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Adoración de los pastores, de Bartolomé Esteban MurilloMuseo Nacional del Prado

¿Jesús de Nazaret nació realmente el 25 de diciembre?

El estudio de las escrituras y de algunos autores de la época nos pueden aportar algunas claves interesantes sobre el nacimiento del Jesús histórico

Un año más nos encontramos en plenas fiestas navideñas y con las múltiples tradiciones que llevan aparejadas. El encendido de las luces, el reunirse con la familia y con los amigos, el engalanar abetos, el disfrutar de los turrones y brindar con cava, las uvas, san Nicolás, la cabalgata de reyes y el escuchar villancicos, tanto los clásicos como Noche de Paz, los nacionales como Los peces en el río o Campana sobre campana o los anglosajones como el Jingle Bells. Incluso no nos libramos de la inefable Mariah Carey y su All I want for Christmas is you.

En este ambiente festivo, para muchos la época más mágica y especial del año, celebramos los países de raíz cristiana el acontecimiento más trascendental de la historia, el nacimiento del hijo de Dios. Pero… ¿Nació Jesucristo realmente en Navidad? ¿Y nació en el año cero, o más bien en el año 1 menos seis días? ¿Y qué estrella guío a tres reyes a un establo de Belén en donde una humilde hebrea dio a luz? Por supuesto, en todo lo relativo a la religión, mucho depende de las creencias personales y la fe de cada uno, pero, en relación con el nacimiento del Jesús histórico, el estudio de las escrituras y de algunos autores de la época nos pueden aportar algunas claves interesantes.

Jesús histórico

Empecemos señalando que hoy en día prácticamente ningún historiador serio pone en duda la existencia del galileo Yeshua bar Yosef o Jesús hijo de José. Los evangelios canónicos, los apócrifos, autores como Flavio Josefo o Tácito, la propia existencia de sus discípulos y la trascendencia universal de su legado, son razones más que suficientes. Cosa distinta es lo relativo a muchos aspectos que rodean su nacimiento.

De los evangelistas canónicos, solo Mateos y Lucas se refieren a este asunto. Curiosamente, los evangelios apócrifos nos dan muchos más datos a los que posteriormente me referiré. Mateos, es de los cuatro evangelistas canónicos el que narra más detalles sobre la natividad, incluyendo todo lo relativo a la genealogía de Jesús, la anunciación, el marco temporal, es decir, que nació en tiempos de Herodes el Grande, el nacimiento en Belén, la estrella, los reyes magos, la huida a Egipto y la matanza de los inocentes.

Por su parte Lucas, también se refiere a la anunciación, a Belén y al marco histórico, en tiempos de Herodes y de Cesar Augusto, aunque coincidiendo con un censo, (que habría motivado el viaje de José y María a Belén), siendo Quirinio gobernador de Siria. Flavio Josefo también hace referencia a dicho censo y se sabe que Publio Sulspicio Quirinio fue efectivamente gobernador de Siria, pero solo a partir del año 6 d.C., con lo que Lucas comete una contradicción ya que Herodes el Grande fallece en el 4 a.C.

El mismo evangelista nos dice que Jesús tenía 30 años cuando empezó a predicar y si murió a los 33 siendo crucificado en tiempos de Pilatos, quien gobernó Judea entre los años 26 a 36 de nuestra era, el nacimiento tuvo que ser forzosamente anterior al 6 d.C.

En cuanto a los evangelios apócrifos son varios los que se refieren al nacimiento de Jesús, como el proto evangelio de Santiago, (probablemente escrito entre el siglo II o el III), que habla sobre los padres de María, Ana y Joaquín, señala que José era viudo y tenía hijos antes de casarse con María. El evangelio del Pseudo Mateo (también basado en escritos del siglo II o III), que coincide con el anterior en muchos aspectos, se refiere al censo de Quirinio y al nacimiento de Jesús en una cueva en medio de grandes prodigios, de donde pasaría, a los tres días, a un establo y un pesebre y en donde aparecen ya el buey y el asno.

