Picotazos de historia
El destino final del mariscal Model, el «apagafuegos» del Tercer Reich
Tan a menudo fue llamado para hacerse cargo de una situación complicada que se le llamó «el bombero del Tercer Reich»
El mariscal de campo alemán Otto Moritz Walter Model (1891-1945) fue un notable militar alemán y un fanático seguidor de Adolf Hitler. Un agresivo comandante de blindados que demostró tener auténtico genio para las campañas defensivas. Tan a menudo fue llamado para hacerse cargo de una situación complicada que se le llamó «el bombero del Tercer Reich».
En abril de 1945 el mariscal continúa siendo el mismo soldado fiable y tremendamente autoexigente; soez y tiránico con sus subordinados que, o bien le adoraban o le odian con apasionada intensidad. Tenía una personalidad que a nadie dejaba indiferente. Model estaba al mando del Grupo de Ejércitos Sur, que antes había sido comandado por Rommel y von Kluge. Las tropas bajo su mando son los restos, cohesionados como unidades de combate eficientes gracias a la magnífica disciplina e instrucción de las tropas alemanas, de los otrora orgullosos 15º Ejército, 5º Ejército panzer y los LII y LXIII Cuerpos de Ejército (que constituían las unidades de reserva del Grupo de Ejércitos Sur).
El mariscal, desde el fracaso de la contraofensiva de las Ardenas (16 de diciembre de 1944 – 25 enero de 1945), ya no contaba con el favor de Hitler. El mando efectivo sobre sus tropas se vio más y más restringido, pues aunque hizo pagar un altísimo precio en sangre a las tropas aliadas por cada metro de terreno conquistado —el general Omar Bradley ofreció una recompensa, ascenso, condecoración y permiso a aquel que le trajera al alemán vivo o muerto— en Hürtgen y el Ruhr, el führer no le perdonó las continuas retiradas y repliegues estratégicos, obligado por la presión de las abrumadoras fuerzas aliadas.
El 1 de abril es informado de que, a su retaguardia, se había juntado la 2ª división blindada del general Simpson y la 3ª división blindada de Hodges, dejándole encerrado en lo que se conocerá como la bolsa del Ruhr. Hitler exigió que la fuerzas dentro de la bolsa hiciesen Festung, fortaleza en alemán, es decir, hacer una defensa a ultranza. Exigía otro Stalingrado. El 15 de abril los cercados recibieron una oferta de rendición que fue rechazada, como exigían las órdenes de Hitler.
Ese mismo día Model, que sabía que no podía ganar y que no quería llevar a cabo la destrucción de las tropas bajo su mando, pero que tampoco podía faltar a su juramento de fidelidad, firma la orden para que los integrantes del Volksturm (aquellos soldados demasiado jóvenes y demasiado mayores que fueron movilizados) volviesen a sus hogares. 48 horas después, ordenó que se distribuyese la munición y alimento de los almacenes, dejando a cada uno la decisión de rendirse o intentar salir del cerco por sus medios. De hecho, disolvió el Grupo de Ejércitos Sur.
Model trató de atravesar las líneas enemigas acompañado por tres ayudantes y cinco soldados. El sargento Walter Maxeiner, en testimonio dado al historiador Charles Whiting, los encontró descansando en un claro. Model preguntó la procedencia y cuando el sargento le solicitó órdenes le dijo: «Iros a casa, muchachos. La guerra ha terminado para vosotros».
El 21 de abril, el día siguiente al cumpleaños de Hitler, el pequeño grupo llegó a un bosque próximo a la población de Duisburg (Renania del Norte-Westfalia). Allí le pidió a su ayudante, el coronel Theodor Pilling, que le acompañara y se adentró en el bosque. Le confesó a su ayudante que jamás había pensado dejarse tomar prisionero y le rogó que le enterrara allí mismo. Después se disparó en la cabeza.
Pilling cumplió con el encargo y junto con el comandante Winrich Behr enterraron el cuerpo. Fueron capturados y resistieron los durísimos interrogatorios, a manos de los norteamericanos, sin revelar el destino de su comandante. Terminada la guerra, el 26 de julio de 1955, los dos antiguos ayudantes condujeron a Hans Georg Model hasta donde estaba el cuerpo de su padre y lo desenterraron para volver a darle sepultura definitivamente en la tumba número 1074 del cementerio de guerra de Vossenack, al norte de la cadena montañosa que separa Alemania, Bélgica y Luxemburgo. Entre sus propias tropas.
A lo largo de los años la lápida —una placa sobria, exactamente igual que el resto de las que hay en ese cementerio— ha tenido que ser repuesta, pues ha sido robada varias veces.