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Napoleón

Pintura de Napoleón a caballo

¿Cuál fue el gran complejo de Napoleón Bonaparte?

El famoso líder fue exitoso en el campo de batalla; sin embargo, una de sus mayores dificultades no fue en el ámbito bélico

Napoleón Bonaparte fue uno de los hombres más decisivos en la historia de Europa que llegó a convertir a Francia en una de las potencias más temibles de la historia moderna. Su figura emergió con la Revolución Francesa y sus importantes victorias al frente del Ejército francés acabarían encumbrándolo. Aunque su inteligencia, su capacidad de liderazgo y estratega le labraron una fama, también fue un hombre con muchos complejos, algunos le atormentarían toda su vida.

Y es que el futuro emperador de los franceses no hablaba muy bien el francés. Es más, fue criticado por su acento. Napoleón, cuyo verdadero apellido era Buonaparte (Nabolione o Nabulione en corso), nació en Córcega, una isla que formó parte de la República de Génova durante casi cinco siglos hasta su adhesión al territorio francés en 1769.

Carlo Buonaparte y Letizia Ramolino, padres de Napoleón

Carlo Buonaparte y Letizia Ramolino, padres de Napoleón

Este pasado genovés de la isla dejó su huella en el joven Napoleón: sus lenguas maternas fueron el corso e italiano, ambas utilizadas en Córcega. Por otro lado, sus padres influyeron en el aprendizaje del francés. Mientras que su padre, Carlo Bounaparte (abogado y miembro de la nobleza) hablaba fluidamente el francés e instó a sus hijos a aprenderlo luego de que Córcega pasara a formar parte de Francia; su madre, María Letizia Ramolino, en cambio, era una ferviente nacionalista corsa que solo hablaba en este idioma y quien desarrolló un fuerte sentimiento antifrancés que acabó transmitiendo a sus hijos, incluido Napoleón, que acusaba a los franceses de ser los opresores de los corsos.

Los corsos eran vistos como gente provinciana y tratados con desdén

Carlo Bounaparte envió a sus dos hijos mayores –José y Napoleón– al College d’Autun, donde aprenderían de forma intensiva el francés para más tarde poder ingresar en una escuela militar francesa. A pesar del gran esfuerzo de su padre, el abad Chardon, uno de sus profesores en Autun (París), afirmó que, aunque logró enseñarle la mayor cantidad de francés para que mantuviese una conversación, no pudo corregir su inusual redacción: su escritura se caracterizó por el uso de italianismos, algo que nunca conseguiría eliminar.

Por ello cuando se inscribió en la escuela militar francesa de Brienne-le-Châteua «sólo hablaba el idioma de su isla natal», tal y como recoge Alexandre Dumas en la biografía del futuro emperador de los franceses. Cuando ingresó en Brienne con tan solo diez años, Napoleón, huraño y taciturno, se mantuvo apartado de sus compañeros, pues se burlaban de él por su fuerte acento italiano y las dificultades que tenía al principio con el idioma: los corsos eran vistos como gente provinciana y tratados con desdén.

A pesar de las iniciales burlas, Napoleón consiguió ganarse el respeto de cadetes y oficiales de la escuela donde permaneció hasta los 15 años para luego marcharse a la capital y finalizar sus estudios en su escuela militar, una de las más prestigiosas del país. En 1785 finalizaría sus estudios saliendo de la academia como teniente segundo de Artillería. Fue destinado a Valence, donde confirmaría su talento para la estrategia y su liderazgo.

Con el estallido de la Revolución Francesa y una intentona independentista en Córcega, Napoleón apoyó a los afrancesados, olvidándose ya de su nacionalismo corso. Los que una vez fueron sus enemigos, se convirtieron en su mayor aliado y puente hacia el éxito. Por ello, durante toda su vida intentó ocultar por todos los medios sus orígenes: cambió su nombre de nacimiento, Napoleone di Buonaprte por la versión afrancesada: Napoleón Bonaparte, practicó su francés para disimular su marcado acento, pero nunca logró deshacerse del todo de él lo que le hacía sentirse muy acomplejado. Así, aunque muchas personas pensaban que era un hombre reservado, en realidad evitaba hablar más de lo necesario pues su acento –considerado pueblerino– rompería el aura de grandeza que tanto procuró construir.

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