También se refiere a los magos de oriente, pero estos llegaron, en este relato, extrañamente, 2 años después del nacimiento. En el Libro sobre la natividad de María, un anónimo del siglo IX, atribuido, sin mucha base, a san Jerónimo, se exalta la figura de María y de la santidad de Jesús desde su nacimiento. Como también lo hace otro anónimo del siglo IX, el Libro sobre la infancia del Salvador desde una perspectiva doceta, (el docetismo fue una corriente de pensamiento que negaba a cristo como humano afirmando que era solamente un ser espiritual).

Hasta aquí las principales fuentes evangélicas, tanto canónicas, como apócrifas, sobre la natividad. Si tenemos en cuenta contradicciones como las ya señaladas, o entre los propios evangelistas y relatos no sustentados por ninguna crónica de la época, como la matanza de los inocentes, lo cierto es que no podemos precisar mucho. De hecho, los evangelistas no nos dan la fecha de nacimiento, aunque en Lucas 2.8 señala que los pastores dormían al raso, lo que descartaría que fuese en diciembre.

La Adoración de los Pastores por Giorgione

No obstante, el solsticio de invierno era una fecha muy especial en la antigüedad, tanto egipcios, como babilonios, celtas o romanos la celebraban especialmente. En este último caso, con las celebres «saturnales» en honor al dios Saturno y el último día de las fiestas, el 25 de diciembre, se celebraba el nacimiento del sol invicto. Cuando el emperador Teodosio adopta el cristianismo como religión oficial del imperio, se acabarán sustituyendo unas fiestas por otras y en el año 350, el Papa Julio I sugiere que se celebre el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, lo que oficializaría su sucesor el papa Liberio.

Ya en época del Papa Juan I, en el 526, encargó al erudito monje Dionisio el Exiguo, que estableciese el año de nacimiento y este basándose en una serie de cálculos astronómicos estableció la fecha de nacimiento como la del 25 de diciembre del 753 desde la fundación de Roma, siendo el 1 de enero siguiente el año 1 d.C.

De nuevo, no se sabe con exactitud en que año nació Jesucristo, aunque los especialistas suelen estimar que sería, más bien, entre el 6 y el 4 a.C. (recuérdese que esta última fecha marca el fallecimiento de Herodes el grande). Si damos por buena la estrella de Belén que guío a los magos, hay que descartar al cometa Halley, por haber pasado demasiado pronto, (el 12 a.C.) o la conjunción planetaria de Kepler del año 6, que no fue tal, ni existe ninguna crónica sobre una eventual supernova, (la explosión provocada por la muerte de una estrella muy masiva).

Más bien se tiende a pensar que sería Sirio, la estrella más brillante del cielo nocturno, por estar a poco más de 8 años luz de la tierra, (el portal de al lado en términos astronómicos), ser una estrella binaria y tener el doble de masa del sol (Sirio A), además de ser especialmente luminosa en diciembre.

Tampoco se puede decir con certeza que Jesucristo naciese en Belén, aunque Mateo y Lucas lo señalen (y curiosamente también lo haga el Corán). Quizás los evangelistas quisiesen hacer buena la afirmación del profeta Miqueas, que afirmaba que el mesías nacería en la ciudad natal del Rey David, es decir, Belén. Sin embargo, el resto de los textos evangélicos apuntaría a un origen galileo. De ahí que se le llamase «nazareno» o Jesús de Nazaret en vez de Jesús de Belén.

Dicho todo lo cual, todas estas precisiones son hasta cierto punto irrelevantes, porque lo verdaderamente importante es la simbología de las fiestas navideñas. El celebrar el nacimiento del fundador de una religión que es la base de la cultura occidental y que ha transformado la historia del planeta, con un mensaje que fue tremendamente adelantado a su época y que hoy mantiene plena vigencia. Son, en definitiva, unas fechas de reencuentro, de alegría y de compartir lo que para muchos es la fuerza más importante del universo. El amor.