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А.Sukhomlinov en 1912

Picotazos de historia

Sukhomlinov, la segunda persona más odiada en la corte de Nicolas II

Si bien llevó a cabo algunas reformas importantes, la mala publicidad y su carácter despótico le ganaron la enemistad de casi todo el mundo. En su día fue el personaje más odiado y despreciado del imperio, solo superado por Rasputín

El reinado del zar Nicolas II de Rusia fue un compendio de buenas intenciones, algunos logros notables (la industrialización del país es un hecho poco conocido y un salto enorme en poco tiempo) y una corrupción y despropósito general abrumador. Rasputín, el monje sátiro y corrupto que dominaba a la zarina por medio de la enfermedad de su hijo, solo fue el ejemplo más evidente.

Al principio de la Primera Guerra Mundial se dieron casos como la movilización del general Wenzel von Plehve, nombrado comandante del 5º Ejército ruso, quien era un militar eficiente en sus estados de lucidez pero, lamentablemente, la demencia senil solo va a peor. Otro ejemplo notable de senilidad fue el comandante de la caballería del 1.er Ejército ruso, el general Rennekampft, antes de la derrota rusa en Tannenberg (1914). Este señor, que era el kan de la tribu kangalu del kanato de Nakichevan (en la actual Armenia), fue dejado atrás, ya que su edad y achaques le impedían montar a caballo. De esta manera, la caballería rusa, que debía proteger el avance del 1.er Ejército, fue a la batalla sin mando.

Uno de los casos más escandalosos, y los hubo a patadas, fue el del ministro de la Guerra (esta denominación desaparecería en la mayoría de los países tras la Primera Guerra Mundial) Vladimir Aleksandrovich Sukhomlinov (que ocupó la cartera de 1909 hasta 1915). Este oficial, hijo de un miembro de la pequeña nobleza que terminó como Atamán (jefe militar) del ejército cosaco de Orenburgo, hizo una carrera más o menos brillante hasta que, gracias a su cargo, accedió a la corte imperial. Su encanto personal le ganó la confianza del zar Nicolás II, lo que le permitió sobrevivir a las acusaciones de desidia, corrupción y abuso de poder que le lloverían durante su tiempo en el gobierno.

Ni el más entusiasta seguidor del ministro de la Guerra podía afirmar que este fuera un innovador de la técnica militar. Se ufanaba de no haber leído un solo texto de táctica o estrategia en los últimos veinticinco años; defendía la eficacia de los sables y las lanzas frente a los fusiles y las ametralladoras y siempre que podía repetía una frase del mariscal Suvorov (1729 – 1800): «La bala es tonta, la bayoneta heroica». Vamos, que hubiera sido un genio militar...en el siglo X.

El embajador de Francia, último representante galo ante los zares, Maurice Paleogue, dejó unas interesantes memorias. En sus escritos se refiere a Sukhomlinov como alguien «inteligente, astuto, obsequioso con el zar… Un hombre que ha perdido el hábito del trabajo. No conozco a nadie que, a primera vista, cause una peor impresión». Además, nos informa que el ministro de la Guerra estaba enfrentado con el presidente de la Duma (parlamento), con el que tuvo un duelo a pistola; con el ministro de Asuntos Exteriores, con el Estado Mayor Imperial, etc.

Si bien llevó a cabo algunas reformas importantes, la mala publicidad y su carácter despótico le ganaron la enemistad de casi todo el mundo. En su día fue el personaje más odiado y despreciado del imperio, solo superado por Rasputín.

Vladimir Alexandrovich Sujomlinov, Ministro de Guerra, General de Caballería, Ayudante General

El 20 de abril de 1916 su estrella se apagó. La policía le detuvo y se efectuaron registros en su domicilio y oficinas. El inicio se debió a una denuncia por abuso de poder y coacciones durante el divorcio del general. Una vez que consiguió este, el alegre ministro de 63 añitos de edad se casó con una jovencita de 23 primaveras. Se dio la circunstancia que entre los colaboradores de Sukhomlinov que serían detenidos estaba el actual (y secreto) amante de la joven señora. El amante, de apellido Myasoedov, fue condenado por corrupción y ahorcado en Varsovia.

A pesar de los graves cargos que había contra él (alta traición, depositar millones de rublos en bancos alemanes, corrupción, espionaje, etc.) fue puesto bajo arresto domiciliario. La revolución de febrero de 1917 le puso en libertad, sólo para volver a ser detenido por el nuevo gobierno que lo condenó a trabajos forzados.

En mayo de 1918, a punto de cumplir 70 años, fue liberado por el nuevo estado bolchevique. Huyó hacia la frontera con el recién creado estado de Finlandia y aprovechó una oportunidad para cruzarla. Desde allí viajó a la Alemania de la república de Weimar, instalándose en Berlín. El otrora poderoso ministro y favorito del zar de Rusia vivió en la pobreza. Sus únicos ingresos eran los magros réditos que le daban el escribir artículos, cuando se los solicitaban. Escribió unas memorias que dedicó al el emperador Guillermo II. El 2 de febrero de 1926 le encontraron muerto sobre un banco del parque Tiergarten de Berlín. Había muerto de frio.