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¿Qué se comía en los barcos de la Armada del siglo XVI?

¿Qué se comía en los barcos de la Armada del siglo XVIII?Diomedia

De gusanos y ratas a una dieta mediterránea en altamar, así cambió la alimentación en los buques de la Armada

Hasta bien entrado el siglo XX, algunos buques llevaban animales vivos para alimentar a la dotación

«Los alimentos se echaron a perder. La galleta se convirtió en un polvo mezclado con gusanos y empapado en orines de rata», escribió Fernando de Magallanes. Una situación habitual en las largas expediciones, donde quedarse sin comida o conservarla en buenas condiciones eran cuestiones que cualquier marino desde los romanos tuvo que enfrentar o planificar para evitar que sucediera. Es más, la comida durante cualquier navegación no solo era para alimentarse, también servía –y sirve– para mantener la moral alta y las mentes ocupadas. Pero ¿Qué comían los marineros? ¿Cómo se organizaban para subir tanto alimento a bordo?

Un galeón español en la costa de Manila, en Filipinas

Un galeón español en la costa de Manila, en Filipinas

Al principio, en el siglo XVI y XVII, la comida en los buques era difícil de conservar. Gracias a listados como el que mandó diseñar el marqués de la Victoria sabemos qué productos embarcaban: vacas, terneras y carneros vinos, legumbres, barriles de arroz y frutos secos, huevos en sal y azúcar, entre otros alimentos. Ahora bien, todo este proceso empezaba en tierra firme, donde se planificaban las cantidades necesarias según los días de navegación y personal. Después de conseguir todos los suministros se mandaban desde el arsenal al muelle, y se enviaban a los barcos asignados.

Se creó una ración concreta de 23 ingredientes que podía aportar al menos 3.000 calorías

El embarque y la colocación de la carga iba al milímetro, de tal forma que no afectase a la estabilidad de la nave. Un trabajo que se ha mantenido en el tiempo. Después de colocar el lastre y ciertas piezas de artillería, subían a bordo los víveres y, por último, los barriles de agua y vino, el famoso bizcocho, las carnes y las reses vivas, aunque solían durar poco a bordo. Ya por último embarcaban la pólvora y la dotación. Con las despensas llenas, empezaba la cuenta atrás de pérdidas económicas y de alimento hasta que el buque empezaba a navegar. En altamar, los marineros se reunían en torno a lo que se llamó la «isleta de las ollas», un cajón con tierra en el fondo donde se encendía el fuego para cocinar.

La ración de armada

Cuando se creó la Real Armada a principios del siglo XVIII, la logística de provisiones mejoró considerablemente, y con ella la calidad de las raciones, que eran mucho más completas y nutritivas que las del Ejército de Tierra. Se creó una ración concreta de 23 ingredientes que podía aportar al menos 3.000 calorías. La ración estaba basada en una dieta mediterránea, en la que cada marino tomaba pan, vino y legumbres cada día, también comían carne cuatro días a la semana, pescado dos días y el queso solo un día a la semana. Esta medida sirvió a los intendentes para calcular los víveres necesarios que debían embarcarse en cada buque.

La «isleta» de los marinos del siglo XVI pasó a convertirse en una cocina central permanente, situada debajo del castillo de proa formada por dos fuegos y un horno de leña que estaban separados del resto por una pared (mamparo) de hierro, cal y ladrillo para evitar incendios. El cocinero hacía todo de forma conjunta, y cuando terminaba tocaba una campanilla para avisar a cada responsable, que se llamaban rancheros, que debía llevar los platos al resto de su rancho. Luego, cada miembro de la dotación comía donde podía, en el suelo, en mesas improvisada, etc. Se pensó en todo, para los marineros enfermos la cocina preparaba una dieta especial. Los oficiales por su parte solían tener su espacio, al igual que el capitán o comandante de la embarcación. Marinería, suboficiales, oficiales y comandantes tenían sus espacios separados.

Este sistema de rancho permitió variar la alimentación a bordo, creando nuevas combinaciones que mejoraron la alimentación. Puede parecer algo menor, pero en los navíos de la Real Armada se comía mejor que en el de otras marinas militares de su tiempo, e incluso mejor que parte de la sociedad civil española. Esto demuestra que la Armada no solo fue potente en lo militar, sino que también ganó ciertas batallas en lo que era la vida diaria de sus dotaciones.

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