Picotazos de historia
La señora Taylor se tira por las cataratas del Niágara dentro de un barril
En 1901 la señora Taylor se convirtió en la primera mujer en saltar por las cataratas del Niágara y la primera en hacerlo dentro de un barril
El tiempo es el supremo conquistador, no existe imperio ni héroe que pueda derrotarlo y, al final, todos caen vencidos frente a él.
Hay un cuadro que algo de esto nos recuerda. Es de Pierre de Mignard (1612-1695), titulado El amor lo vence todo pero el tiempo vence al amor y representa a Cronos con unas tijeras en la mano haciendo unos recortes nada estéticos a las alas de un amorcillo. Y es que el tiempo todo lo aja y marchita.
Esto viene a cuento de que ese tipo de deprimentes ideas rondaban la cabeza de la señora Annie Edson Taylor (1838-1931) en el año del nuevo siglo de 1901, en que cumpliría sesenta y tres años de edad.
Esta señora, nacida en el seno de una familia acomodada pero no rica en Estados Unidos de Norteamérica, había tenido una vida complicada. Muy joven consiguió ser maestra de escuela titulada y casó con un comerciante de nombre David Taylor.
Tuvieron un hijo, pero quiso la mala fortuna que la criatura estuviera poco en este mundo y al marido se lo llevó una epidemia de difteria poco después. La señora Taylor quedó muy afectada por su tragedia personal y aún más al descubrir que su marido era un desastre en la administración y gestión de patrimonio y que prácticamente la había dejado en la calle.
Durante los siguientes años bregó en diferentes trabajos a lo largo de distintas ciudades, siempre intentando sacar adelante proyectos como: escuelas de bailes, tutoría de estudios, clases de música, etcétera. Siempre con escaso éxito.
Pasaban los años y la señora Taylor vivía angustiada sintiendo que se les escapaba el tiempo y cómo serían sus años de vejez. Es en esa situación, sabedora que había alcanzado una edad en que la sociedad la veía como una anciana (tenía sesenta y dos años entonces), que tomó una decisión desesperada.
No tenía nada que perder, hacía poco había sido desahuciada de su casa en Bay City (estado de Michigan), pues sus magros ahorros se habían evaporado a consecuencia de las ingenuas inversiones que había realizado un clérigo a quien había confiado la gestión de su dinero.
Como les decía la señora Taylor estaba desesperada y en la angustia por conseguir un poco de dinero que la aportara seguridad elaboró un acto de locura: dejarse caer en las cataratas del Niágara dentro de un barril.
Para realizar semejante hazaña, que publicitó de toda forma imaginable, encargó que se construyera un barril de roble con unas medidas superiores a las normales en el que pudiera caber con holgura.
El interior se forraría con una colcha de cama a fin de reducir los golpes. Al principio tuvo serios problemas para encontrar a alguien que realizara el encargo, ya que a todos les parecía un suicidio y nadie quería participar en ello.
Por fin pudo ser completado el barril que tenía 154 centímetros de altura (la señora Taylor era una mujer menudita) y 91 de diámetro máximo. La brava Annie decidió probar la firmeza del barril e hizo una prueba el día 22 de octubre de 1901.
El barril, con su gato en su interior, cayó por la conocida como catarata de la Herradura, una de las cataratas del Niágara. El bicho sobrevivió sin daño físico aparente, pero sí muy cabreado por la experiencia, como se pudo comprobar al abrir el barril.
Con la prueba de resistencia y viabilidad que había aportado el gato (injustamente olvidado por la historia ya que desconocemos su nombre, aunque existen fotografías suyas) la señora Taylor anunció a la expectante masa de público y prensa que se había reunido, que la hazaña se realizaría el día 24 de octubre, que incidentalmente era el día que cumplía sesenta y tres años de edad. Pero esas cosas no las cuenta una señora.
El día señalado, y ayudada por dos colaboradores, fue introducida dentro del barril y se aseguró con un arnés de cuero diseñado para mantenerla sujeta. Llevó consigo su cojín favorito que tenía forma de corazón. Los ayudantes, una vez que estuvo la señora dentro y asegurada, procedieron a atornillar la tapa y bombearon, con una bomba de bicicleta, aire a presión dentro del barril y lo dejaron a merced de la corriente que lo arrastraba a la catarata.
La señora Taylor sobrevivió a la experiencia. Fue sacada del barril, sacudida y agitada, más ilesa, excepto por un pequeño rasguño en la cabeza que produjo algo de sangre, lo que aportó un toque dramático que agradeció mucho la prensa.
Los medios de entonces difundieron la hazaña por todo el mundo, lo que reportó una notoriedad a la señora Taylor y le permitió explotar la fama en conferencias, contratos de publicidad y otras cosas. Pero está claro que la pobre Annie tenía muy mala suerte o no sabía elegir a las personas pues fue estafada por su administrador, que encima le robó el barril.
Sus últimos años fueron de penuria. Subsistía posando en una caseta para los turistas que visitaban las cataratas. Murió en la miseria y prácticamente ciega a los ochenta y dos años de edad. Su entierro fue pagado con donativos, ya que nada tenía al morir.
La señora Taylor fue la primera mujer en saltar por las cataratas del Niágara y la primera en hacerlo dentro de un barril. Su hazaña desató una manía de emulación que se ha ido atemperando con el tiempo pero que todavía existe. Entre 1901 y 1995 ha habido quince intentos de atravesar las cataratas, de estos han sobrevivido diez.