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Migrantes en un campo de la frontera entre Bielorrusia y Polonia

Migrantes en un campo de la frontera entre Bielorrusia y PoloniaLeonid Shcheglov / BELTA / AFP

La batalla de la desinformación, clave en la guerra híbrida bielorrusa con la UE

La «guerra híbrida» que libra Bielorrusia con la UE a través de la crisis migratoria en la frontera entre este país y Polonia ha situado en primera línea una decisiva batalla de la desinformación que pretende polarizar a la sociedad europea y desestabilizar a la Unión.

Hacer calar el mensaje que la UE no es en realidad tan solidaria como presume con inmigrantes de zonas del planeta en las que ha intervenido y tampoco lo es con todos sus países miembros por igual es una de las metas de esta estrategia, que azuza asimismo la xenofobia frente a una inmigración musulmana a la que atribuye comportamiento delictivos.

Todo ello amplificado tanto por medios de comunicación y redes sociales como por declaraciones de diplomáticos y altos cargos de Rusia y de Bielorrusia, donde las autoridades facilitan la llegada al callejón sin salida de la frontera con Polonia a unos migrantes empujados por la esperanza, pero también por engaños de algunos traficantes que les prometen inexistentes ayudas al otro lado.

La actual crisis migratoria con Bielorrusia se agudizó a principios de semana con cientos de intentos de cruzar ilegalmente cada noche la frontera polaca por parte de inmigrantes de Oriente Medio, fundamentalmente kurdos procedentes de Irak, aunque también sirios e iraníes.

Son ya miles los inmigrantes, entre ellos numerosas mujeres y niños, que se concentran en tierra de nadie, puesto que Polonia ha levantado una alambrada y aprobó medidas que permiten la expulsión por la fuerza, mientras que Bielorrusia derogó el acuerdo de readmisión con la UE.

Polonia mantiene a unos 15.000 militares –reforzados por miembros de un cuerpo paramilitar de reservistas y voluntarios– en esta frontera, donde al menos diez personas han fallecido en los dos últimos meses debido al frío y a las malas condiciones de los asentamientos.

El origen de la crisis se remonta a principios de julio, tras las sanciones de la UE contra Bielorrusia por violar los derechos humanos y reprimir a opositores, cuando la guardia fronteriza de Lituania detuvo en un solo día al doble de inmigrantes de Oriente Medio procedentes de territorio bielorruso que en todo el año 2020.

Aquella situación se extendió a las fronteras con Letonia y Polonia durante las siguientes semanas, mientras que el presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, respondía a las críticas de Occidente con frases como «nosotros frenábamos a los inmigrantes, ahora van a atraparlos ustedes mismos».

Desinformación para desestabilizar a la UE

Ante la escalada de este drama humanitario, la UE niega que se trate de una «crisis migratoria» y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, lo describe como un intento bielorruso de «instrumentalizar a los migrantes» para desestabilizar a los países de la UE. Polonia, por su parte, lo califica abiertamente de «guerra híbrida».

Pero, ¿qué es una guerra híbrida? Pues la que, para alentar un conflicto latente, emplea procedimientos no convencionales, desde el terrorismo o la provocación en las calles hasta el chantaje económico o energético, los ciberataques o, como ocurre ahora, la presión migratoria.

Y también la desinformación es un instrumento clave en una guerra híbrida. En este caso con un «papel enorme», subraya la investigadora del Real Instituto Elcano, Mira Milosevich, experta en Rusia y Europa del Este, quien explica a EFE que el objetivo de Lukashenko es «la desestabilización de la UE a través de uno de sus puntos más vulnerables: la política de inmigración y asilo político».

Con ese objetivo, Bielorrusia «aprovecha la vulnerabilidad» europea para «profundizar en la polarización social» y utiliza la estrategia de mostrar «con medias verdades» que la UE «no es solidaria» ni con las poblaciones de países donde ha intervenido (Irak, Afganistán, Siria...) ni con todos los socios miembros de la Unión por igual.

Fomento de la islamofobia

Las denuncias de que Polonia viola la legislación comunitaria sobre inmigración y asilo político, difundidas tanto en medios de comunicación y redes sociales como a través de declaraciones de diplomáticos y altos cargos bielorrusos y rusos, forman así parte de esa estrategia de «provocación» para demostrar que la UE no es en realidad lo solidaria que dice ser, recalca Milosevich.

Esta experta ve además en esta crisis un segundo nivel de desinformación: el de publicaciones que propagan la idea de que la inmigración eleva el riesgo de actos delictivos, con el fin de «aumentar el pánico» en poblaciones europeas que ya reaccionan con prejuicios ante los inmigrantes musulmanes.

Milosevich no considera en cambio que el Gobierno de Minsk dirija estrategias de desinformación a los propios migrantes, sino más bien «un mensaje de esperanza» y «promesas vacías» que los bielorrusos «más o menos» están cumpliendo: «Les prometen un transporte, un visado para entrar en el país, que se expide rapidísimo, y que abrirán la frontera con Polonia, Lituania y Letonia».

En todo caso, los migrantes son víctimas de engaños por parte de quienes se lucran con esos traslados promovidos por bielorrusos: kurdos iraquíes que aterrizaron en Minsk con visado de turista relataban en julio a la Radiotelevisión de Lituania (LRT) que habían sido conducidos en camioneta hasta la frontera lituana con la falsa promesa de que un vehículo les esperaba al otro lado y en cambio fueron arrestados.

Rehenes del juego político

Al margen de engaños de ese tipo, las oleadas procedentes de Oriente Medio son consecuencia de campañas publicitarias en las que Bielorrusia figura como país de tránsito hacia la UE y, aunque el Gobierno de Lukashenko lo niegue, es el régimen bielorruso el que organiza este flujo continuo de inmigrantes.

Así lo explicaba a EFE la abogada bielorrusa Aliona Chéjovich, experta en inmigración, quien precisaba que agencias turísticas y turoperadores dependientes de la Administración presidencial bielorrusa participan y se benefician de esta campaña, en la que los migrantes pagan hasta unos 15.000 dólares a cambio de visado de turista, alojamiento en Minsk y algún traslado hasta la frontera.

Finalmente, acaban detenidos por los polacos, que los devuelven a Bielorrusia por la fuerza e incluso a veces previo soborno a guardias de fronteras bielorrusos, relata Chéjovich.

En definitiva, los migrantes son utilizados como instrumento de presión contra la UE y rehenes de un juego político bielorruso, con apoyo de Rusia, en el que, según argumenta el grupo de trabajo East StratCom del Servicio Europeo de Acción Exterior, medios del régimen de Lukashenko o afines al Kremlin usan la desinformación para culpar de la crisis a la Unión Europea y ensuciar su imagen externa.

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