Así fue la vida de Juan Sebastián Elcano después de conseguir dar la primera vuelta al mundo
El clavo que trajo Elcano en las bodegas de La Victoria fue más que suficiente para amortizar los costes de toda la expedición y dar beneficios
Ni tres años aguantó el marino de Guetaria en tierra firme. Dieciocho hombres exhaustos, cadavéricos y sin fuerzas capitaneados por Juan Sebastián Elcano llegaron a Sanlúcar de Barrameda a bordo de la destrozada nao Victoria el 6 de septiembre de 1522. Habían hecho Historia –con mayúsculas– porque fueron los primeros en circunnavegar la totalidad de la Tierra, 85.700 kilómetros. La Victoria, que no podía navegar, fue remolcada río arriba del Guadalquivir y dos días después Elcano y sus hombres pisaron tierra de nuevo. Como habían prometido, lo primero que hicieron fue acudir descalzos y con velas a la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria.
Los sevillanos y el resto de los súbditos recibieron a los supervivientes como auténticos héroes y la noticia no tardó en llegar a todos los rincones de la península. Elcano, como capitán, redactó una misiva para el Rey Carlos I en la que daba cuenta de su misión: «Mas sabrá su Alta Majestad lo que en más avemos de estimar y temer es que hemos descubierto e redondeado toda la redondeza del mundo, yendo por el occidente e veniendo por el oriente».
Y solicitó al monarca una recompensa para sus hombres «por los muchos trabajos e sudores e hambre e sed e frío e calor que esta gente ha pasado en tu servicio, les hagas merced de la quarta parte e veintena de sus caxas e quintalada». Hay que tener en cuenta que las naos que partieron tres años antes cumplieron su misión de encontrar un paso que conectase el Atlántico y el Pacífico por el sur, llegaron a las islas Molucas y, sin pretenderlo en un inicio, la última embarcación consiguió dar la primera vuelta al mundo.
Además del avance científico que supuso el clavo que trajo Elcano en las bodegas de La Victoria fue más que suficiente para amortizar los costes de toda la expedición y dar beneficios a sus participantes y al Imperio.
Un caballero del Emperador
Por orden real Elcano viajó hasta Valladolid con dos compañeros para contarle al Emperador los detalles de la expedición. Durante la audiencia, Carlos I ratificó los beneficios obtenidos de la empresa y cedió a los supervivientes (incluidos los que seguían presos en Cabo Verde) su quinto real, el porcentaje del valor de la mercancía que le correspondería, un 20%. Además, Carlos V nombró caballero a Juan Sebastián Elcano y le entregó un escudo de armas en el que aparecen representadas las especias que trajo (nuez, clavo y canela), un yelmo y un globo terráqueo sobre el que se puede leer: Primus circumdedisti me, «Fuiste el primero que la vuelta me diste».
A estos honores se sumó una generosa retribución económica de 500 ducados de oro anuales y vitalicios, aprobados por cédula real en enero de 1523. Por fin, la vida le sonreía. Decidió quedarse una temporada en Valladolid disfrutando de su posición y del amor de María Vidaurrieta, con la que tuvo una niña. Un año más tarde Elcano participó como piloto experto en las juntas de Elvas-Badajos, que organizaron Portugal y España para fijar la línea exacta, la demarcación en ambos hemisferios y así solucionar el problema de soberanía entre ambas naciones de ciertos territorios como las Molucas.
Una última aventura marinera
El marino de Guetaria estaba ligado al mar desde que nació, por tanto, en cuento pudo se enroló en una aventura oceánica. El 24 de julio de 1525 partió desde el puerto de La Coruña una escuadra de siete naves con García Jofre de Loaysa como capitán general de la armada y gobernador de las islas Molucas. Su objetivo era alcanzar las islas de la Especiería para fortalecer la presencia del Imperio en la región.
Juan Sebastián de Elcano se unió a la expedición de Loaysa con el cargo de lugarteniente y piloto mayor. Además, varios hermanos y familiares se alistaron con él y murieron durante la travesía. No es difícil suponer que para Elcano sería una navegación en la que pocas cosas podrían sorprenderle porque ya las había vivido. La escuadra navegó hasta el estrecho de Magallanes –descubierto cinco años atrás por la expedición Magallanes y Elcano–, allí desertó una de las naves, dos confundieron la entrada, otra se perdió durante una tormenta. Al final solo quedó una: la Santa María de la Victoria al mando de Jofre de Loaysa, que murió en julio de 1526. Juan Sebastián de Elcano ocupó el cargo de capitán general, aunque solo durante una semana.
«Lunes, a seis de agosto, falleció el magnífico señor Juan Sebastián Elcano», apuntó en la crónica Andrés de Urdaneta. El primer marino que circunnavegó la Tierra murió a bordo de la Victoria (La Santa María de la Victoria) en algún punto del Pacífico. Urdaneta también se preocupó de custodiar el testamento del vasco, en el que ponía de heredero a su hijo Domingo, y en caso de muerte, su hija. Catalina del Puerto, la madre del marino, también aparecía como beneficiaria de sus bienes. Al día siguiente se realizó la ceremonia en la que el cuerpo del Elcano fue arrojado al agua mientras la marinería realizaba los rezos habituales.