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Regreso de la Victoria a Sevilla. Elías SalaverríaMuseo Naval

¿Quién era Loaísa, el capitán de la segunda vuelta al mundo en la que murió Elcano?

Tras su exitoso libro sobre el marino vasco, el escritor Tomás Mazón vuelve con otro título en el que reivindica la figura de Loaísa, el capitán que realizaría la segunda circunnavegación de la Tierra

«Aquello que más debemos estimar y tener es que hemos descubierto y dado la vuelta a toda la redondez del mundo». Con estas palabras Juan Sebastián Elcano informaba a Carlos I de su gran gesta –había circunnavegado la totalidad de la Tierra por primera vez– al tiempo que le comunicaba su regreso. Lo haría el 6 de septiembre de 1522 a bordo de la nao Victoria.

Sin demora y tras haber escuchado los detalles de la expedición de labios del marino vasco, a quien ordena caballero y entrega un un escudo en honor de su logro con la leyenda primus circumdedisti me, Carlos I se propone alcanzar las islas de la Especiería para fortalecer la presencia del Imperio en la región.

De esta manera, el 24 de julio de 1525, partiría una escuadra de siete naves con García Jofre de Loaísa (o Loaysa) como capitán general de la armada y gobernador de las islas Molucas desde La Coruña.

La armada estuvo formada por siete barcos. Cuatro eran naos: Santa María de la Victoria (capitaneada por Loaísa), Sancti Espiritus (Elcano), Anunciada (Pedro Vera) y San Gabriel (Rodrigo de Acuña). Había dos carabelas: Santa María del Parral (Jorge Manrique) y San Lesmes (Francisco de Hoces). Completaba la flota el patache Santiago, al mando de Santiago de Guevara. La tripulación estaba formada por unos 450 hombres.

Ahora, Tomas Mazón Serrano, el autor de Elcano. Viaje a la Historia (Ediciones Encuentro), reivindica la figura de Loísa, capitán de una vuelta al mundo que resultó «maldita» porque apenas regresaron nueve de los 450 tripulantes, con bajas tan importantes como el propio Elcano, que solo tres años atrás acababa de culminar la primera vuelta a la Tierra.

A través de su nuevo libro La vuelta al mundo maldita (editorial Edaf), Mazón aporta datos novedosos sobre este «gentilhombre», una figura histórica que no ha recibido «ningún estudio específico», según considera el ingeniero técnico de obras públicas y experto en la primera vuelta al mundo, pero que «se revela como alguien con una extraordinaria hoja de servicios».

El grabado representa la partida de los siete barcos de la expedición de Jofre de Loaísa del puerto coruñésVicente Urrabieta

Tras examinar cientos de fuentes de información diferentes y recopilar documentación, el autor del primer ensayo moderno sobre la expedición de Loaísa aclara algunos datos sobre la vida del capitán como que era natural de Plasencia (Cáceres) y no de Ciudad Real, o que acudió como embajador ante el Gran Turco dejando por escrito los detalles del encuentro.

Además, defiende que Loaísa fue designado capitán general de la expedición no porque fuera noble, como se ha argumentado hasta ahora, sino por los «méritos tremendos» que acumuló, lo que hizo que todos los integrantes estuvieran «honrados» de tener un líder «de ese calibre», según recoge la agencia Efe.

Una «historia de superación»

En La vuelta al mundo maldita veremos también un elaborado y minucioso listado de todos los tripulantes, con su origen y función. Entre ellos figuran Andrés de Urdaneta, «uno de los mejores marinos de la historia» y descubridor de la ruta entre Asia y América, advierte. Urdaneta, un «guerrero, navegante, intérprete, mercader» y más tarde religioso agustino natural de Ordizia (Guipúzcoa), viajó a las islas con 17 años y fue uno de los que regresó a España, lo que hizo con su pequeña hija mestiza nacida en las islas Molucas llamada Gracia.

Aunque la expedición de Loaísa no logró su objetivo, Mazón defiende que fue una «historia de superación» de los navegantes, sobre todo los que «no dieron su brazo a torcer» y regresaron a España al cabo de doce años, y también de los mandos intermedios, que tuvieron que asumir altas responsabilidades tras la muerte de sus superiores, como ocurrió en el viaje de Magallanes-Elcano.

El objetivo era alcanzar las Molucas, expulsar a los portugueses, que ya estaban asentados allí, y hacerse con el domino de aquella zona. Sin embargo, al acercarse al estrecho de Magallanes comenzaron graves problemas. La nao capitaneada por Elcano se fue a pique en el cabo de las Ince Mil Vírgenes; pierden dos naves por deserción la Anunciada y el San Gabriel.

Esta última regresó a España haciendo «ciertas barrabasadas» por la costa brasileña, lo que provocó el arresto de parte de la tripulación, y ocurrió lo mismo con el resto de navegantes cuando tocaron suelo español, según relata el autor a Efe.

Cuatro barcos lograrían cruzar el estrecho de Magallanes, pero a los cinco días de entrar en el Pacífico, una tormenta los separa y no conseguirán reunirse. Ante las dificultades de la armada de Loaísa, Mazón desvela que Carlos I pidió ayuda a Hernán Cortés y autorizó el envío tres navíos desde Nueva España a las Molucas, con unos cien marineros, de los que finalmente solo sobrevivieron tres. Esta expedición liderada por Álvaro de Saavedra, un viaje que el autor califica de «épico», también encuentra varias páginas en La vuelta al mundo maldita.

Portada del libro La vuelta al mundo maldita. La expedición de Loaísa

Como los últimos de Filipinas

Finalmente, la nao capitana, Santa María de la Victoria, arriba a las Molucas sin Loaísa y Elcano que mueren en alta mar. De los 450 hombres de la expedición, solo 105 consiguieron el objetivo. Sin embargo, al poco de llegar se inicia una guerra con los portugueses que se prolongará años hasta que se acordó el Tratado de Zaragoza, por el cual «se negociaron los derechos de pertenencia de las islas y Carlos I cobró una importante suma de dinero del rey de Portugal por mantener alquilada, por decirlo así, la posesión de las islas», indica el autor.

«Pero allí nuestros hombres no se pudieron enterar y permanecieron luchando. Aunque llegaban portugueses diciendo que ya no tenía sentido su lucha», los españoles no se fiaban, repitiendo lo que ocurriría en 1899 con los conocidos como «los últimos de Filipinas», recuerda Mazón.