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Sofía Troubetzkoy (1838-1898), princesa de Troubetzkoy, condesa de Morny

Sofía Troubetzkoy (1838-1898), princesa de Troubetzkoy, condesa de Morny

Cuando la élite madrileña rechazó públicamente la monarquía de Amadeo I en una rebelión histórica

Armadas con mantillas y peinetas, las damas de la nobleza manifestaron públicamente su oposición al monarca extranjero

En el mes de febrero de 1873 el rey Amadeo de Saboya abdicaba de sus funciones como monarca de los españoles. Estos, que apenas dos años antes le habían confiado la más alta magistratura de su nación, fueron incapaces de comprenderle. Su austeridad, su forma de entender la monarquía y el respeto a la democracia y a la Constitución desconcertaron a los gobernantes españoles.

La clase política estaba acostumbrada a la manera de actuar de Isabel II y no supo adaptarse a la nueva situación. Por su parte, la sociedad española, recelosa en un principio, pronto confirmó sus temores y nunca apoyó plenamente a un soberano al que veía como un extranjero. Y no fue porque los nuevos monarcas no intentasen caer en gracia a su nuevo pueblo. Tanto Amadeo como su esposa María Victoria trataron de ganarse el apoyo popular de diferentes formas. Sus constantes paseos y apariciones en el espacio público, así como sus actividades ligadas a la beneficencia buscaron atraerse a las clases más bajas, pero sus intentos fueron infructuosos.

Madrid, entrada a Palacio Real de la reina María Victoria

Madrid, entrada a Palacio Real de la reina María Victoria

A su fracaso con los más desfavorecidos los reyes hubieron de sumar el de la aristocracia. Las capas más altas de la sociedad, tradicional apoyo de la monarquía borbónica, no variaron en ningún momento su lealtad. Aunque no fuese de forma unánime, las clases nobles españolas declararon, mayoritariamente, su repulsa a la nueva monarquía y su decidido apoyo a los Borbones, fuese al futuro Alfonso XII o al pretendiente carlista, el llamado Carlos VII.

Incluso antes de la elección de Amadeo I como rey de España, la nobleza ya daba muestras de su adscripción política. Tras la caída de Isabel II algunas aristócratas como Sofía Troubetzkoy, esposa del marqués de Alcañices, empezó a lucir prendas de vestir y joyas adornadas con la flor de lis, emblema de la monarquía borbónica. Algunas aristócratas de su círculo siguieron su ejemplo, lo que provocó que esta moda se difundiese por las damas de su clase.

No obstante, el rechazo de la aristocracia a la nueva dinastía no se hizo completamente explícito hasta la llegada a España del propio rey. Al entrar en Madrid, el monarca vio cómo multitud de balcones, propiedad de los personajes más distinguidos de la nobleza española, se cerraron. Amadeo desfilaba ante ventanas cerradas sin ningún tipo de decoración ni persona alguna a la que saludar. Pero la cosa no quedó ahí.

Las tradicionales reuniones en las casas nobles de Madrid adquirieron tintes políticos. Allí, mujeres y hombres de alta cuna trazaron distintos planes para mostrar claramente su apoyo a la monarquía borbónica y su deseo de restaurarla, tras lograr la expulsión de Amadeo.

En una de esas reuniones, celebrada en la casa del marqués de Alcañices, la esposa de este noble propuso una idea para trasladar su lucha al espacio público. Coincidiendo con el primer paseo de la esposa de Amadeo por las calles de Madrid, las aristócratas españolas acudirían vestidas con mantillas y peinetas. Como recordaba la historiadora Raquel Sánchez, esta forma de actuar es interesante porque mostraba la capacidad y decisión de las mujeres (en este caso de la más alta sociedad) de emplear la calle, es decir, la esfera pública, para tomar partido político.

Su negación de derechos políticos y su tradicional reclusión a la esfera privada, al hogar, no impedía que se apartasen de la lucha política. Por otro lado, consideraban esas vestimentas como el traje tradicional español y lo conectaban con un patriotismo que servía para enfrentarse a unos monarcas extranjeros a los que repudiaban.

Vista del Paseo del Salón del Prado, donde tuvieron lugar los acontecimientos, en una imagen de principios del siglo XIX

Vista del Paseo del Salón del Prado, donde tuvieron lugar los acontecimientos, en una imagen de principios del siglo XIX

Las aristócratas acudieron con sus mantillas y peinetas a su acostumbrado paseo por el Prado y la Castellana. María Victoria, emocionada y sin comprender la humillación a la que estaba siendo sometida, pidió vestirse de la misma manera en su próxima salida. Hubo de ser disuadida por miembros del gobierno, que explicaron a la reina las intenciones burlescas de las nobles. Eso sí, lejos de dejar pasar semejante provocación, los políticos partidarios de la nueva dinastía plantearon una respuesta que se efectuaría en esa misma semana de marzo de 1871. A la manifestación de las aristócratas respondieron con una contramanifestación.

Cuando las damas salieron a lucir sus trajes se encontraron con hombres y mujeres de dudosa reputación vestidas, de forma exagerada, con las mismas prendas. Incluso hubo algún hombre que se disfrazó del marqués de Alcañices para ridiculizarlo por ser uno de los más fervientes partidarios de Isabel II como recuerda su biógrafo, Aitor Alaña. El plan de las autoridades fue un éxito y, aunque las aristócratas tuvieron que trasladar de nuevo a sus casas y salones los planes para desgastar a la monarquía de Amadeo I, nunca cejaron en su empeño y continuaron mostrando, tanto en privado como en público, su apoyo a la causa borbónica.

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