
Napoleón abandona la isla de Elba el 26 de febrero de 1815. Obra de Joseph Beaume
La gran fuga del emperador o cómo Napoleón escapó de Elba en 1815
El general corso intentó huir a América a través del puerto Rochefort, pero la Royal Navy bloqueó el puerto y al final Napoleón se entregó
En 1814, parecía que el poder de Napoleón Bonaparte había llegado a su final, pero menos de un año después, la historia tomó un rumbo inesperado. Exiliado tras su renuncia, mejor dicho, abdicación pactada, vivía en la pequeña isla de Elba, donde ejerció cierto control administrativo, y contaba con un pequeño destacamento. La isla, con su paisaje rocoso, se convirtió en un lugar de reflexión, que utilizó Napoleón para volver a tomar las riendas del destino de su nación, y su propio futuro. Pocos imaginaban que el 26 de febrero de 1815, el emperador conseguiría fugarse de la isla. Ahora bien, ¿cómo llegó a Elba y qué le impulsó a huir de ella?
Hay que remontarse a la derrota en la batalla de Leipzig y las decisiones posteriores que llevaron a la abdicación del emperador, quien, tras ser presionado por sus propios mariscales y las potencias aliadas, fue obligado a exiliarse. Ya en la isla de Elba, el emperador no abandonó su ambición y aprovechó cada día para reflexionar sobre su legado y mantener viva una red de contactos en Francia.
De su estancia allí, se sabe que organizó algunos banquetes e incluso reuniones con algunos de sus más fervientes defensores y gente local. Para Napoleón, Elba nunca fue su destino definitivo; aunque al principio no tenía un plan de huida concreto, con el tiempo empezó a planificarla, algo que tenía claro que haría, más tarde o más temprano. Decidido, Napoleón comenzó a trazar meticulosamente el plan para escapar de Elba. Entre sus colaboradores estaban el general Henri-Gatien Bertrand y el general Gaspard Gourgaud, que se encargaron de establecer, junto a Napoleón, los detalles de su fuga, aunque la logística de las embarcaciones fue gestionada con la ayuda del oficial Joseph Briot y marineros corsos e italianos.
La gran fuga de Napoleón
Aprovechando el silencio y la oscuridad de la noche, el 26 de febrero de 1815, Napoleón abandonó su residencia y se desplazó hasta el puerto de Portoferraio donde embarcó junto a varios de sus hombres en unos botes. Nadie se percató de su ausencia, el plan había sido un éxito y el emperador ya navegaba por el Tirreno hacia el continente europeo.
Napoleón evitó la costa italiana y desembarcó en Golfe-Juan, en la Costa Azul, acompañado de un pequeño séquito. Desde allí pasó a Grenoble y después Lyon, como detalla Thierry Lentz en Napoleón y la campaña de 1815. Durante el trayecto, al pequeño ejército de voluntarios se sumaron muchos efectivos de la Guardia Imperial, entre ellos los Chasseurs à Cheval, la élite de la caballería ligera. Además, varios regimientos de infantería desertaron y se unieron a su causa, junto con soldados de artillería.
Napoleón en Santa Elena, por François-Joseph Sandmann
Había formado un ejército capaz de avanzar rápidamente y recuperar París. «La genialidad de Napoleón residía en su capacidad para adelantarse a los acontecimientos y actuar con la rapidez que la situación exigía», explicó el historiador napoleónico David Chandler en su libro Las Campañas de Napoleón. Con su llegada a París el 20 de marzo de 1815, comenzó lo que se conoce como el periodo de los Cien Días.
El exiliado fue recibido con fervor por sus seguidores mientras que los defensores de Luis XVIII lo rechazaron. Sin embargo, su monarca había huido a Gante un día antes, dejando el trono vacío. Napoleón reconfiguró su gobierno, reforzó el ejército y realizó algunas concesiones políticas con el objetivo de fortalecer su posición ante los sectores moderados que aún desconfiaban de su retorno. Se volvió a enfrentar a las potencias europeas.
En esta ocasión su fuerza y estrategia militar fracasaron en el campo de batalla. Antes de su decisiva derrota en Waterloo el 18 de junio de 1815, Napoleón logró una victoria contra los prusianos dos días antes en Ligny. Pero Waterloo selló el destino de Napoleón. Derrotado, tuvo que abdicar de nuevo y, antes de que pudieran mandarlo al exilio, intentó huir a América a través del puerto de Rochefort, pero la Royal Navy bloqueó el puerto y al final Napoleón se entregó. Acabó exiliado por segunda vez, pero en un lugar mucho más remoto: la isla de Santa Elena, donde pasó los seis últimos años de su vida.