Polonia -Bielorrusia
Una superviviente de la invasión nazi lucha por los migrantes en la frontera de Polonia
Wanda Traczyk-Stawska recuerda los horrores de su juventud y evita por todos los medios que se repitan en el conflicto entre Minsk y Varsovia
Ocho décadas después de haberse rebelado contra los nazis en Varsovia, la superviviente Wanda Traczyk-Stawska lucha en su vejez para defender la presencia de Polonia en la Unión Europea y para ayudar a los migrantes varados en la frontera oriental.
Las apariencias engañan con esta mujer de 94 años, de menuda estatura y rostro arrugado, con un modesto impermeable y una boina militar. Su mirada es penetrante y su expresión desprende determinación.
«¡Cállate, idiota! Maldito mocoso...», no duda en soltarle a un grupo de ultraderecha que trata de boicotear una enorme manifestación en Varsovia a favor de la Unión Europea ante el flagrante euroescepticismo de los nacionalistas en el poder.
Ese día de octubre, decenas de miles de europeistas polacos marcharon para protestar contra una decisión del Tribunal Constitucional que discutía la primacía del derecho europeo sobre el polaco, algo que los expertos consideran un paso hacia la salida del bloque comunitario.
«Soy una soldado, voy directa», decía poco antes a la AFP, con una sonrisa pícara mientras se toma una taza de té en su casita decorada con banderas polacas y europeas en un barrio alejado de Varsovia.
Nombre de guerra: «Buñuelo»
Wanda tenía doce años cuando el ejército alemán invadió Polonia. Integrante del movimiento scout, se alistó a la resistencia. Bajo el dulce seudónimo de «Buñuelo», se dedicó al sabotaje.
Durante la Insurrección de Varsovia, que estalló el 1 de agosto de 1944, formó parte de los 50.000 rebeldes que se levantaron contra el ocupante nazi. Era de las pocas mujeres que llevaban metralleta, una función reservada entonces a los hombres.
Durante 63 días de combates, casi 200.000 civiles e insurgentes murieron. La capital polaca quedó reducida a un montón de escombros.
La joven transitó por cuatro campos alemanes para prisioneros de guerra antes de ser liberada en Oberlangen en 1945 por fuerzas polacas que operaban en Países Bajos y Alemania. Al volver a su patria, trabajó como profesora en un centro para niños minusválidos.
La última orden recibida, que se convirtió en la misión de su vida, fue velar en el cementerio donde descansaban los restos de casi la mitad de los muertos de guerra encontrados entre las ruinas de Varsovia.
Una mosca contra un elefante
Permanecer en la UE «es una cuestión de seguridad nacional (...) ¿Qué pasará si dejamos la Unión? Ya tenemos la experiencia de 1939», cuando Polonia se quedó sola y aislada ante las invasiones de las potencias nazi y soviética.
«Es el mayor peligro para nosotros (...) Nos encontraríamos como una mosca ante una elefante», impotentes, insiste la excombatiente, con una voz fuerte que contrasta con su figura frágil.
Al regañar a la extrema derecha, cofinanciada por el Estado y que se dispone a organizar el 11 de noviembre una gran marcha «patriótica» en Varsovia, «me sentía furiosa», reconoce.
«Subí al escenario para explicarles con qué Polonia soñábamos nosotros, los insurgentes (...), y era una Polonia acogedora y tolerante», indica.
Su intervención le valió amenazas de muerte de partes de desconocidos.
Situación «vergonzosa» en la frontera
Las fricciones con el poder polaco no se limitan a la cuestión europea. Wanda también arremete contra el trato dado a los migrantes en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, peones de una partida diplomática entre Varsovia y Minsk.
Miles de personas deambulan en los fríos y frondosos bosques que cubren la frontera oriental de la Unión Europea, incapaces de avanzar ante el fuerte despliegue de policías polacos, pero tampoco de retroceder ante la presión de los bielorrusos.
Entre ellos hay niños pequeños y mujeres, algunas embarazadas, en su mayoría llegados de Oriente Medio y África en avión hasta Minsk, y de allí enviados hacia los lindes con Polonia.
«Estoy involucrada en el caso de los niños en la frontera», dice. «Si no cambiamos nuestra actitud hacia estos niños, morirán», afirma Wanda Traczyk-Stawska.
De hecho, diez personas ya fallecieron, siete de ellas en territorio polaco, según el diario Gazeta Wyborcza.
La UE acusa al presidente bielorruso Alexander Lukashenko de orquestar esta ola migratoria, a la que Varsovia respondió declarando el estado de emergencia, restringiendo el acceso a la zona y legalizando la devolución directa de migrantes.
«Es imposible abandonar un niño en peligro. Esta forma de tratar a los niños en la frontera es vergonzosa», insiste la superviviente, recordando que, con 12 años, vio a nazis «divertirse disparando contra bebés».
El espíritu combatiente de esa juventud sigue presente en ella, aunque no siempre el cuerpo acompaña.
«Nosotros somos todos muy viejos, a punto de morir. Para nosotros esta situación es algo humillante. No tenemos fuerza para oponernos. No podemos hacer más que llorar. Bueno, no todos, yo no suelo llorar, yo soy soldado», afirma.
«Pero lamento ser tan vieja y renga», dice.