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El saqueo de Amberes en una obra del siglo XVI

El hecho histórico que dio origen al término 'furia española'

Aunque ahora se asocia con orgullo a los logros de la selección nacional de fútbol, en su origen fue utilizado por la propaganda holandesa para alentar la Leyenda Negra contra el Imperio español

El 4 de noviembre de 1576 una tropa de amotinados españoles desató su cólera sobre la ciudad de Amberes dejando a su paso destrucción y muerte o así lo hizo ver la propaganda holandesa, que a partir de aquel suceso, conocido como el Saqueo de Amberes, empezó a describir a los tercios, para alentar la Leyenda Negra, como «La Furia Española»: una banda de asesinos, ladrones y violadores que se ensañaron con brutalidad sobre la población.

Pero para entender estos hechos hay que retroceder un poco en el tiempo. La Corona española, inmersa en la Guerra de los Ochenta Años, no podía seguir soportando los enormes gastos que conllevaba dicho conflicto y en 1575 la Hacienda Real entró en quiebra por lo que Felipe II decidió suspender la financiación del Ejército de Flandes así como los pagos de los intereses de la deuda pública de Castilla.

Vista de la ciudad de Amberes en una pintura de autor desconocido, sobre 1540

Ante esta situación, Guillermo de Orange aprovechó para movilizar todas sus fuerzas contra un ejército español sin dinero y rodeado de enemigos que iban ganando terreno. Luis de Requesens intentó de recuperar el control a través de la vía diplomática y trató de cerrar acuerdos con las provincias católicas; sin embargo, falleció casi repentinamente el 5 de marzo de 1576 por enfermedad - posiblemente la peste-.

Fue el conde Pedro Ernesto de Mansfeld quien tuvo que ponerse al frente, temporalmente, de un ejército de 86.000 soldados que no cobraba sus pagas desde hace dos años y medio, así como la amenaza del avance de Orange quien había iniciado conversaciones con el Consejo de Estado, órgano subordinado de la Corona española, consiguiendo sobornar a varios de sus miembros los cuales dieron órdenes para degollar a los españoles y a todo aquel que les ayudase. Además, arrestaron a los miembros del Consejo leales a Felipe II y los protestantes enviaron misivas a la Pérfida Albión y a los franceses para que enviaran refuerzos.

Para empeorar las cosas, el Tercio de Francisco Valdés, de aproximadamente 1.600 soldados, rehusó obedecer órdenes hasta recibir sus respectivos salarios y decidió ocupar la ciudad de Alost para saquearla.

El Motín de Alost en un grabado del siglo XVI

La situación fue empeorando, pues los rebeldes aprovecharon las disensiones para ir conquistando terreno. Aún quedaban guarniciones españolas en Maastricht, Liere, Utrecht, Valenciennes, Gante y Amberes, donde los gobernadores de la ciudad traicionaron a los castellanos y entregaron la villa a los insurrectos holandeses.

Así el 3 de octubre entraron a la ciudad 6.000 hombres del ejército rebelde dispuestos a rendir la ciudad y asaltar el castillo que defendía una pequeña fuerza de 800 soldados que dirigía el veterano Sancho Dávila apodado «Rayo de la Guerra». A ellos se le unieron 14.000 ciudadanos armados para iniciar un asedio contra los españoles.

Enterados de la traición del pueblo de Amberes, los amotinados de Alost decidieron acudir en auxilio de los 800 soldados españoles que defendían la urbe y a pesar de haberse negado a luchar por el prolongadísimo impago de sus servicios, retomaron las armas para socorrer a los sitiados españoles y prometieron «socorrer el castillo y ganar la villa o perder las vidas sobre ello», como recoge el capitán Bernardino de Mendoza en sus escritos.

Y con tal ímpetu entraron en el castillo de Amberes, sin encontrar oposición. Una vez allí, juntaron fuerzas con 600 soldados traídos por otro legendario capitán Julián Romero. Se dice que al llegar Dávila les ofreció víveres, pero estos respondieron: «Venimos con propósito cierto de victoria, y así hemos de cenar en Amberes, o desayunar en los infiernos». Finalmente, el 4 de noviembre embistieron desde el castillo contra los 20.000 rebeldes de Amberes con una determinación movida por el honor y la camaradería.

Aunque había una inferioridad numérica para los castellanos, los soldados de los tercios se fueron abriendo paso al grito de «¡Santiago, España!» consiguiendo provocar el caos entre las filas rebeldes que se atrincheraron en el Ayuntamiento de Amberes. Viendo esto, los castellanos decidieron prender fuego al edificio. El incendio se extendió por la ciudad, lo que significó la ruina para una de las urbes más importantes y cosmopolita de la Europa de principios de la Edad Moderna.

Cierto es que los españoles saquearon la ciudad durante tres días, un periodo limitado a lo acostumbrado en aquella época. Sin ir más lejos, en abril de 1580, los ingleses sometieron a la plaza de Malinas a un mes de saqueo y asesinatos.

El Saqueo de Amberes no fue la imagen dantesca que la propaganda holandesa difundió: los muertos por armas fue de entre 2.500 y 3.000 hombres, mientras que los quemados y ahogados superaron los 5.000, según la página Tercios Viejos. Pero desde entonces los tercios fueron conocidos como la «furia española».