El día de la Hispanidad, una fecha para «recuperar el sentimiento nacional español»
En 1987, el gobierno de Felipe González instauró el 12 de octubre como fiesta nacional, bautizado como Día de la Hispanidad
En octubre de 1982, el PSOE de Felipe González obtenía la victoria en las elecciones generales. En una de sus primeras declaraciones como presidente del gobierno, el citado líder socialista creía «necesario recuperar el sentimiento nacional español». La pregunta que surgía a continuación era cómo hacerlo.
El gobierno desveló pronto sus planes: apeló a la modernidad, a Europa y a las regiones que formaban parte de la nación española. Esta última cuestión había protagonizado múltiples debates durante décadas hasta culminar en el reconocimiento de las nacionalidades por parte de la Constitución de 1978. La intención de los socialistas de recurrir a un patriotismo constitucional chocó con los planes de los nacionalismos periféricos, por lo que la idea acabó desechándose.
Fue entonces cuando parte de la izquierda buscó la respuesta a la pregunta en la Historia. Debía existir algún acontecimiento que despertarse el orgullo de todos los españoles y que estos, sin excepción, aceptasen adoptarlo como fecha de celebración. Evidentemente, el consenso alcanzado en la Transición obligaba a pasar por alto hechos históricos relacionados con el último medio siglo. La Segunda República, la Guerra Civil y el franquismo eran territorios vedados. El foco se trasladó al siglo XIX.
Este contaba con un episodio bélico que había sido el pilar del nacionalismo español contemporáneo: la Guerra de la Independencia. El problema que presentaba este conflicto estribaba en su componente antifrancés, que lo hacía incompatible con el europeísmo desplegado, al mismo tiempo, por el gobierno. Además, fijar como celebración la significativa fecha del Dos de Mayo podía contemplarse como algo ligado exclusivamente a Madrid y enfriar así los ánimos del resto de España.
No había más remedio que remontarse a la Historia Moderna para encontrar el anhelado acontecimiento. De todos ellos, el que gozó de mayor consenso fue el 12 de octubre de 1492. La llegada a América de Cristóbal Colón era el hito histórico idóneo. El viaje, patrocinado los Reyes Católicos, símbolos de la unión dinástica, marcó el inicio del periodo más glorioso de la monarquía hispánica. A su vez, el acontecimiento se presentó como un hermanamiento con Hispanoamérica, ya que redundó, única y exclusivamente, en factores positivos para ambos continentes. En 1987, el gobierno de Felipe González instauró el 12 de octubre como fiesta nacional, bautizado como Día de la Hispanidad.
Esta instauración era, en realidad, una reinstauración, puesto que en 1918, el gobierno de Antonio Maura (con la aquiescencia de Alfonso XIII), convirtió el 12 de octubre en el día de la Fiesta de la Raza «con un carácter nacionalista inequívoco» en palabras del historiador Javier Moreno Luzón. El momento no podía ser más oportuno. España, neutral en la Primera Guerra Mundial, trataba de reforzar su protagonismo en la escena internacional como baluarte de la paz. Por si fuera poco, esta efeméride brindaba la oportunidad de estrechar lazos políticos y económicos con Hispanoamérica.
Allí, la Leyenda Negra que recordaba las consecuencias negativas de la conquista competía con la visión más amable que llevó a Hipólito Yrigoyen a instaurar el 12 de octubre como fiesta nacional argentina en 1917. Con esta festividad, teñida de desfiles, misas, himnos, concursos y premios, España, además de reforzar su hispanoamericanismo, trataba de mantener su cohesión interna y su estabilidad tras los ataques revolucionarios y separatistas que marcaron esos años.
Posteriormente, pese a que el régimen de Franco se valió de otras celebraciones directamente relacionadas con su origen, como el 18 de julio o el 1 de abril, el 12 de octubre continuó siendo una fecha relevante. Tras la derrota de los fascismos en 1945, el concepto de raza cayó en desuso por lo que, ya en la década de 1950, el franquismo empleó el término Hispanidad para la conmemoración de una festividad que coincidía con la celebración del día del Pilar. El tono historicista de la fiesta se unía así al componente religioso que aportaba la patrona de Zaragoza.
Aunque los socialistas de Felipe González trataron de darle un nuevo significado a una fecha que ya había sido empleada como fiesta nacional, la interpretación positiva de la llegada a América y su posterior conquista y evangelización resistió mal al paso del tiempo. La crítica, que aportó una visión muy negativa de este episodio, vino, por un lado, del propio continente americano, cuya reacción ha llegado a monopolizar el debate político por la insistencia de algunos países de obtener una disculpa por parte de España, tal y como hemos visto recientemente.
También muchos españoles continúan criticando la elección de esta fecha, desvirtuando el sentido que trató de darle el gobierno socialista en 1987. Al grito de «Nada que celebrar», recuerdan los efectos perniciosos que el llamado descubrimiento tuvo para América. De esta forma, mantienen viva una polémica acerca de nuestro pasado que, en muchas ocasiones, trasciende el ámbito de la investigación histórica para acabar desatando las pasiones políticas.