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En la foto, un retrato de Enrique VIII del taller de Hans Holbein el Joven 1497/1498

El «gran asunto» de Enrique VIII o el divorcio que provocó la ruptura de la Iglesia de Inglaterra con Roma

El monarca inglés fundó su propia iglesia en 1534 para satisfacer sus deseos personales

Tal fue la obsesión de Enrique VIII por asegurar la continuación del linaje Tudor con un heredero varón, que llegó a casarse en seis ocasiones. Fueron matrimonios concertados con motivos políticos, algunos fueron fruto de un amor apasionado; sin embargo, el divorcio con una de ellas provocó la ruptura de la Iglesia de Inglaterra con Roma, dos fueron encerradas y ejecutadas en la Torre de Londres y solo dos consiguieron sobrevivir a la sed de sangre del rey de Inglaterra.

El gran asunto del rey

Para afianzar la alianza de Inglaterra con España —pero también para aferrarse a la dote recibida—, Enrique decidió casarse con la viuda de su hermano, Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos. Ella tenía 23 años y él 17 cuando se casaron. Durante años fueron un matrimonio feliz, devoto y un poderoso equipo político. La pareja tuvo seis hijos, pero solo María, nacida en 1516, sobrevivió. La urgencia y desesperación por un heredero varón, así como la atracción que sentía el rey inglés por Ana Bolena, dama de compañía de la Reina, hicieron calar en la mente y corazón de Enrique VIII la idea de «deshacerse» de su esposa.

Enrique VIII y Catalina de Aragón

De esta manera, el monarca inglés buscó la manera de anular su matrimonio y puso en marcha una cadena de acontecimientos que condujeron a la ruptura de Inglaterra con la Iglesia Católica asumiendo él mismo la supremacía sobre los asuntos religiosos.

Primero intentó persuadir al Papa Clemente VII escribiendo una carta en la que sugería que la falta de un heredero varón era un castigo de Dios por haberse casado con la esposa de su difunto hermano por lo que su matrimonio no tendría que haberse permitido en primer lugar. Sin embargo, el Pontífice se negó a conceder dicha petición.

Aunque Enrique apoyó su argumento con el libro del Levítico en el Antiguo Testamento —«Si alguno toma a la mujer de su hermano, es cosa aborrecible; ha descubierto la desnudez de su hermano, y quedarán sin hijos»—, Clemente VII consideró que lo más probable era que Catalina y Arturo no consumasen el matrimonio al ser muy jóvenes en ese momento y, por lo tanto, la «Prohibición del Levítico» no era aplicable en este caso.

Enrique VIII conoce a Ana Bolena

Pero Enrique, enamorado de la joven y astuta Ana Bolena –quien le exigió que para entregarse totalmente a él, ella debía ser verdadera esposa suya y reina de Inglaterra futura esposa–, intentó por todos los medios probar la invalidez de su primer matrimonio: envió dos embajadores para negociar en Roma.

En respuesta, Clemente VII envió a Lorenzo Campeggio para resolver en Inglaterra el asunto de la nulidad del matrimonio. El delegado del Pontífice vio enseguida que Enrique VII quería una solución rápida y favorable al asunto y advirtió a Roma que «el rey nada ve, nada piensa sino en su Ana..., y es una compasión de qué manera la vida de un rey y el estado y ruina de un país están pendientes de esta sola cuestión».

En junio de 1529 tuvo lugar un tribunal especial en el que tanto Catalina como Enrique expusieron sus respectivos argumentos. Ella estaba decidida a seguir siendo reina, mientras que él tenía la determinación de conseguir una nueva reina.

La consumación del cisma

Sin haber logrado nada a su favor y cada vez más presionado por Ana Bolena y desesperado por la situación, el rey inglés encargó la tarea de la anulación de su primer matrimonio a su primer ministro Tomas Wolsey, cardenal arzobispo de York. Sin embargo, este no supo complacer al rey, por lo que fue sustituido primero por Tomás Moro, quien se opuso a las exigencias del monarca. Sería Tomas Cromwell quien lograría dar a Enrique VII una solución favorable a sus deseos.

Al ser el Papa de Roma quien estaba convencido de la validez de su primer matrimonio, y por lo tanto a su indisolubilidad; debía separar la Iglesia de Inglaterra de la Roma Católica y establecer al rey como cabeza de la Iglesia de Inglaterra. De esta manera, Enrique podría conceder la anulación de su propio matrimonio.

La decisión ya era irrevocable y en 1533 declaró su matrimonio con Catalina inválido, acusando a la que una vez amó de adulterio y conspiración. Poco tiempo después se casaría con Ana Bolena y relegaría a su primera esposa al estatus de «princesa viuda de Gales» por su anterior matrimonio con el príncipe Arturo. Y así, un año después, el Parlamento formalizó la ruptura definitiva aprobando el Acta de Supremacía, que convirtió al monarca en cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra.