistentes, poco pudieron hacer para evitar el derrumbe final del Imperio Español.

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