La salida de Hitler de la cárcel marcó el futuro de Alemania
El führer pasó 264 días en la cárcel después del fallido putsch de Múnich. Allí, con la ayuda de Rudolf Hess, escribió su famoso Mein Kampf
El 20 de diciembre de 1924 Adolf Hitler salió de la prisión de Landsberg. Este era un centro penitenciario al oeste de Múnich, donde pasó 264 días después del fallido Putsch de Múnich. Allí, con la ayuda de Rudolf Hess escribió Mein Kampf. Hitler estaba encerrado en la celda número 7. Condenado a cinco años de cárcel, pero se le redujo la pena al obtener la libertad condicional por buena conducta.
Esa celda se convirtió en un icono del nacionalsocialismo y lugar de peregrinaje de los jóvenes alemanes y base de la educación de las futuras generaciones de alemanes. Solo en 1938 unas 100.000 personas visitaron la celda. Quedó desmantelada en 1945, al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Lo condenaron el 1 de abril de 1924. El fiscal Ludwig Stenglein había pedido una condena ejemplar contra aquel agitador, por haber cometido un delito de alta traición. Estando en la cárcel, Hitler reflexionó, dándose cuenta que aquella etapa había finalizado. Se había acabado esperar a que alguien salvara Alemania: el salvador sería él. Es en ese momento empezó a escribir Mein Kampf, que se convertirá en la base del ideario nacionalsocialista. Aquel agitador fue encarcelado por llevar a cabo, en la cervecería Bürgerbräukeller, entre el 8 al 9 de noviembre de 1923, lo que se conoce como Putsch de Múnich para derrocar la República de Weimar.
Alemania estaba atravesando una profunda crisis económica, derivada de la Primera Guerra Mundial y del Tratado de Versalles. Por ejemplo, si en 1914 el cambio dólar-marco era de 4,20 marcos por un dólar, en noviembre de 1923 un dólar costaba 4.200.000.000.000 marcos. Dicho de otra manera, una barra de pan de 200 gramos costaba 33,6 millones de marcos, o el pan negro de 430 gramos valía 1.000 millones de marcos. Un diario paso de costar un marco a 70 millones. La gente estaba en el paro y el que trabajaba no ganaba lo suficiente para comprar comida. La gente pasaba hambre y los empresarios no podían pagar a sus empleados el sueldo. Tampoco el gobierno podía hacer frente a la hiperinflación que sufría el país.
El golpe de Estado de Hitler, según sus propias palabras, no era contra las Fuerzas Armadas alemanas, Reichswehr, sino «contra el gobierno judío de Berlín y los criminales de noviembre de 1918», aquellos que firmaron el Tratado de Versalles. Como consecuencia del golpe murieron 14 partidarios de Hitler y cuatro policías. Hitler salvó la vida de milagro, gracias a que la bala disparada por un policía, dirigida a él, impactó y mató a Max Scheubner-Richter, que estaba pegado a Hitler. Sobre aquel suceso escribió Stefan Zweig que «nadie pensaba en él ya como un candidato posible en términos de poder».
Hitler, durante el juicio, aceptó toda la responsabilidad. El juez Georg Neithardt, el 1 de abril de 1924, lo condenó a él y a sus seguidores a cinco años de cárcel y una multa de 250 marcos oro. Se considera que fue una condena muy ligera, porque no se le acusó de los muchos delitos cometidos por sus seguidores. Ni robos, ni asaltos, ni destrucción de oficinas, ni el cambio político que quería imponer fueron juzgados. Se le acusó de alterar el orden público y se dejaron de lado los muertos.
Su vida en la cárcel fue muy confortable. Le dejaron hacer lo que quería y nadie se opuso a sus exigencias. Estando allí recibió centenares de cartas, que las contestó todas. También le mandaban regalos, recibía más visitas de las permitidas y mensajes de apoyo. Tanto los carceleros como sus compañeros de cárcel lo saludaban exclamando «¡Heil, Hitler!», que con el tiempo se convirtió en saludo oficial.
El 1 de octubre de 1924 pidió la libertad condicional, alegando su buena conducta durante aquellos primeros seis meses. Tenía la simpatía del director de la prisión, Otto Leybod, que escribió un informe elogiando las excelencias del preso. Entre otras cosas, alegó que era un hombre de orden, disciplinado, tranquilo y razonable, modesto y condescendiente, no le atraía el sexo femenino y que «no volverá a la libertad con amenazas e ideas de venganza».
En contra estaba el fiscal Stenglein, que alegó «lo poco que han cambiado las intenciones de Hitler». Sin embargo, el 6 de octubre el tribunal desestimó los argumentos de la Fiscalía y le concedió la libertad condicional. El 12 de diciembre se pidieron nuevos informes y como en nada cambiaron de los anteriores, el Tribunal Supremo le concedió la libertad.
Leybod le dio la noticia a Hitler en persona. Este pidió a Adolf Müller que lo fuera a buscar a la cárcel. Era editor e impresor del Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei (NSDAP), el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Junto a él fue el fotógrafo personal de Hitler, Heinrich Hoffman, el cual se encargó de hacer la foto de Hitler, al lado del coche Mercedes de Müller con la cárcel de Landsberg de fondo. De ahí se trasladó al apartamento que tenía en la Thierechstrasse en Múnich.