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El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky (izq.) y Vladimir Putin (der.)Sergey Dolzhnko, Alexander Zemlianichenko / AFP

Análisis geoestratégico

La doctrina Brézhnev en el desafío de Putin en Ucrania

Putin parece haber retornado a esta doctrina, pues está demostrando que para él los estados de Europa del Este son entidades con una soberanía limitada, cuyo destino quiere decidir

Hace algo más de 40 años, en noviembre de 1968, Leónidas Brézhnev en su discurso pronunciado en el V Congreso del Partido Obrero Unificado Polaco afirmó «cuando las fuerzas que son hostiles al socialismo tratan de convertir el desarrollo de algún país socialista hacia el capitalismo, no solo se convierte un problema del país en cuestión, sino en un problema común y una preocupación de todos los países socialistas».

Es lo que se denominó la Doctrina Brézhnev y expresaba que cualquier país soberano de la órbita soviética, que pretendiese pasarse del socialismo al capitalismo, se vería intervenido militarmente por, el entonces, Pacto de Varsovia. Asimismo, dejaba claro que a ningún país integrante de este tratado militar le estaba permitido salirse de él.

Tal doctrina ya se había aplicado en Alemania Oriental, cuando la sublevación de 1953; en la Revolución de Hungría de 1956 y justificó la invasión de Checoslovaquia por el Pacto de Varsovia en 1968, que acabó con la «Primavera de Praga».

Con esta doctrina Brézhnev determinó que solo y únicamente la URSS podía definir lo que era una «fuerza hostil al socialismo» o «en qué circunstancias un país se estaba pasando del socialismo al capitalismo».

Vladimir Putin parece haber retornado a esta doctrina, algo atenuada, pues está demostrando que para él los estados de Europa del Este y Central, incluso del Asia Central, son entidades con una soberanía limitada, cuyo destino quiere decidir. Intenta hacerlo, si es posible, con el consentimiento de los Estados Unidos y la Unión Europea, pero, si es necesario, Putin también nos quiere demostrar que está listo para determinar «quién puede hacer qué».

En este caso ya no es en nombre del socialismo, ni tampoco del estado soviético de entonces, ahora es en nombre de la misma nación de Rusia y su hegemonía. Occidente también ha hecho y hace de las suyas y, en este sentido, poco se puede reprochar al líder ruso que busca mantener la hegemonía política y militar en su entorno. Así lo ha hecho Estados Unidos allá donde lo ha considerado necesario, incluso con la política exterior de Obama, el supuesto «gran pacificador» y uno de los líderes que más avisperos ha agitado durante su mandato.

Las negociaciones de Ginebra en estos días están siendo las más tensas desde el final de la Guerra Fría. El gran asunto es la presencia militar, tanto de la OTAN como de la Federación rusa y sus aliados en Europa Central. Los resultados a los que se llegue mostrarán si Vladimir Putin quiere verse con las manos libres para ejercer otro tipo de acciones, en caso de darse un fracaso de la diplomacia.

Todo está resultando previsible, como se ha visto en el encuentro celebrado, a puerta cerrada, en la oficina que tiene la misión permanente norteamericana en la Organización de las Naciones Unidas en Ginebra. Rusia y EE.UU. mantienen sus posturas. La delegación rusa estuvo encabezada por el viceministro de Exteriores, Serguéi Riabkov, y el viceministro de Defensa, Alexander Fomin. La delegación de EE.UU. fue liderada por la subsecretaria de Estado, Wendy Sherman.

La subsecretaria de Estado de EE. UU., Wendy Sherman (izq.), y el viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Ryabkov (der.) en GinebraDenis Balibouse / AFP

Tras las conversaciones el representante ruso, Riabkov, ha insistido en que su país no tiene intenciones de invadir Ucrania. Por su parte, la responsable de la delegación estadounidense, Wendy Sherman, ha explicado que el diálogo ha sido útil para avanzar, pero que las palabras tranquilizadoras de Riabkov deben de ir acompañadas por hechos y reducir la presión militar en la zona. Sherman también ha insistido en que su Gobierno no va a renunciar «a la cooperación bilateral con Estados soberanos» (refiriéndose a la intención de Ucrania de acercarse a la OTAN).

El otro gran asunto, el de fondo, es el control de armamento en Europa, un tema bastante complejo y que requerirá de sucesivas negociaciones. Riabkov, ha definido así el encuentro: «La conversación fue complicada, larga, muy profesional, profunda, concreta, sin ningún intento de embellecer nada, de evitar esquinas afiladas; tuvimos la impresión de que EE.UU. tomó muy en serio las propuestas rusas y las estudió en profundidad».

En este pulso entre Rusia y la OTAN: ¿habrá acercamiento? O, ¿nos quedaremos en unas tensas «tablas»?

El final de la Guerra Fría consistió, en buena medida, en reemplazar la Doctrina Brézhnev por la Doctrina Sinatra, que es el nombre que dio el Gobierno de Mijaíl Gorbachov a su nueva política de influencia exterior, para permitir que los países del Pacto de Varsovia pudiesen resolver sus propios asuntos «a su manera»: de ahí el nombre de Doctrina Sinatra por la famosa canción del gran Frank 'My Way' ('A mi manera'). 

Se trataba de que los países del otro lado del Telón de Acero y de influencia soviética pudiesen auto determinar su evolución política y las soluciones a sus propios problemas sin injerencias. Pero ahora, con esta reedición de la Doctrina Brézhnev, me pregunto: ¿no estaremos regresando a una versión remasterizada de Guerra Fría?